Capítulo doce

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Cuarto día sin Marco.

Lo llevo bien. Me ha llamado y tengo cientos de mensajes, pero no hago caso. Si hablan de él en televisión, cambio de canal, o si lo veo en el periódico, paso a la página siguiente.

El partido contra el Athletic de Bilbao quedó en empate. Discutí con Samu por irme a Ibiza con Marco:

«—¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? —gritó Samu.

—Es mi vida, ¿vale?

—Lo sé, pero si no te protejo yo, ¿quién lo va a hacer? —preguntó señalándose con ambos brazos.

—Sé protegerme yo sola. Además, tengo a Melissa, Marcelo, Iker, Án…

—No me entra en la cabeza cómo puedes confiar en ellos —me interrumpió—. ¡Son futbolistas que solo piensan en ellos mismos! ¡Despierta ya de una vez!

—¡No hables así de mis amigos! —estaba muy furiosa.

—No son amigos Emily, todo es trabajo.»

Lo último que hice fue echarle mi copa por encima y largarme. Tuvo el valor de sacarme fuera del hotel en mitad de la cena cuando comenzaron a hablar del tema para gritarme todo aquello.

No duermo bastante por las noches, por no decir nada, porque estoy dando vueltas con muchos "¿Qué hubiese pasado si…?" en la cabeza.

Ya he comenzado con la mano de pintura en casa. Por ahora estoy quitando los muebles del salón, tras haber limpiado. Me ha llevado todo el día.

Ahora son las cuatro y once de la mañana, aún no he dormido. Tengo la almohada húmeda de tanto llorar, como las otras noches.

Miro el reloj. Diez menos veinte. Parece que me he dormido un rato.

He pensado en llamar a Mesut. Si aún tiene mi número será porque se acuerda de mí.

—¿Mesut?

—¡Emily! ¡Cuánto tiempo! ¡Te echaba de menos!

Su voz. Está feliz, eso me alegra muchísimo y vuelvo a sonreír como no lo hice desde… desde Ibiza…

—Hola, ¿qué tal en las tierras inglesas?

—Muy bien, vamos de los primeros en la Premier. ¿Cómo te va por España?

—Genial… —una pequeña mentira no hace daño.

—Quería que fuese una sorpresa, pero ya que has llamado… Iré al partido de mañana. Podemos salir y nos ponemos al día, ¿te apetece?

Suelto un gritito. ¿Que si me apetece? ¡No podría estar más feliz!

—Claro, ¿sobre qué hora llegas? —estoy dando saltos por la habitación, hasta que me doy un golpe en el dedo pequeño del pie con uno de los muebles y me tiro al suelo llorando de la risa y del dolor—. Ay, ay.

—¿Emily qué has hecho? —comienza a reír—. Por la mañana estoy allí.

—Entonces iremos a comer —digo entre risas.

—Vale, ya te llamaré. Hasta mañana.

—¡Hasta mañana! —cuelgo.

Se me ha ocurrido pintar cada habitación de un color, y mi cuarto será como un cuadro. Escribiré cosas, dibujaré recuerdos, algo diferente. La sala de estar es de un color amarillo suave, como las hojas viejas, como algunas veces ha llevado el pelo Marco. Me doy un golpe en la cabeza. ¡Sal de mis pensamientos! La entrada marrón claro, la cocina será rosa salmón, el baño celeste como el cielo y los pasillos verdes como un campo de fútbol recién regado. Voy a estar mucho tiempo entretenida.

Echte Liebe (Marco Reus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora