Capítulo 3

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"Lo sé. Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tú sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera... Hasta hay un momento, al principio mismo en que es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace. Sé que nunca más saltaré." (Jean-Paul Sartre)


–¡Has venido a cenar! –Stella rodeó con los brazos a su hijo. Camden ladeó el rostro, observando atentamente a su madre–. Lo sé, no te dejé opción.

–Exacto –replicó, aunque su voz escondía un resto de ternura por su madre.

–Debí hacerlo así o no habrías venido. No me gusta que no residas en la casa mientras estás en Italia, ¿sabes?

Como los demás, su madre también asumía que era una estadía temporal. Era un alivio, realmente, que no hubieran tenido que hablar de aquello.

–Lo pensaré.

–Siempre lo estás pensando.

–Y lo seguiré haciendo, madre.

–¡Hola, Cam! –soltó alegremente Sienna, abriéndose paso entre los dos–. ¿Has venido a la cena familiar semanal? Eso es toda una novedad.

–Apenas voy dos semanas...

–Casi tres, en realidad.

–De acuerdo, casi tres semanas en Italia. Aún no es tiempo suficiente...

–¡Lo es! –protestaron las dos mujeres al unísono y luego se echaron a reír. Camden se unió a ellas–. Quédate esta noche, hijo. Tu habitación está lista –pidió su madre. Camden suspiró, sabiendo que tarde o temprano tendría que ceder y adentrarse en la habitación que no había visto desde hacía más de diez años.

–Lo pensaré.

–Odio cuando dices eso –su madre suspiró–. De cualquier manera, pasemos al comedor que tu padre junto con tu hermano y su prometida nos esperan.

–Excelente. Muero de hambre –exclamó Camden.

–No, no lo haces. Nadie en esta casa jamás ha muerto de hambre, Camden –Sienna observó, burlona. Camden arqueó una ceja, incrédulo–. Lo siento, tenerte de vuelta en Italia hace que quiera compensar los diez años en que no pude burlarme de ti.

–¿Por qué? ¿Me extrañaste? –Camden inquirió, con una media sonrisa.

–¿Acaso hay alguien que no? –Sienna musitó, clavando sus ojos por un largo momento en él–. Tu lugar –señaló, recuperando la sonrisa–. ¡Vamos a comer!

La comida transcurrió en relativa calma. Camden escuchó la historia de cómo se habían conocido Kieran y su prometida Abilene, al menos la versión resumida de lo sucedido, en palabras de Sienna. Su madre, durante toda la cena, pareció muy concentrada en su comida. Luego comprendió que estaba esforzándose por contener las lágrimas, por lo que su padre apoyó la mano en la de ella, ofreciendo un silencioso consuelo.

–He escuchado que te quedarás a pasar la noche aquí –Kieran se dirigió a Camden. Él asintió, de manera automática–. Ya veo. ¿Te quedarás en tu habitación?

–Eso creo.

–Si prefieres... –su madre intervino. Camden negó, sin dejar que terminara la frase.

–Estaré bien allí. Me sentiré... cómodo. Es un ambiente... familiar –justificó Camden, aunque dudaba que hubiera resultado convincente para nadie.

Infinitamente - Segunda Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora