Epílogo

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"Porque el amor nunca muere, nunca desaparece, nunca se desvanece, en tanto te aferres a él. El amor puede hacerte inmortal." (Gayle Forman)


–Bienvenido a la familia –susurró Camden mirando al pequeño que tenía entre sus brazos–. Te acostumbrarás a la locura.

–¿Qué le estás diciendo? –inquirió Abilene, acercándose a su cuñado–. ¿Quieres que lo cargue?

–No, Kieran me lo ha dejado y estoy bien –Camden sonrió–. Creo que está por quedarse dormido.

–Si lo logras, estás invitado a casa todos los días.

–Ah, solo si soy útil me invitarás a la casa de ustedes. ¿Es así, Abilene?

–Por supuesto.

–Bien hecho, eres toda una Sforza –bromeó Camden y su cuñada se acercó y lo besó en la mejilla–. ¿Por qué ha sido eso?

–Porque estoy muy feliz de que te hayas quedado. Sentí que te conocía, desde siempre, por cuanto Kieran hablaba de ti. Y, creo, no, sé que él no sería tan feliz de no estar tú con nosotros.

–Bueno, sin duda este pequeño está feliz en mis brazos –Camden continuó mirando al bebé, encantado. ¿Quién diría que se sentiría tan bien tener a un niño en brazos?

Más tarde, cuando el bebé se quedó dormido, Camden lo dejó con sus padres y salió a caminar por el jardín. Estaba en la casa de sus padres, esperando la llegada de Alina, quien había dicho que pasaría más tarde a ver al pequeño Sforza.

–Es un bebé precioso –exclamó Alina a sus espaldas. Camden giró y sonrió–. Hola.

–Hola –se acercó y la abrazó–. Te extrañé.

–Sí –Alina enterró su cabeza en su pecho–. Yo también.

–Entonces, ¿lo has visto?

–¿Al bebé de Kieran y Abilene? Sí.

–Están tan orgullosos.

–Deberían estarlo. Lo están haciendo bien.

–Han sido solo un par de semanas, Alina.

–¿Y qué? Sé que lo están haciendo bien.

–Como tú digas –Camden continuó abrazándola–. ¿Cómo ha estado tu día?

–Creo que no quiero organizar más bodas.

–¿Por qué no? Pensé que te gustaba hacerlo.

–Yo también. Pero ya no.

–¿Por qué?

–Estoy cansada, Cam.

–¿Y qué puedo hacer para que no estés cansada?

–Lo estás haciendo bien. Quédate a mi lado. Sostenme.

–Siempre.

–¿Me amas?

–Sí.

–No te ha costado.

–Porque es la verdad.

–Entonces, dímelo.

–Te amo, Alina.

–Ah, qué bien se siente estar de vuelta en casa –Alina lo estrechó con fuerza–. ¿Te gustaría esperar a que anochezca mientras nos quedamos recostados en el jardín, mirando al cielo?

–¿Deberíamos?

–Sí –Alina se alejó, lo tomó de la mano y lo guio hacia el lugar en que habían pasado interminables noches, el que sería suyo, siempre.


Fin

Infinitamente - Segunda Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora