beard

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Lunes temprano por la mañana, y una vez más los alumnos de la preparatoria Bonyari hacían su tortuosa caminata hacia la escuela. La norma era caminar arrastrando los pies, cabizbajos y meditando acerca de lo tristes y patéticas que eran sus vidas. Pero esta vez para su fortuna, había alguien que con solo verla, le animaba el día a cualquiera. Una chica que con solo una sonrisa se robaba los corazones de los transeúntes. La rosa dorada de la escuela. Chitoge. Quien se encontraba recargada en la baranda del parque esperando a su querido frijol.

«¡Dios!, ¿por que esta tardando tanto? Si que tiene bolas para hacerme esperar de esta manera. Cuando llegue le voy a dar una que...» estos eran los bellos pensamientos de la rubia, mientras estrujaba violentamente la maleta entre sus finos dedos, imaginando que era el cuello de su debilucho amante.

Finalmente, después de una infinidad de cansinas exhalaciones y de casi acabarse la suela de sus zapatos golpeando contra el pavimento, su paciencia llegó a su límite. Exasperada, resopló como toro bravo y empezó a caminar hacia hacia la mansión yakuza con paso veloz, para poder decirle cara a cara lo mucho que apreciaba que la dejaran esperando como tonta.

Afortunadamente su hogar no estaba más que a unas cuantas manzanas de su punto de reunión. Cuando llegó, pasó de largo los saludos de los amigables yakuzas y caminó directamente hasta su habitación.

—Daaarling~, ¿estas ahí? voy a entrar —anunció con una voz que para el oyente común sonaba como el tono más cálido del mundo, pero para el oído entrenado de Raku, esa calidez denotaba ira reprimida en extremo.

Al deslizar la puerta corrediza de la habitación, cual fue su sorpresa al encontrarse con una una imagen que la dejó completamente petrificada y muda. Una imagen que hizo que su humor enfadado desapareciera de golpe y fuera reemplazada por una embriagante calidez en todo su cuerpo. Una imagen que cambiaría la manera de ver a su querido frijol para siempre.

Era Raku, portando una incipiente barba de tres días.

—¿Chitoge? Oh rayos, ¿tan tarde es? Lo siento es que me desvelé jugando con Shuu y Hikari. Te iba marcar para decirte que te adelantaras pero no tengo idea de dónde habrá quedado mi celular —se excusó dedicándole una rápida mirada y volviendo a lo suyo. Se movía de un lado a otro por la habitación, levantando ropa y doblando mantas. Era evidente que se acababa de despertar.

Mientras tanto la sorpresa había dejado a la rubia con sus ojos azules abiertos como platos y la garganta seca. Se recargó en el marco de la puerta y contempló embelesada esa imagen desconocida de su novio. Ni en sus mas recónditas fantasías se hubiera imaginado a ese hombre con una barba y menos una que lo hiciera ver tan galán, tan masculino tan... sexy. Peor tantito era que el hombre se encontraba a medio vestir, con solo pantalón y calcetines, dejando su bien definido torso al desnudo como salido de una portada de Men's Health, amplificando la velocidad de sus latidos y profundizando el sonrojo en su rostro.

—Ya casi termino, solo deja me rasuro y nos vamos.

—¡Rasurarte! —la perturbadora palabra sacó a la rubia de su ensoñación, haciendo que levantara la voz inconscientemente, casi molesta por el pecado contra la humanidad que estaba apunto de cometer ese hombre deshaciéndose de esa atractiva barba.

Raku se giró a verla extrañado por el grito. Chitoge se llevó su tembloroso puño a la boca, carraspeó para recuperar la compostura y prosiguió diciendo:

—N-n-no, no, es que... n-no sabia que te rasuraras —pero de poco sirvió, una voz chistosa que parecía como si se hubiera tragado un tanque de helio salió de su boca, haciendo que el yakuza enarcara una ceja ante su tono.

—Mira, ya se que apenas me ves como un hombre pero si, se pone molesta cuando crece, así que tengo que rasurarme a diario —le respondió acariciándose la barba, acto que Chitoge vio con envidia, deseando que ella fuera quien diera las caricias.

—Eeh~ q-que sorpresa. Quién hu-hubiera pensado que un frijol tan flaco y debilucho como tú podía crecer una barba —se burló ella con una risilla falsa y llena de nervios.

Y es que en realidad dentro de su cabeza había una imagen bastante diferente. Cientos de mini-Chitoges se peleaban por el control de la rubia como si manejaran un robot gigante. El grupo de las honestas querían que se acercara y que le dijera lo guapo que se veía con esa barba, igual se ponían románticos, de todos modos ya iban a llegar tarde a clases. Otras un poco mas tímidas, que inventara una excusa para que se la dejara y de paso le tomara algunas fotografías a escondidas. Y finalmente un grupo de aventuradas abogaban por mandar todo a la mierda, saltarle encima y hacerlo un hombre de una vez por todas.

Entonces la rubia volvió a la realidad cuando notó a Raku caminando hacia a ella, con gesto preocupado y alargando la mano hacia su rostro.

—Chitoge ¿estas bien?, te pusiste roja de repente. ¿No será que tienes fiebre? —preguntó el.

Chitoge al ver su mano tan cercas, dio un salto hasta el otro lado del pasillo. Si ese hombre llegaba a ponerle un dedo encima, perdería el control y en definitiva iban acabar ganando el grupo de las aventuradas.

Al final, su vergüenza pudo más con ella, se levantó de un salto y decidió emprender la retirada, antes de que le hiciera algo de lo que se arrepintiera después.

—Ah que cosa, mira la hora s-se hace me tarde para mi cita con el dentista, te veo en la escuela estúpido frijol!

—¿Dentista, de que diablos hablas? ¡Oi Chitoge, espera! ¡Chitoge! —grito Raku queriendo detenerla, pero fue inútil.

La rubia salió disparada dando tumbos y piruetas por los pasillos de la mansión, con las manos sobre su pecho tratando de apaciguar su acelerado pulso y atemorizada por lo que este hombre podía hacerle a su corazón.

Nisekoi-REDonde viven las historias. Descúbrelo ahora