bento

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Sacó la silla de su escritorio y esta se arrastró sobre la loseta con un rechinido. Se derrumbó sobre el asiento y procedió a abrir su pan de melón. Una mordida. Estaba rico. Recién hecho, aún calientito y de relleno de cajeta.

De pronto, un presentimiento le advirtió que alguien cercano le estaba observando. Con unos enormes ojos azules entornados, protegidos tras esas largas y gruesas pestañas, en una mirada escrutadora e interrogante.

Raku se volvió para confrontarla. ¿Qué era lo que había hecho ahora para hacerla enfadar esta vez?

Chitoge tomó la palabra de inmediato.

—¿Qué le pasó a tu caja de bento?

—Me desperté tarde y no tuve tiempo de hacerme una. —Su voz amortiguada por la comida. Unas migajas de pan cayeron de sus labios.

—No hables con la boca llena, es repugnante. —Hizo una mueca de asco. —¿Y eso es todo lo que piensas comer?

—Es lo único que alcancé a comprar. Todo lo bueno se termina rápido.

Raku abrió su boca y estaba apunto de morder su pan por segunda vez cuando este desapareció. Decomisado por su novia y vecina.

—¡¿Oi, que haces?! ¡Es mi desayuno!

Una caja de bento aterrizó en su escritorio.

—Es un trueque. Te lo voy a cambiar por un piso de mi bento. No te emociones, son solo sobras. Las estaba guardando para dárselas a los chicos del refugio. Se aburren de comer croquetas todos los días, sabes.

Envuelto en un pañuelo con adorables figuras de monitos. Raku lo desenvolvió. Estaba hasta el tope de suculenta comida y olía delicioso. Pollo karaage, tempura, onigiri, rollos de bambú y mucho más. Que sobras ni que nada. Conociéndola, era parte de su segundo lonche.

—Ni una pizca de lindura.

Un golpe en su hombro, con fuerza pero cariñoso.

—Callate y traga antes de que me arrepienta.

—Gracias. Chitoge.

Chitoge se volvió hacia el lado contrario con un movimiento brusco, la mirada fija en la anodina ventana. Entre los mechones de su cabello dorado, una diminuta oreja tan roja como su listón. Acercó el pan a sus labios y le dio una mordida. Estaba rico.

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