Capítulo 11: El hombre que las abandono

305 17 16
                                    

Un hombre solitario y cansado iba caminando por una vereda de un pequeño pueblo llamado Resembool, no paro hasta llegar a la tumba de su primer y único amor. Sus piernas perdieron toda su fuerza y cayó de rodillas, en dolor era inmenso que hizo que laslágrimas comenzarán a caer por sus mejillas, lloro durante un día y una noche lamentandose de su más grave error y pidiéndole perdón a su amada.

Pero así le llorara todo un río, ella jamás volvería para consolarlo.

-Trishia...- susurraba entre sollozos, levantó la vista al cielo como buscando una respuesta divina.- ¿Porque me abandonaste? habíamos prometido que ibamos a morir cuando fueramos viejos después de ver crecer a nuestras hijas y conocer a nuestros nietos...

Estuvo ahí durante un largo tiempo hasta que se puso de pie y obligó a sus cansadas piernas a ponerse de pie y a caminar. La luna comenzaba a despedirse para darle paso al sol cuando llegó hasta donde había sido su casa, que ahora estaba hecha cenizas. Suspiro al recordar aquella casita en lo alto de esa loma, donde sus pequeñas hijas siempre lo esperaban con los brazos abiertos gritando "¡Papi, Papi!" y su amorosa esposa lo esperaba con una sonrisa... Todos esos felices momentos se quedaron atrás, ahora ella había muerto y no sabía nada de esas niñas. Siguió su andar hasta una casa de dos pisos amarilla con un letrero que decía: "Auto-mail's Rockbell". Llamo a la puerta y una joven voz femenina respondio desde el otro lado.

-¡Ya voy!

Quedó congelado al reconocer esa voz. La puerta se abrió y una chica de baja estatura se asomó, era idéntica a él: de tez blanca, con su cabello dorado atado en una cola de caballo con mechones flanqueando su rostro de finos rasgos, sus dorados ojos brillaban con curiosidad aunque al ver a la persona que estaba de pie frente a ella su expresión cambio.

-Edythe...- fue lo único que pudo susurrar y levantó su mano para acariciar la mejilla de su hija que no había visto desde hace más o menos 10 años.

La puerta se cerró de golpe.

-¿Quien era?.- otra voz de una chica se escucho del otro lado.

-¡Era un muerto!.- grito llena de furia Edythe.

-¿Un muerto? Edy no bromees y di quien era.- volvió a decir la voz de la otra chica.

-¡¡UN MUERTO, ESO ES LO QUE ERA!!.- Escucho como unos pasos se alejaron corriendo. Nuevamente abrieron la puerta, en esta ocasión era una enorme armadura color plata.

-¿P-papá?.- aunque el rostro de la armadura de mantuvo sin ninguna expresión, por su voz parecía que estaba muy confundida y feliz. Reconocio enseguida la voz de su hija menor, Alice.

-¿Aly?.- le dijo Hohenheim abriendo los brazos para ella.

-¡¡Papá!!

La gran armadura le dio un fuerte abrazo, tan fuerte que sintió que le quebraria la espalda.

-¡Vamos pasa! No te quedes ahí.- la armadura lo invito a pasar.- bienvenido, papá.

-aah..._ esa sensación de frescura y la familiaridad de la chica con la que lo llamó hizo que se acordara de los viejos momentos.

Dio un paso para entrar a la vieja casita y yodo en ella estaba tal y como lo recordaba, herramientas apiladas en un lado, algunas prótesis a medio hacer y un delicioso aroma a comida se podía oler desde la puerta.

Una anciana salió de la cocina al escuchar el alboroto.

-¡Hohenheim!.- le saludo su amiga de bebida en la juventud; Pinako Rockbell.

-¡Pinako!¿Cuánto tiempo?.- la abrazo.

-¡Lo mismo digo idiota! ¿Porque no has llamado? ¡Aunque sea una carta podías haber mandado!

The Alchemist (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora