Capítulo veintiocho

2.3K 92 41
                                    

Marco.

Es lo único que se me viene a la cabeza.

Marco.

Empujo a Brian en el pecho con ambas manos, pero lo único que consigo es que me apriete más. Me hace daño, por dentro y por fuera. Cuando afloja la mano que me atrapa la barbilla, separo mis labios de los suyos y consigo respirar. Le doy tal guantazo que ladea la cabeza. Aprieto los dientes, me he hecho daño en la mano. Él se masajea la mejilla, ahora roja por el golpe.

—¡Brian, fuera de mi casa! —grito.

Veo cómo saca a relucir su maldita sonrisa, la que usa para convencer a sus ligues.

—Te ha encantado, Emi —ronronea.

Asqueo el rostro. No aprendió desde la última vez. Pasea la mano por mi cintura, bajando por el muslo. Me levanto, liberándome el cuerpo de sus caricias.

—Brian, vete o llamo a la policía —cierro los puños y le miro la nariz. No tengo el suficiente valor de hacer un contacto visual—. Estoy hablando muy en serio.

Ladea la cabeza y chasquea la lengua.

—No te engañes más, aún estás dolida porque te largaste.

Bufo.

—Te largaste tú, yo rompí. Y estás tardando en sacar tu trasero de aquí.

Parece que cede, porque echa a andar hacia la puerta. La abre y sale, pero asoma la cabeza.

—He vuelto, y esta vez voy a quedarme —murmura antes de dar un portazo.

Corro a cerrar con llave. Luego voy hasta mi cama y me tumbo, dispuesta a dormir y acabar con este mal día, por muy temprano que sea. Me abrazo a mí misma. Ojalá estuviese Marco aquí y lo hiciese él.

Cómo he podido ser tan estúpida. Estaba claro que no podía confiar en Brian, después de tanto que he sufrido por su culpa y sigo dándole oportunidades. Y aparte, es como si hubiese engañado a Marco. Bueno, no es "como si", es que le he engañado, además de mentirle. Dije que no pasaría nada y nos hemos besado. Me siento una mierda.

El teléfono corta mis pensamientos, para variar.

—Hoy quería darte yo las buenas noches —se me hiela la sangre al escuchar el lindo acento de Marco—. ¿Qué tal te ha ido el resto del día?

—Genial —miento, con un hilo de voz.

—Cielo, ¿estás llorando? —su voz se tiñe de preocupación—. Emily, me estás asustando —rompo a llorar, más fuerte—. Emily, dime qué te pasa, puedo tomar un avión ahora mismo. ¡Háblame! —suelta unos tacos en alemán, fuera de sus casillas.

Respiro hondo y me tranquilizo un poco. No puedo decirle que Brian ha estado aquí, y menos que me ha besado.

—No te preocupes, Marco. Es que estaba viendo una película romántica, y es muy triste —miento de pena.

—No parece que haya sido una simple película —dice vacilante.

One Day puede ser muy dolorosa —insisto, secándome una lágrima que cuelga de mi barbilla.

Cierro fuerte los ojos, con la esperanza de haberle convencido. Lo que ha pasado hoy nunca saldrá a la luz.

—No sé cuál es. Tendré que verla algún día contigo, a ver si es tan dolorosa como dices —me río.

Lo irónico es que yo tampoco la he visto, Mel me la recomendó hace tiempo.

Charlamos durante un rato sobre su tarde, aunque algo falla. Él se comporta normal, pero yo siento que lo estoy tratando como un tonto, como si le hubiese engañado en sus narices y me estuviese burlando de él. La conciencia me reconcome por dentro durante toda la noche.

Echte Liebe (Marco Reus)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora