Día 49

7 2 0
                                    

Querido Gabriel,

Quiero que sepas que...

Te doy las gracias completo imbécil.

¡Sí, lo sé!

¡Sé que ha sido decisión mia!

¡Sé que fui yo la que volvió a caer!

¡Soy consciente de todo eso!

Pero...

¿Quién tiene aquí la culpa de ser tan bipolar y contagiarme eso?

Pocas personas, repasemos quiénes:

Tú,

Tú,

Ehmmm... Déjame pensar...

¡Ah, sí!

Tú,

Tú y...

Creo que me falta alguien...

¡Claro! Casi se me olvida, qué despiste:

¿¡Por qué me haces esto!? ¡No he aguantado ni 2 semanas! ¡Me faltaba 1 día! ¡1!

Bien, para los que me leen seguro que no entienden nada (Aunque ese estúpido si), así que explicaré todo de nuevo.

Volvamos a empezar:

Querido Gabriel,

Quiero que sepas que...

Hoy, me he sentido completamente ajena a quien solía conocer.

No fui la chica dura, soberbia, sin sentimientos y morruda que sé  que soy.

En cuanto te vi entrar por la puerta supe que algo no iba bien, y no era algo relacionado con Sandra y tus sentimientos (Que sigo sin comprenderlos, es que de verdad, ¿Cómo puedes enamorarte de alguien tan falsa?) hacia ella.

Tu rostro no hacía más que ocultar tus gritos internos.

Te miré inevitablemente las siguientes dos horas.

Noté una marca casi morada en tu ojo izquierdo.

Todo el mundo se abalanzaba sobre ti y te preguntaba como te habías hecho eso.

Como siempre, le buscabas el lado gracioso a la situación e intentabas quitártelos de encima.

Tras hablar con Elena, intentando decidir si deberíamos buscarte en  el recreo para indagar más en el asunto, acabamos eligiendo no hacerlo puesto que no queríamos ir e interrumpir tu quedada con amigos.

El sonido del recreo inundó nuestros oídos y nos apresuramos en subir a la cafetería donde solíamos juntarnos las chicas.

Ya allí, te vimos, y noté como Elena quería frenarse y hablar contigo pero se resignaba.

Estabas solo, sin tus amigos, autoexcluído de tu grupo.

Me senté a tu lado.

Las chicas me siguieron.

Hablamos.

Preguntamos.

Pero como siempre;

No recibíamos respuestas.

Te veía llorar.

No podía creer que no pudiera soportarlo.

Me retiré de allí.

Laila me acompañó.

No pude hacer más que llorar.

No podía controlarlo y me jodía mucho.

Quería parar.

Pero no podía.

Volvimos a tu lado una vez me tranquilicé.

Sólo querías silencio.

Pero intentamos hacerte reír.

En eso, aparecieron Sandra y su grupo que decían ser "amigos" pero se notaba que no eran más que pobres ciegos que habían caído en la misma trampa que tú.

Ella te llamó.

Fuiste.

Se pusieron a hablar.

Las chicas intentaron convencerme de que no volverías ya que te habías llevado la mochila.

Y así fue.

Pasaba el tiempo.

Y seguías con esa.

Me cansé.

Tomé mi mochila.

Y me marché junto a mis amigas.

Y ahora sí:

Vete a la mierda.

Quiero que sepas que...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora