Ya no existe la verdad

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-¿Es mucho pedir que me trasladen a la montaña del pánico?-

Sam ponía sus ojos en blanco de fastidio por quinta vez, yo era muy buena molestándola cuando me lo proponía, sé que era mi forma de darle las gracias y ella lo sabía, ambas nos llevábamos mejor ahora, incluso cubría a Barry cuando él debía cazar las bestias del infierno, ahora Sam era más responsable, Alexandra la había cambiado un poco, Lucifer se había dado cuenta de ello y me lo agradecía pues yo le devolví el amor. El arcángel Rafael descendía al inframundo cada dos noches, para así seguir curándome, Barry no tenía tanto poder como él para curarme así que sin duda alguna, estaría más tiempo en esta lujosa cama sin poder moverme.

-Llevo dos semanas en esta cama, que aunque es muy cómoda, me aburre-

-Y yo llevo semana y media escuchando tus quejas—sacudía mi mano, debía estar conectada a la energía de un ángel para no flaquear ante la energía de la daga, Sam era hija de Lucifer, así que aunque la inundara la oscuridad, también tenía un parte celestial en algún lugar de su ser—he tenido que cancelar mi cita de hoy con Alexandra-

-Ella comprende la situación, sin embargo antes no te interesaba mi aberrante ser, ¿por qué no irte y dejarme morir?-

Guardo silencio mirándome, pero no estaba enfadada o asqueada de mí, aunque no me gustaba, sé que me ocultaba algo, nadie había querido decirme algo sobre Kara, con la excusa de que no debía estar en contacto con el mundo exterior, que podría empeorarme, pero sí algo tienen los seres celestiales como Rafael es que las mentiras le pesan.

-Solo cállate, ¿quieres?-

-Si fuese tu decisión, no estarías aquí conmigo, ambas sabemos que no puedes estar lejos de Alex y cerca de mí-

-Tal vez no lo creas, y no te culparía, sin embargo tengo que cuidar de ti—me da una mirada rápida para volver a enfocarse en la pared.

-Ya no me debes nada, fuiste con Kara a informarle que sigo con vida, ¿por qué no quieres decirme la verdad y burlarte de mí como la princesa del infierno que eres?-

-Le prometí que te cuidaría—susurra sin mirarme.

-¿Barry te convenció?-

-No fue Barry-

-Ah, Lucifer, por supuesto-

-Él tampoco tiene que ver, mi padre hace lo posible porque estés cómoda, nada más-

-¿Entonces quién?—y entonces entendí, abrí mis ojos con sorpresa, ella asintió—Kara… no, ¿qué está tramando esa niña?—intenté moverme pero fue inútil.

-Idiota, no te muevas—aprieta más mi mano.

-Respóndeme Samantha—digo entre dientes.

-A mí no me alegra que estés así, como piensas—otro susurro—tal vez por eso accedí a la petición de esa niña, como le llamas, solo debes sanar, nada más debe importarte-

-¿Crees que puedo estar tranquila sabiendo que ella está posiblemente cometiendo alguna locura?-

-Sé que no, pero ella, Kara, te ama más de lo que tú a ella, te lo aseguro-

Pero eso no me tranquilizaba, cerré mis ojos, intentando usar mis poderes para encontrarla, solo me provoqué más dolor, su esencia estaba demasiado lejos, yo estaba en lo más profundo del reino de Lucifer, inmóvil, con la duda ahora, de las acciones que puede estar cometiendo Kara, teniendo sus dones, no me gustaba nada, el panorama, todos ocultándome cosas, y yo, como buen ser que ha vivido entre la maldad y oscuridad, solo puedo pensar en los peores escenarios.

Si no es conmigo con nadie vas a estarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora