Capítulo 15

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"Para siempre está compuesto de instantes que llamamos ahora." (Emily Dickinson)


–Deberías visitar a Kieran y Abilene –sugirió Camden mientras recorría el jardín con Alina. Ella se detuvo y lo miró– esperan un bebé –añadió.

–Oh, me alegra. Un bebé –Alina sonrió y continuó caminando–. ¿Y tú?

–¿Yo? Estoy feliz por ellos.

–Sí –Alina tomó su mano–. ¿Seguirás trabajando en la Corporación Sforza?

–Sí, por supuesto.

–Ah, entonces realmente te has establecido aquí.

–¿En Italia? –inquirió, sorprendido–. Desde luego, yo... hace años... yo...

–Qué bueno –Alina miró a la luna que se había asomado en mitad del día–. Me alegra estar contigo, aquí, en estos momentos.

–Gracias –Camden apretó su mano–. Por haber regresado. Por no soltarme.

–Lo hice.

–No, no fue así.

–Ah, Camden, si supieras...

–No importa –Camden se detuvo y clavó los ojos en el rostro de Alina–. Lo único que importa es si tú te quedarás esta vez.

–Quizá lo haga –musitó con una pequeña sonrisa. Y eso, para Camden, fue suficiente.


***


–¿Por qué nada está saliendo cómo debería? –inquirió Alina, frustrada, mientras miraba al cielo nublado–. ¡Odio los días nublados!

–¿Y cómo no si eres un sol, Lina? –habló Camden a sus espaldas. Ella giró, con una mirada asesina en sus ojos–. Lo siento, era inevitable decirlo.

–No trates de ser gracioso, en este momento, todo está mal.

–¿La boda...?

–Es al aire libre y puede que llueva. No, estoy segura de que lloverá.

–No creo que llueva... –dijo Camden, pero carraspeó y continuó de otra manera–: te he traído algo.

–A menos que sea...

–¿Un café?

–¡Oh! ¿De verdad? –Alina miró con curiosidad–. ¿Dónde lo tienes?

–Aquí –Camden sacó un termo y se lo entregó–. Te lo he traído recién preparado.

–Vaya, vas mejorando. Si tan solo tuviera...

–¿Chocolate?

–¿Chocolate? ¡Estás bromeando!

–No. Te gustaba, después de tomar café, terminar con un chocolate. ¿No?

–Hace años, Cam.

–¿Ya no lo haces?

–A veces... –Alina medio sonrió–: a veces olvido que eres tú.

–Contrario a mí, que jamás olvido que eres tú.

Alina entrecerró los ojos con sospecha, pero una sonrisa empezó a abrirse paso entre su expresión ensombrecida. Tras un sorbo de café, tomó el brazo que Camden le ofrecía y lo guio hacia el lugar en que se celebraría la boda.

–Gracias por venir.

–Gracias por regresar –musitó Camden y acarició su cabello suavemente–. ¿Puedo invitarte a una cita al terminar?

–No, estoy cansada. Pero puedes venir a casa y cuidar de mí.

–Eso me gustaría.

–Entonces, te esperaré.

–No, yo me quedaré ahí –señaló hacia un rincón– y esperaré por ti.

–Ah, mucho mejor. No tardaré.

–No importa, por ti esperaría siempre.


***


–¿Piensas en ella?

Camden dejó el libro que tenía entre las manos y miró con curiosidad a Alina, quien se encontraba recostada en el sofá de su sala de estar, mirando al techo. Había llegado de visita hacía unos minutos y había decidido que quería descansar, por lo que le había pedido que continuara haciendo lo que sea que hubiera estado haciendo.

–A veces –respondió, sabiendo que no había razón para hacer como si no hubiera entendido a quién se refería.

–¿Qué sientes en esas ocasiones?

–Es triste que alguien tan joven tome una decisión irrevocable.

–¿Por qué?

–Porque vienen muchos momentos más en la vida, algunos por los que vale la pena quedarse.

–Ah.

–¿Te sabe mal que piense en ella?

–No. A veces también lo hago. No se puede evitar.

–No. Me gustaría saber que lo encontró.

–¿Lo encontró? ¿Qué?

–Su lugar, el que buscaba. ¿Recuerdas que lo mencionaste? Ahora quisiera no haberte respondido como lo hice.

–¿Ah sí?

–Sí, porque realmente quiero que sea feliz, donde sea que esté.

–La has dejado ir, definitivamente.

Camden se encogió de hombros y, antes de perder valor, preguntó:

–¿Te arrepientes de haber regresado?

–¿A ti? –Alina giró su rostro hacia él–. No.

–Menos mal. Yo... –Camden se apoyó en la silla y echó atrás la cabeza– estoy tan feliz de que hayas vuelto.

–¿De verdad? –Alina se incorporó y se acercó hasta él. Lo besó en los labios y sonrió–. ¿Me demuestras cuánto?

–¿Cómo?

–¿Debo explicártelo o con enseñártelo será suficiente?

–Siempre he creído que es mejor pasar de la teoría, solo aburre.

–Ah claro, desde los días del instituto.

–Sí.

–Bueno, señor Sforza, deberíamos volver a ver qué han hecho diez años por ti –soltó Alina riendo y lo llevó de la mano hasta la habitación, donde lo despojó lentamente de su ropa y trató de compensar, como siempre lo hacía cuando lo amaba, todos los años perdidos.


Infinitamente - Segunda Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora