Capítulo 11

1.8K 279 30
                                    

"Ella anhelaba apasionadamente los jardines, la oscuridad, el cielo puro, las estrellas." (Anton Chekhov)


Nueve años antes

Alina se quedó quieta en la mitad de la biblioteca, aferrándose a un trozo de papel. Miró a su alrededor, esperando que alguien saltara de detrás de una de las muchas estanterías que la rodeaban y la regañaran por lo que había hecho. Por supuesto, no sucedería. Estaba sola en la biblioteca, se había asegurado de aquello antes de buscar la información que necesitaba.

De pronto su mirada se deslizó hasta una de las ventanas que dominaban la estancia. Tenía una cortina ligera y la descorrió para dejar que la luz del atardecer entrara en el lugar. Aquella maravillosa vista del jardín nunca dejaba de sorprenderla. Camden amaba ese jardín y ella lo amaba a él. Así lo recordaba, recostado al anochecer y mirando a la luna, tomando su mano. Estrechándola con fuerza. Besándola.

-¡Alina, qué sorpresa! ¿Cuándo llegaste? ¿Quieres tomar algo? -Sienna se acercó hasta la ventana-. Lo extrañas, ¿cierto?

-Cada día -se volteó y sonrió a la hermana mayor de Camden-. Es mi mejor amigo.

-Lo sé -Sienna suspiró-. Creo que eres lo más cercano que tiene a... -cerró la boca-. ¿Estarás a su lado?

-¿A qué te refieres?

-Cuando regrese -explicó-. Porque regresará, ¿sabes?

-Eso espero -murmuró Alina y desvió la mirada. Ojalá que Camden lo hiciera, pronto.

Aquella noche esperó. Contó las horas y, cuando le pareció que era adecuado, llamó. Le tomó tres intentos y, al escuchar finalmente su voz, el esfuerzo de mantenerse en silencio fue casi demasiado para tolerarlo.

Era Camden. Después de un año, Camden. Quería que su corazón no se agitara así, que su respiración continuara regular, que sus ojos no se hubieran llenado de lágrimas, pero... no pudo controlarlo. Y, antes de que prorrumpieran en sollozos, era una suerte que Camden hubiera colgado al no haber escuchado respuesta del otro lado de la línea.

Reunió valor y volvió a marcar al día siguiente. Esta vez, se aseguró de calmar su espíritu antes de hacerlo. Y, no supo cómo, pero ocurrió un milagro. No necesitó decir palabra alguna para que Camden empezar a hablar. Fue extraordinario. Cerró los ojos y escuchó, atentamente, con todo su ser. Lo escuchó y fue... feliz.

-Al... ah, ha sido un buen día hoy. Creo que lo estoy haciendo mejor en la escuela y mis padres estarán satisfechos, ¿no? Probablemente, no lo sé. A veces creo saber lo que esperan de mí, aunque quizá me equivoque. No es fácil estar lejos. Los extraño. A todos. Especialmente... mi jardín. Deberías verlo. Es maravilloso.

Había muchas cosas que no necesitaba ponerlas en palabras. Ella lo entendía, tan bien como si se las gritara. La extrañaba, la quería, pero no estaba listo para volver a lo que le esperaba en Italia. Debería rendirse, lo sabía, dejarlo estar... pero no podía. No estaba segura de querer hacerlo.

Solo sabía una cosa. Lo amaba. Lo había amado desde quien sabía cuánto tiempo, en muchas maneras diferentes, en cada época de su vida. Y no quería perderlo. ¿Podía aferrarse a él?

Lo intentó. Con cada llamada, con esos momentos robados, lo intentó con todas sus fuerzas.

Pero resultó ser más de lo que podía soportar. Cada vez se hacía más asfixiante el autoimpuesto silencio y las palabras que se había tragado pugnaban por salir. Tras seis meses de llamarlo constantemente, empezó a espaciarlas. No porque hubiera empezado a dejar de quererlo, sino porque el anhelo de tenerlo cerca era demasiado. Y los celos, junto con la envidia de quienes podían rodearlo, estaban acabando con ella.

Infinitamente - Segunda Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora