Capítulo cinco

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Por la tarde cogemos el avión para volver a España. Podría decir que me ha gustado Dortmund, pero apenas he visto la ciudad.

Como ya dije, el viaje de vuelta está muy animado, aún con una pequeña celebración por la victoria. Estoy sentada con Samu hablando, ya se nos ha pasado el enfado, cuando Marcelo y Luka se sientan detrás nuestra.

—Hola cariño, Clarice va a enfadarse mucho conmigo cuando se entere de lo nuestro. Me va a caer una buena —dice Marcelo.

—Sí, y a mí me ha dolido mucho que me engañes con él. Creía que eras mi amante, no que jugabas a dos bandas —continúa Luka, apretándose el corazón mostrando dolor.

Me giro de brazos cruzados y los miro con cara asesina, entornando los ojos.

—No hace ni puta gracia —comienzo—, no sabéis lo mal que lo he pasado. Por un momento creí que alguien iba a reconocerme o que alguno dijese quién soy. Lo he pasado fatal.

Ríen fuerte, incluso algunos compañeros cercanos se giran para ver qué ocurre.

—Me he perdido —dice Samu confuso, no debe haber visto la entrevista.

—Olvídalo —no necesito a más gente con bromitas respecto a esto.

Me quedo dormida escuchando música por la falta de sueño de la noche anterior.

No tengo más trabajo hasta el sábado, que me toca fotografiar el entrenamiento, y después el domingo hay partido.

El jueves salgo con Melissa, mi mejor amiga, y unas cuantas más. Ésta es una de esas noches en las que nadie me reconoce. Dejo a un lado los vaqueros, las blusas, los zapatos planos y las colas de caballo, para dejar sitio a mini vestidos escotados, tacones de infarto y maquillaje. No es mi modo de vestirme favorito, pero salgo a pillar cacho y pasarlo bien. Todo sin ataduras ni nada serio, solo diversión. Es como si me transformara en otra chica completamente distinta.

No he podido quitarme el momento que estuve con Marco en esa habitación. De verdad que me quedé con ganas de tener algo. Luego pienso mejor quién es y me olvido, casi. Además, estas salidas son diferentes. Yo escojo al tío, yo seduzco al tío, yo consigo que me lleve a su casa y yo decido cuándo irme. No manda él en toda la noche, aunque él pueda creerlo así, soy yo la que maneja todo. No me dice "acuéstate conmigo" y voy, no soy una facilona.

Melissa me recoge en casa. Me echa un vistazo de arriba abajo antes de subir y se pone en marcha. Hemos quedado con las demás en la entrada de la discoteca.

—Si fuese lesbiana, me acostaría contigo —suelta antes de llegar—. Deberías vestirte más así, ese vestido te queda de muerte.

—Olvídalo, no pienso ir por la vida enseñando tanto.

—¿Qué tal tu viaje a Alemania? —cambia de tema rápido. Omite todas las preguntas respecto al fútbol. Al contrario que yo, lo odia—. ¿Has pasado frío?

—Ha estado bien. Y sí, hace muchísimo frío, es la única pega que le pongo —además de momentos incómodos con deportistas en fiestas. ¿Conseguiré olvidarlo algún día? No se me iba de la cabeza—. Ganamos el partido —en realidad no, pero no voy a explicarle el tema de ida y vuelta en partidos de Champions. Con decirle que ganamos es suficiente.

—Me alegro, dale la enhorabuena al equipo de mi parte.

—Lo haré.

Somos las últimas en llegar, pero entramos directamente porque todavía es temprano y no hay demasiada gente.

Empiezo a observar a los tíos de hoy, buscando una buena presa. Paseo la vista por un grupo de barrigones, busco a uno que haga deporte; dos o tres con entradas, me gusta que tengan pelo; otros demasiado pequeños, no voy de pederasta; pasados todos ellos, ya comienzo a ver gente aceptable de mi edad. Los hay rubios, morenos, pelirrojos y uno con el pelo azul. A ese lo descarto de inmediato.

Nos acercamos todas a la barra y pedimos chupitos para dar por iniciada la diversión. Solo bebo dos, soy la que menos alcohol toma. Después de cinco rondas más de bebida y cuatro bailes, se nos une un grupo masculino en el que hay muchos que me llevaría. Me fijo especialmente en un castaño de ojos oscuros y profundos. Parece que se llama Hugo, me saluda acercándose mi mano a los labios para darme un beso en los nudillos. Me recuerda a Marco, aunque él me beso con más delicadeza. Pero, ¿qué estoy diciendo? Tengo que quitármelo de la cabeza ya. Bueno, al fin he escogido mi presa para hoy.

Bailamos y me invita a un par de copas más. Al final de la noche, ya estamos en su habitación. He escogido muy bien.

Abro los ojos y me encuentro un bíceps bien trabajado flexionado para tener el brazo bajo la cabeza. Tiene tatuado una «A», espero que no sea de su pareja. Soy la menos indicada para hablar de parejas, ya que no quiero tener nadie a mi lado, no creo en el amor. Pero tampoco me gusta ir rompiéndolas por tener un rollo de una noche.

Me levanto a vestirme, busco mi bolso en el sofá y los tacones en la entrada. Me acerco al armarito de la cocina y cojo unas galletas antes de irme. Ayer no cené y me rugen las tripas.

Me subo a un taxi que me lleva a casa, y paso el resto del día descansando y haciendo la compra de la semana.

Mi móvil canta, y leo el nombre de «Melissa» en la pantalla.

—Hola guapa, ¿qué tal anoche?

—Bien, uno de los mejores polvos en los últimos meses —contesto. En realidad me llama para decirme sus aventuras, y le doy el gusto de contármelas—. ¿Y tú qué?

—Resultó que era bisexual, o un gay probando a las mujeres, y su novio nos pilló esta mañana dormidos —que un homosexual te utilice para volver a comprobar si le gusta el sexo opuesto, duele. Te deja la moral por los suelos—. Prácticamente me ha echado desnuda de la casa. He tenido que colocarme bien el vestido y ponerme los zapatos en la puerta.

—Mientras no te haya visto nadie…

—Ahí está el problema —arqueo las cejas, inconsciente de que no puede verme—. Ha salido el vecino de al lado, que por cierto estaba buenísimo, y por poco no me ha pillado con un pecho fuera. Me ha invitado a su casa para que pudiese arreglarme, tenía el pelo y la cara hechos un desastre, y me ha contado que mi rollo de anoche lleva mujeres a su casa para poner celoso a su novio cada vez que discuten. Me siento utilizada.

—¿Has entrado en su casa sin más? ¿Sin saber si era un violador o un asesino en serie?

—Eh, tú anoche hiciste lo mismo.

Cierto. Decido callarme antes que darle la razón.

—Nos vemos mañana, chao.

—Ya hablamos.

Y cuelgo.

El entrenamiento del sábado transcurre normal, sin alteraciones, y ningún periodista vuelve a nombrar a la "amante secreta de Marcelo y/o Modrić".

El domingo hay partido de Liga. Estoy haciendo las fotografías tranquila, como siempre, hasta que veo en el palco un hombre que llama mi atención. Un rubiales del que me he aprendido muy bien su cara.

Echte Liebe (Marco Reus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora