Capítulo 6

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 "Algunas veces solo somos el daño colateral en la guerra de alguien más contra sí mismo." (Lauren Eden)


Observó el teléfono en su mano. Intentó colgar pero, ante lo que hubiera sido un absurdo, se obligó a quedarse en la línea y esperar a que respondieran. Era necesario. Tras la noche pasada, realmente lo era.

–¿Sí? –contestó alguien. Tras diez segundos de silencio–. ¿Cam?

–Sí. Hola –respondió tardíamente. Tomó aire–. Soy yo –confirmó, aunque no era necesario. El suspiro al otro lado se lo hizo saber–. ¿Estás bien?

–Supongo que tú no.

–¿Por qué?

–¿En qué calidad me llamas? ¿Amiga o doctora?

–¿No puede ser las dos?

–No. ¿Qué sucede?

–He visto a Alina.

–Pensé que eso sería lógico si...

–No, no lo comprendes. La he visto... ahí.

–¿Ahí? ¿Cómo... en una pesadilla?

–Sí.

–Ah –esa exclamación lograba expresarlo. Ni siquiera él entendía lo que su mente había intentado decir con aquella manifestación, pero si había alguien que quizá podría tranquilizarlo, solo podría ser ella–. ¿Dónde estás?

–En mi habitación.

–¿En casa de tus padres?

–No. Tengo un departamento... aparentemente.

–Cierto. Siempre olvido que eres tú.

–Sí, como sea. ¿Estabas ocupada?

–Por salir.

–¿Quieres terminar la consulta ahora?

–Gracioso. Si te atendiera... no, no quiero ni imaginarlo. Además, me quedó claro que únicamente podría estar a tu lado como una amiga y nada más.

–No sé qué quieres decir.

–Lo sabes. Ni como doctora ni como algo más. Solo amistad.

–No pensé que querrías ser mi amiga.

–No lo quería. Solo tuve que aceptarlo.

–Dímelo.

–¿Qué?

–Qué significa.

–¿El qué? ¿Tu sueño?

–Pesadilla –puntualizó.

–De acuerdo. Supongo... que la extrañas.

–¿La extraño? ¿Eso es lo mejor que se te ocurre?

–Creo que no estás listo para escuchar el resto.

–No puede ser peor que lo que está sucediendo aquí.

–¿Qué sucede?

–Me odia.

–¿Sí? Eso es bueno, ¿no?

–Tienes razón. Ojalá fuera odio. En realidad, Alina solo... –suspiró– nada. Es como si no existiera para ella.

–Eso debe doler.

–Sí –confirmó, aun cuando no era necesario.

–Lo siento.

–Gracias. Te llamaré luego.

–¿Por qué?

–Puedo escuchar en tu tono de voz que debes salir.

–Sí. De todos modos, asegúrate de llamar. De verdad.

–Sí, lo haré. Gracias –repitió.

–Cuídate –colgó. Camden apartó el teléfono y cerró los ojos. Este iba a ser un día aún más espantoso, pues creía que el primer ensayo de la boda se llevaría a cabo en la tarde.

Abrió la puerta de su habitación y se sorprendió de encontrarse de frente con su hermana mayor. Arqueó una ceja, esperando una explicación. Ella se limitó a sonreír.

–¿Qué? –inquirió finalmente Camden. Sienna se encogió de hombros–. ¿Qué estás haciendo fuera de mi habitación, enmi departamento, sin siquiera llamar?

–Esperaba hablar contigo.

–¿Por qué?

–Es el ensayo de la boda de tu hermano gemelo, en la que te recuerdo que eres padrino.

–Sí, lo sé. ¿Cuál es el punto?

–¿Lo tienes todo listo?

–¿Qué debería tener listo?

–Algo así como un ¿discurso?

–¿Un discurso? ¿Por qué?

–No has estado en muchas bodas, ¿eh?

–En ninguna, pero difícilmente eso...

–Debes dar un emotivo brindis en la fiesta. ¿No lo sabías?

–Demonios.

–Sí, supuse que se te habría olvidado.

–No soy bueno para eso.

–No creo que un Sforza lo sea. Es algo que no va con nosotros.

–Aparentemente sí con Kieran.

–¿Por qué? ¿Lo has escuchado dar discursos?

–Hace mucho tiempo y... da igual. ¿Puedes ayudarme?

–¿Puedo? Sí. ¿Quiero? No sé. ¿Debería? No.

–¡Sienna! –soltó impaciente.

–¿Con quién hablabas?

–¿Cuándo?

–Hace unos minutos. En tu habitación.

–Nadie.

–No sonaba como nadie. Hablaste durante un tiempo.

–¿Estabas escuchando?

–No, en realidad, estaba esperando que terminaras para poder tocar la puerta.

–Qué amable de tu parte.

–Lo sé –contestó, petulante–. Ahora, ¿quién era? ¿Será que omitiste una parte interesante de tu vida fuera?

–¿Interesante? Difícilmente podría llamar a estos años así.

–¿Ah sí? ¿No estabas haciendo nada interesante fuera de casa? ¡Qué aburrido!

–¿Aburrido?

–¿Desperdiciaste toda esa libertad temprana sin hacer nada interesante?

–No sé si recuerdas por qué me marché.

–Sí, pero pensé que precisamente por eso lo hiciste. Para no recordar, ¿no?

–Sí y descubrí que la mejor manera de superarlo no es ignorarlo, sino afrontarlo.

–Qué madurez, hermanito.

–¿Y tú? ¿Cuándo lo afrontarás, hermanita?

–¿Qué? –la expresión de Sienna varió por un instante.

–Ah, después de todo no eres invulnerable –Camden tomó aire y decidió no continuar en una dirección que claramente los ponía incómodos a los dos–. ¿Me ayudarás?

–Sí, ¿por qué no? No tengo nada más interesante que hacer y, de todos modos, ya estoy aquí.


Infinitamente - Segunda Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora