xxi.

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Cuando despertó al día siguiente, se encontró con la cama vacía, pero no se sintió mal. Una parte de ella agradecía que Bellamy no estuviera allí para verla despertar temblando una vez más, sabía que a él no le importaría porque quería estar para ella, pero Alex sentía la necesidad de superar esto sola.

Apoyó los pies en el suelo frío. Los rayos de sol inundaban la habitación, dejándola apreciar las paredes de madera y los muebles oscuros llenos de adornos que Alex no llegaba a descifrar de qué se trataban. Toda la plataforma se asimilaba a una reliquia, donde quiera que fuera, encontraba al menos una red de pesca colgada en las paredes, incluso dentro de la habitación.

Tomó la ropa que la niña le había dado la noche anterior y decidió darse una ducha antes de vestirla.

Se miró en el espejo del cuarto con cuidado. Sin lograr procesar cómo se veía de aquella forma. La remera negra con mangas largas que le habían dado le quedaba un poco más grande de lo que debería, seguramente porque estos últimos días había perdido peso. No estaba alimentándose como debía, Alex lo sentía en la ropa que usaba todos los días y cómo los pantalones a veces le colgaban. Sin embargo, estas calzas del mismo color que la parte superior le calzaban de forma perfecta; lo que más llamaba su atención eran los cordones que cubrían toda la parte delantera. Ajustó el cinturón gris y se sentó en la cama para ponerse las botas. Por último, estiró la mano para agarrar la chaqueta con la que había llegado, la cual había tomado del vehículo antes de salir de Arcadia, pero se detuvo cuando vio una de cuero descansando junto a esta.

Le daba náuseas admitirlo, pero se sentía bien vistiendo como una terrestre.

Tomó la chaqueta de cuero y trenzó su cabello.

Al salir de la habitación, se encontró con los pasillos vacíos aunque voces llegaban desde el comedor hacia donde se encaminó en silencio. Se detuvo cuando se encontró con varios ciudadanos desayunando, sentados en el suelo y en las mesas improvisadas. Todos hablaban alegremente, sin importarles que una persona del cielo estuviera vistiendo como ellos o que fueran portadores de malas noticias.

—¡Alex!

Giró la cabeza, buscando con la mirada el origen de la voz hasta que sus ojos se posaron en Jasper, estaba de pie detrás de un grupo de terrestres, levantando la mano para que lo atisbara. Sonrió antes de abrirse camino hasta él. Lo abrazó cuando estuvo cerca, notando que seguía vistiendo la misma ropa con la que había llegado.

—Te ves bien, eh —susurró al separarse.

Ambos se sentaron sobre los almohadones en el suelo, Jasper tomó la taza que había en la mesa frente a él y se la tendió.

—Me siento toda una guerrera —bromeó, señalando con la cabeza la taza—, ¿no es tuya? —preguntó refiriéndose a la bebida.

Jasper se encogió de hombros.

—Iré a buscar otra —replicó con una sonrisa que le causó ternura.

La tomó, abrazándola entre sus manos antes de mirar el contenido. Era té. Sus pensamientos divagaron unos segundos mientras sus fosas nasales se deleitaban con el aroma.

—¿Cómo estás, Jasper? —preguntó, mirándolo.

—Bien —replicó, su tono no lo contradijo—, ¿por qué? —añadió, llevando las rodillas al pecho.

Esta vez, fue ella quien se encogió de hombros.

—Quiero asegurarme de que estés bien —soltó, dándole un sorbo al té mientras Jasper la observaba atento, como si quisiera leer a través de su expresión—. ¿Qué? —preguntó con una sonrisa nerviosa. Jasper sacudió la cabeza.

Beautiful Mess III → Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora