xxvi.

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Alex observó su reflejo en el espejo del cuarto, uno pequeño que había encontrado en el cajón junto a la cama, donde se hallaba ahora sentada esperando a Bellamy.

Una pequeña cicatriz vertical se hallaba en el puente de su nariz, el cual se veía más elevado que antes. Suspiró, esperando que volviera pronto a la normalidad. Tenía varios moratones violáceos en su rostro y su labio partido. No recordaba la última vez que tuvo el rostro limpio. Su cuerpo también había sufrido golpes, sobretodo en la zona del estómago donde halló grandes moratones mientras se duchaba. Dolían, pero solo cuando los tocaba, mientras su rostro se encontraba sumido en una anestesia eterna.

Dejó caer el espejo en la cama, recostándose sobre esta. Pensó en lo que acababa de pasar. Alie los había encontrado incluso cuando habían tomado precauciones; así como acabaron con la paz en Flou Kru, podían hacerlo en cualquier lado. Esto era lo que más le dolía. No los moratones en su cuerpo y rostro, sino la carga emocional de tener que lidiar con destruir, una vez más, el hogar de inocentes.

Tres golpes en la puerta interrumpieron el hilo de sus pensamientos. Esperó unos segundos, aguardo que Bellamy entrara pero como no pasó, dijo:

—Adelante.

La puerta se abrió, revelando a Luna. A pesar de su sorpresa, no se movió de su lugar. Esperó a que cerrara la puerta detrás de ella.

A diferencia de Alex, Luna estaba limpia, sin ningún rasguño. Casi la envidiaba.

—Vine aquí a preguntarte cómo estabas —dijo, mirándola a los ojos. Su tono pausado, serio. A su pesar, Alex sonrió, sabiendo claramente que no estaba allí por eso.

—Bien —replicó—. ¿Qué pasa, Luna? —añadió tras unos segundos en silencio.

Luna no vaciló.

—Quiero asegurarme de que tu decisión sobre quedarte aquí sigue siendo negativa —explicó sin alterarse—. Sabes que aún tienes las puertas abiertas, pero no puedo asegurarte que será así por siempre.

Alex se inclinó hacia delante. No le sorprendía.

—¿Puedo preguntarte por qué me quieres aquí?

—Porque veo un liderazgo en ti que no veo en los otros —replicó—, y también creo que no te sientes parte de la Gente del Cielo, pero sí aquí.

Alex contempló la respuesta. Un cosquilleo recorrió su panza cuando Luna leyó a través de ella. Era verdad. No se sentía parte de Arcadia, nunca lo había hecho porque toda su vida la pasó encerrada en una celda y aislada del sistema. Sin embargo, su hogar no se trataba de un Clan o lugar físico, sino de la gente que estaba con ella. Jasper y Bellamy eran su hogar.

—Lo siento, Luna —replicó simplemente, encogiéndose de hombros. Luna bajó la mirada unos segundos antes de volver a levantarla.

—Espero que estés tomando la decisión correcta —dijo, dándose la vuelta para abrir la puerta.

Alex sonrió.

—Es lo que hago —repuso. Luna le sonrió de vuelta—. Ah, y por cierto... —Luna se detuvo antes de cruzar el umbral, volteando para escucharla—. No soy una líder, ese lugar es de Clarke —explicó.

Sonrió antes de retirarse en silencio.

En cuanto la puerta se cerró, volvió a abrirse, esta vez revelando a un Bellamy confundido. Sus rulos mojados, pegados a su frente y un suave rastro de agua en su rostro indicaban que acababa de darse una ducha.

—¿Qué pasó con Luna? —preguntó en cuanto cerró la puerta para sentarse en la cama frente a ella. No utilizó un tono acusador, sino uno curioso.

Beautiful Mess III → Bellamy BlakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora