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-Buenos días, Mila. -murmuró una joven cuando vió a su jefa y amiga salir del ascensor y pararse frente a ella en la pequeña recepción de su estudio con su habitual mochila gris colgada de uno de sus hombros. Una sonrisa apareció en sus labios mientras echaba una rápida mirada al reloj en la pared. Ocho en punto. Puntual como siempre.

-Buenos días, Dinah. ¿Qué tenemos para hoy? -la chica con el cabello rubio se ajustó sus gafas de lectura y bajó la mirada hacia la agenda que tenía frente a ella en su escritorio.

-El señor Jefferson recogerá sus fotos en más o menos veinte minutos. -la mayor asintió atentamente. -Después, a las 10 de la mañana, tienes una sesión de fotos con el bebé de la señorita Marielle... y con su cachorro también. -ambas rieron levemente.

-¿Sólo eso? -preguntó Camila empezando a caminar hacia la puerta del fondo.

-Y hay una pareja que quiere consultar contigo para una sesión de fotos para una boda. -Camila suspiró deteniendo el paso. -Vendrán a las 2 de la tarde. -la morena asintió levemente volviendo a caminar y rápidamente encerrándose en su estudio. El único lugar que le daba la paz que necesitaba.

Suspiró y dejó su mochila en el sillón justo a lado de la puerta y caminó frente a la tela blanca que cubría gran parte de la pared y del suelo, para poder quedar frente a la ventana.

De nuevo ese pensamiento atormentando su mente como en los últimos 10 años.

Le encantaba su trabajo. La conexión que tenía con la cámara era muy fuerte y amaba tomar fotografías pero simplemente no soportaba fotografíar parejas.

En toda su vida, Camila sólo había tenido una relación. A los 15 años estaba completamente enamorada de una chica de un curso mayor que ella y a los 16 tuvo el valor de confesarle su amor. Esta chica simplemente le sonrió y le preguntó si quería ser su novia. Obviamente Camila dijo que sí y entonces empezó su relación. Su primer noviazgo.

Ella estaba enamorada y nunca se dió cuenta que su, en ese entonces, novia no tenía el mínimo interés en ella y en lo que tenían. Unos meses después se dió cuenta del desinterés de su chica y decidió terminar todo.

Parecerá tonto pero desde entonces Camila ya no quiere tener nada que ver en una relación. Varios chicos y chicas se acercaron a ella para poder tener algo pero Camila los rechazó porque aún sentía el dolor que le causó su primera relación. Cada vez que veía a dos personas besarse o abrazarse algo se rompía dentro de ella por todas las promesas que su ex novia le prometió y que rompió en menos de un año.

Un suspiro escapó de sus labios mientras veía la ajetreada vida que tenía la gente de Miami desde la ventana. Gracias a que su estudio estaba en el cuarto piso del edificio, tenía una buena vista de la ciudad.

-¿Mila? -se giró rápidamente para ver a Dinah en la puerta. No la había escuchado. -¿Estás bien? -la morena dió un rápido vistazo al reloj. Había estado más de media hora de pie viendo por la ventana.

-Sí, todo bien. -sonrió caminando hacia su mochila y sacando su cámara. -Estaba... pensando. -le dió la espalda a su amiga mientras encendía su preciada cámara y la encendía.

-¿En qué? -Dinah dejó la puerta entre abierta y se sentó en el sillón para quedar frente a Camila quien evitó su mirada.

-En nada importante. -murmuró caminando hacia la tela y enfocando la cámara. Tomó un par de fotografías para configurar la luz y el enfoque hasta que el rostro de Dinah apareció frente al lente. -Dinah... -se quejó bajando la cámara.

-No me puedes mentir, Chancho. Te conozco como a la palma de mi mano. -Camila suspiró bajando la mirada. -Estabas pensando en ella... ¿cierto? -la morena se acomodó su cabello con su mano nerviosamente. -Mila... -Camila levantó al vista mientras dejaba la cámara en una mesita donde tenía varios lentes para su cámara.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora