Capítulo treinta

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Salgo tras una relajante ducha y me encuentro con Elizabeth sentada en la cama y ojeando el móvil. Silbo para llamar su atención, con éxito.

—Vamos a bajar ya, toca reunión —le digo.

Coge una pequeña mochila, en la que guarda el teléfono, y sale tras sujetarle la puerta. Compruebo que esté bien cerrada y vamos al ascensor. Flexiona la rodilla rápido dando golpecitos con el talón, supongo que está nerviosa.

—¿Has conocido ya a los chicos? —pregunto antes de que se abran las puertas.

—¿Los chicos? —inquiere confundida.

Nuestras miradas se encuentran en el espejo y enarco una ceja.

—Me refiero al equipo. Ya sabes, los "décimos campeones de Europa" —enfatizo lo último, dándole un poco de dramatismo.

Pulso el botón de la planta baja y ella se queda ojiplática. Niega con la cabeza.

—Ojalá. ¿Tú los conoces? —dice con un hilo de voz.

Me río. Solo me falta verlos en pleno acto sexual. Borro esa idea de la mente de inmediato. Dios santo, Emily, ¿en qué cojones piensas? –nunca mejor dicho–.

—Por supuesto. Luego te presento a algunos.

—¿De verdad? —pregunta con un tono de esperanza.

Asiento sonriendo de lado. Espero que no haga como Miriam y se vuelva loca. Abajo le muestro al recepcionista mi identificación de fotógrafa para el Club y me indica una puerta que hay al fondo, donde se hará la reunión. En estos momentos suelo sentirme importante.

—¡Espera, Em! —grita Pepe.

Me giro y lo veo a un paso rápido. Va con Fábio.

—Llegamos tarde, vamos a ser los últimos —se queja el último.

La verdad es que todo está bastante calmado por aquí, así que deben de haber entrado la mayoría. De repente me acuerdo de que tengo al lado a mi nueva compañera y es un mal momento para presentaciones, pero no me importa.

—Fábio, Pepe, esta es Elizabeth, mi nueva compañera —muevo la mano de uno a otro conforme los nombro.

Ambos se acercan a darle un beso y ella está paralizada, con las mejillas rosadas.

—¿Cuál es tu misión aquí? —pregunta el más moreno.

Yo tampoco sé de qué trabaja. Me doy una patada mentalmente por no haberlo preguntado antes. La miro expectante, pero no dice nada. Le doy un codazo discreto para que reaccione. Parpadea un par de veces y se decide a hablar.

—Soy fisioterapeuta —murmura.

Vaya, conque tenemos aquí a una chica inteligente.

—Entonces nos veremos pronto —sonríe Fábio.

Tengo entendido que está terminando de recuperarse de una lesión o algo así. Entramos a la sala. En efecto, somos los últimos en entrar y Ancelotti nos echa una mirada furibunda. Me siento mal por Eli, es su primer día y llega tarde. Nos reparten los calendarios con las horas de los entrenamientos y la salida de aviones o trenes. Resoplo al ver las hojas. Esto es peor que cuando estuve con la AFA recorriendo todo Brasil. Solo hay dos fotógrafos, así que tengo que estar en todos los acontecimientos. Habrá visitas de gente importante como Beckham, lo que indica más trabajo extra para mí. Vamos a estar de acá para allá durante dos semanas o más. Todo dependiendo de si llegamos a la final, aunque en el calendario ya lo dan por hecho. Echo la espalda atrás en la silla, y miro con disimulo los papeles de la nueva. Parece que estará en todos los entrenamientos y partidos. No voy a dejar que se despegue de mí en ningún momento hasta que pierda toda esa vergüenza.

Echte Liebe (Marco Reus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora