-¿Se...se va a poner bien?-pregunté sumamente preocupada.
-Sí tranquila, solo son algunas costillas rotas y golpes. Nada grabe para un Duncan.
-Necesito verle- dije con la voz entrecortada. No me había percatado de que estaba llorando.
-Intentaremos conseguirte un permiso de salida lo antes posible, pero son bastantes estrictos en ese lugar. Y tu padre no es muy bueno tratando con ese tipo de gente.
-¿Max no puede hacer una de las suyas?-pregunté esperanzada.
-Peque, lo que hace Max no es legal.
-Lo sé.
-Está mal- su tono era de advertencia-Te prometo que conseguiré que vayas a verlo, solo dame tiempo-suspiré.
-Esta bien...oye Paul, te cuelgo grandullón. Necesito despejarme.
-Claro peque, nos vemos.
-Nos vemos-me despedí al mismo tiempo que secaba una lágrima rebelde.
Respiré hondo varias veces. No lloraría. Aunque me sentía enormemente culpable, Logan se pondría bien. Y cuando fuera a visitarlo pensaba alegrarle con la noticia de que estaba en el equipo de boxeo. El hijo de "la fiera" tendría que lidiar con mi presencia.
Tras ir a mi habitación para coger los guantes de boxeo y dar varias vueltas llegué al gimnasio. Abrí la puerta metálica y entré en el gran establecimiento, algo perdida comencé a buscar algún saco de boxeo que pudiese golpear.
-¿Necesita ayuda señorita?-una señora mayor me miró curiosa.
-Sí, busco los sacos de boxeo-respondí amable.
-Sigame.
Cruzamos prácticamente todo el gimnasio para llegar, por fin, a una...¿una puerta?. La miré confundida y ella rió.
-Tienes que entrar en esa habitación.
Asentí y curiosa entré por aquella puerta. Miré la habitación eufórica, ¡había un montón de sacos! ¡y todos de buenas marcas! ¡hasta había un pequeño ring! Me acerqué segura a uno de los sacos cuando un cuerpo me bloqueó el paso.
-Princesa, creo que estas perdida- el hombre me habló con tono de burla.
-No lo estoy-contesté secamente.
-¿Y que haces aquí?-preguntó.
-Voy a boxear-comencé a vendarme las manos ignorando su intensa mirada.
-Puedes romperte una uña -rió- las chicas de hoy en día...van a una clase de zumba y ya se creen que puede hacer de todo.
Me mordí la lengua. Le demostraría que se equivocaba mediante hechos. Cuando terminé de colocarme los guantes me acerqué a él.
-Eres un machista de mierda-susurré lentamente.
Sin darle tiempo a contestar me acerqué a uno de los sacos y comencé a golpearlo con fiereza. Despejando la mente y aumentando mi euforia, adoraba esa sensación. Los golpes eran cada vez más fuertes y rápidos, nada con lo que no pudiera lidiar. Practiqué alguno de los golpes que me enseñó Paul, él era el experto el ganchos y golpes certeros. No sé cuánto tiempo estuve así, las horas pasaban volando cuando se trataba de boxeo. Lo que sé es que aquel hombre había abandonado la sala. Y me alegraba. No aguantaba a la gente que discriminaba, fuera por sexo, raza o cualquier otra cosa.
Giré sobre mi misma decidida a irme, pero me sobresalté al ver la mirada de un chico clavada en mi. Sus rasgos eran asiáticos y su cabello oscuro se encontraba revuelto, debido a su respiración entrecortada y sus puños vendados di por hecho que estuvo boxeando. En su cara estaba plasmada la tranquilidad absoluta. Inspiraba una paz sobrehumana.
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Ella también sabe boxear
Teen FictionEsta historia no es mi, es de ella: ApoloAfrodita Como lo dijo en su ultimo anuncio: "Y por favor, aunque suene obvio, si la continuáis y usáis mi material me gustaría que me nombraseis, es decir, que dejéis claros que parte (y la idea en si) es de...