Capítulo 8

2.1K 312 17
                                    

"Me gustaba sentir que nos parecíamos, pero, al mismo tiempo, su espejo me devolvía la imagen del monstruo en que me había convertido. Ese ser decepcionado hasta la médula, cargando de un sitio a otro con su corazón roto en mil pedazos. Ese puzle ambulante que iba esparciendo sus piezas día tras día, resignado a no volver a verlas." (Mathias Malzieu)


Camden terminó su discurso, elevó su copa en gesto de celebración y la bebió de un trago, esperando que su desesperación no fuera evidente. De verdad, había decidido que, después de aquella tarde, dejaría estar lo de Alina.

Después de una hora en aquella cena de ensayo que se sentía como el mismo infierno, parecía que no, no podría. Quería gritar... quería golpear a alguien... en realidad, si él pudiera ser el objeto de su ira, sería agradable. Sí, ¿por qué no? Lo sucedido, era su culpa, ¿no?

Y ojalá saberlo sirviera de algo. Que Alina estuviera en ese momento riendo en los brazos de otro hombre era consecuencia de varias de sus desacertadas decisiones. Lo había hecho todo mal. Se había alejado y, ¿para qué? ¿Había logrado algo?

Sí, quizá sí. Alina estaba... bien. Y él... él estaba... él era él. Lo que sea que eso significara.

–¿Molesto tan temprano? –Camden miró a su hermano y, por alguna extraña y retorcida razón, sintió deseos de golpearlo.

–Ahora no, Kieran –soltó, con más brusquedad de la que pretendía. Tomó aire y trató de arreglarlo–; quise decir, ¿por qué no vas con tu novia y tus invitados? Todos quieren hablar contigo.

–Lo haría, pero estabas frunciendo el ceño y siendo mi padrino de bodas, eso no luce bien.

Envidia. Eso era lo que tenía. Envidiaba a su hermano y, ¿por qué rayos debía sentir algo así por alguien como Kieran? ¡Él era una buena persona y no tenía la culpa de ser feliz! ¿Qué clase de absurdo sentimiento era ese?

Qué mezquino de su parte, después de que Kieran hubiera decidido olvidar todo el pasado y hacerlo su padrino de bodas, ¿qué hacía él? ¡Lo envidiaba!

–¿Qué sucede? –Kieran acercó su rostro–. ¿Camden?

–Voy a salir.

–Espera. ¿Estás bien?

–No –miró la mano de su hermano, apoyada en el brazo, que lo detenía.

–¿Por qué?

Ante aquella pregunta, sus ojos volaron inmediatamente hacia Alina. Trató de disimularlo pero fue demasiado lento.

–Ah, Alina –Kieran suspiró–. ¿No ibas a... olvidarlo?

–Estoy intentando.

–¿Seguro?

–Kieran, maldita sea, déjame ir.

–No. Huir no soluciona nada. ¿Acaso no has aprendido eso ya?

–Sí –reconoció entre dientes–, pero mirar a Alina así, bien, es más de lo que puedo soportar ahora mismo.

–¿Bien? ¿Alina está bien? ¿Bromeas? –Kieran puso en blanco los ojos, impaciente e incrédulo a partes iguales–. ¿Cómo puedes ser tan estúpido, Camden?

–Oh, volvemos a eso. Diecisiete de nuevo.

–No bromees. ¿Acaso no tienes idea de lo que nos hiciste a todos? ¿Cómo, en verdad, puede una persona llegar a ser tan egoísta?

–Hice lo que pensé correcto en aquel momento.

–Yo también. Y Alina. Todos aquí hicimos lo que pudimos para aceptarlo. Nos dejaste sin opción, por supuesto, pero lo hicimos.

Infinitamente - Segunda Parte (Sforza #7)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora