"No se trata de valor, no tengo otra elección. Me levanto cada día y vivo mi vida. ¿No haces tú lo mismo?" (Anthony Doerr)
Cuando se miró al espejo aquella mañana, Camden supo que sería casi imposible ocultar las pesadillas que habían estado tomando fuerza desde su regreso a Italia. Unas noches eran más difíciles que otras, ciertamente, pero la última había sido particularmente dolorosa. Triste.
Tomó aire un par de veces, intentando despejar su mente de las confusas imágenes que aún se arremolinaban en su cabeza, como si no estuviera todavía del todo despierto. Sí, las pesadillas eran recurrentes, eso no había cambiado desde que Adrienna tomara su decisión. Sí, ahora aceptaba que había sido la decisión de ella, no suya, por lo que poco o nada podría haberse hecho.
Él no habría podido evitarlo, era verdad, pero eso de ninguna manera significaba que su comportamiento posterior estaba justificado. Quizás en parte, al inicio... sin embargo, tras un tiempo, después de su huida... demonios, no. No había sido justo. Ni para las personas a su alrededor y ni tan siquiera para él mismo.
Y Alina. Oh, su Alina. Ella, de entre todos, no.
Se frotó los ojos un par de veces, con cansancio. ¿Sería posible salir de casa antes de que alguien lo detuviera para cuestionarlo? O, ¿era una opción quedarse encerrado en su habitación?
No lo creía. Aunque, quizá jugara a su favor que todos habían terminado agotados y acostándose tarde tras la cena de ensayo, la que afortunadamente había marchado bien. Tal parecía que la vida estaba decidida a sonreírle a Kieran, aún en las pequeñas cosas. Suponía que lo merecía, Kieran siempre había sido... bueno. ¿Era esa la manera de llamarlo? No tenía la menor idea. Al menos, era el "menos malo" de los Sforza, suponía.
–No es necesario que huyas, ¿sabes?
–Madre –Camden había estado tan sumido en sus pensamientos que no había notado que su madre estaba saliendo de la biblioteca. Por supuesto, ¿de dónde más podría surgir sin previo aviso?–. ¿Leías?
–Un poco –se encogió de hombros y sonrió. Al encontrar sus ojos, su sonrisa se desvaneció–. ¿Tan mal luzco?
–No. Cansado –musitó y de inmediato sonrió–. Supongo que así nos sentimos todos, ¿cierto? No es fácil organizar una boda.
–Cierto.
–¿Te importaría dar un paseo por el jardín conmigo?
–¿Ahora?
–Si te viene bien. A menos que tengas una cita.
–Nada de eso.
–¿No?
–No.
–Vaya. ¿Por qué? –Stella entrecerró sus ojos–. ¿Estás esperando que arreglemos una boda para ti?
–¿Arreglar una boda? ¡Mamá, ¿de dónde sacas semejantes ideas?!
–Sienna lo quiere –apuntó, divertida.
–No puedes hablar en serio.
–Sí, lo hago –restó importancia–. Tu padre ve mérito en la idea.
–Dios, espero que tú seas más razonable.
–¿En qué sentido? ¿Te parece que es una locura arreglar una boda?
–¿En este siglo? Sí. No sabía que aún se hacían cosas semejantes.
–Bueno, supongo...
–No, no más. No sé cómo terminamos hablando de esto pero es suficiente. Vamos a dar ese paseo que deseas, madre.
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Infinitamente - Segunda Parte (Sforza #7)
Romance¿Qué sucede después de que una decisión unilateral e irrevocable de otra persona cambió tu vida para siempre? Camden Sforza está a punto de descubrirlo. Regresa a Italia, por un acontecimiento excepcionalmente alegre, del que no tiene más opción que...