Capítulo veinticuatro

3K 98 21
                                    

Me suelta y pone espacio entre nosotros. Con una mano en la cintura, se pasa la otra por el rostro.

—¿Qué pasa ahora, Emily? —pregunta serio.

—Si vamos a pasar tiempo juntos, tendrá que ser en secreto. No quiero salir en portadas de revistas —explico cortada.

Él está acostumbrado a tener una cámara cerca siempre que sale, pero yo necesito una vida normal.

—¿Tengo que ocultarle al mundo la belleza de mi novia?

Noto unos elefantes en mi estómago cuando escucho esa palabra.

—Sí. Además, a mí nadie me ha pedido que sea su novia. Yo aún sigo soltera —respondo juguetonamente.

Enarca las cejas y sacude la cabeza. Técnicamente, no tengo pareja. Y él tampoco, eso me preocupa.

—Está bien, seremos discretos, lo que sea. Pero así no podremos vernos tanto. Cuando comience la Bundesliga tendré que estar casi siempre en Alemania, y dentro de poco volveré para la pretemporada. Aún puedo escaparme un poco, al menos hasta que termine de recuperarme por la lesión.

—Podré soportarlo, así no me cansaré de ti —me parece imposible cansarme de él, pero es la única forma de seguir adelante.

Acepta, únicamente por tenerme contenta.

Estamos esperando a que se horneen un par de pizzas, decidí bajar a comprar las bases e ingredientes –sí, sola, no es plan tener a Reus paseando por la calle–, por no hacer algo más complicado. El rosa de la pared ahora tiene una mancha roja. Esto se debe a que el gracioso de Marco me ha untado tomate por la nariz y los mofletes, yo he contraatacado, él lo ha esquivado y mi disparo acabó en la pared. Me contestó con un «¡Eh! Cuidado con mi pelo», entonces cogí la mozzarella y se la eché en la cara.

Cuando terminamos de cenar, nos echamos en el sofá, como si fuese lo más normal del mundo tener a un futbolista descansando en tu casa. Marco se sienta en una esquina a ver la tele, yo me tumbo con la cabeza en sus muslos a leer. He de decir que la pierna de un jugador es de lo más cómodo que he usado como cojín.

—¿Qué lees? —inquiere, apartándome un mechón de la frente.

—Pasajes de Moccia —contesto sin prestarle mucha atención.

Escucho una pequeña risa, y levanto la mirada para encontrarme con esos ojos verdosos.

—Parece que debajo de toda esa armadura eres una romántica empedernida —comenta.

—Cuando encuentre el amor verdadero, seré una romanticona. Mientras tanto, no —le corrijo.

—Pues aquí me tienes. Ya puedes ser una romántica. Soy tu echte liebe —contesta señalándose con un pulgar.

—No eres mi echte liebe, como tú has dicho —me río.

—Señorita Montero, tarde o temprano tendrá que aceptarlo —vuelve a mirar la pantalla.

Sigo leyendo un rato, hasta que Marco me da golpes con el dedo en la cabeza. Interrumpo mi lectura, otra vez. Cuando le miro, señala el reloj de pared con la barbilla. Desvío mi mirada hacia allí, sin entender. Es medianoche.

—Mi premio empieza ya —me susurra al oído, leyéndome los pensamientos.

Con una cara maliciosa, me acaricia el pelo, planeando mi tortura.

—Vamos a dormir, es tarde —sugiere.

Asiento y me levanto, voy al cuarto con Marco siguiéndome. Cojo mi pijama y voy a salir para cambiarme al baño, pero me frena.

Echte Liebe (Marco Reus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora