Capítulo 5.- Sentencia

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Escuchaba gente murmurando no muy lejos de donde me encontraba, la verdad es que no apreciaba absolutamente nada más que sombras aún más obscuras que la noche, moviéndose de un lado a otro dentro del salón en donde me tenían hincada. De vez en cuando lograba entender las blasfemias con las que se dirigían hacía mi y que me causaban un poco de gracia el saber que esas personas, si es que lo eran, no tenían la más mínima idea al igual que yo del porque estaba sumida en todo este lío.

Parecía que era una pesadilla que la noche anterior Hina me hubiese rescatado de mi propia casa para después irnos volando por los cielos con un montón de criaturas extrañas, es hasta este momento en el que me tienen atada de las muñecas cuando entro en razón que nada de lo que pasa es mentira. 

Después de que Hina y Kaito me salvaran, nos dirigimos rumbo al bosque Aokigahara a las afueras de Tokio y nos adentramos entre la neblina seguramente para buscar algún tipo de refugio, sobrevolamos por los tétricos árboles en donde seguramente en alguno de ellos colgaba el fétido cuerpo de un Karoshi, hasta que finalmente aquellas bestias descendieron en un terreno pastoso en donde justo en medio había una roca de aproximadamente cuatro metros, con un poco de dificultad bajé de Cerbero y lo observé unos instantes ya que era una criatura verdaderamente hermosa, me preguntaba si algún día podría llegar a tener un compañero como él pero mis pensamientos se dispersaron cuando  Hina me tomó bruscamente del brazo y me condujo hacía la puerta que tenía dibujada la enorme piedra, con su pálida mano sacó de su bolsillo derecho una extraña figura parecida a una luna con diamantes de colores incrustados en el borde, muy parecida al dije de sol que me había heredado la abuela Karim.

- Se vendrán cosas malas pero no te resistas, te prometo que todo saldrá bien - me susurró Kaito, de quien no me había percatado que estaba detrás de mi.

Regresé la mirada a Hina quien ya tenía sus ojos fijos en mi, después miró hacía sus costados y en un movimiento rápido estampó el objeto en la roca, misteriosamente el marco de aquel dibujo comenzó a emitir una luz muy brillante con símbolos muy parecidos a los del maletín de Yuu. Los bordes de madera comenzaron a brotar sobre la superficie lisa y en menos de un minuto ya había una portezuela abierta, empujada hacia el interior por Hina me llevé la gran sorpresa de que el  mundo al que habíamos entrado era totalmente igual al bosque Aokigahara en donde estábamos hace unos segundos, la única diferencia es que en este había un castillo en el fondo muy al estilo gótico y los edificios modernos de la ciudad que se podían ver asomándose entre los árboles habían desaparecido.

Después de aquel momento no pude saber que pasó ya que me vendaron los ojos y ataron mis manos, llamé a Kaito algo nerviosa porque sabía que ni en Hina podría confiar, pero lo único que pudo contestarme es que tuviera paciencia. Algo me decía que debía confiar en él por lo que no opuse resistencia y dejé que me llevaran, después de algunos minutos caminando me metieron a algún sitio y lo último que escuché fue una puerta cerrarse detrás de mi.

                                                                                                  ...

Probablemente pasaron algunas horas, no estoy segura ya que por el cansancio me quedé dormida hasta que abrieron la puerta de un solo golpe y con gritos y empujones me trasladaron a otro lugar. Ahora estoy aquí, hincada, atada de manos y en lo que quizá es  una dimensión paralela, sentí como unas manos detrás de mi removían la venda de mis ojos, pero no pude ver más que obscuridad y sombras deambulando, estas sombras dejaron de moverse y en frente de mi se abrió una puerta bruscamente por la cual entró un hombre con túnica negra y antifaz amarillo.

  - ¡Castíguenla! merece morir, ¿Cómo es posible que lo haya dejado salir? ¡¿Quién fue el Invocador que le dio esa responsabilidad?!  - parloteando y agitando las manos gritó dirigiéndose a la multitud que se encontraba en las gradas al rededor del lugar, gracias a la luz que entraba por la puerta pude notar que estábamos en un amplio salón que me hacía recordar a una especie de juzgado, al rededor en los palcos había cerca de 100 personas con túnica negra aparentemente de edad más avanzada.

Cayendo a las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora