Capítulo 4.- El pasado no es un sueño

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Una gota de sudor brotaba de los poros de mi frente y resbalaba a lo largo de mi mejilla derecha hasta llegar a la comisura de mis labios y adentrarse a mi boca abierta, era salada y tan fría que me hacía temblar.

Ya no me quedaban fuerzas para seguir gritando por lo que mis cuerdas bucales solo podían emitir un escalofriante sonido digno de una película de terror, sumado a la extraña posición que había tomado hacía que quisiera morir en ese instante.

Pasaron cerca de cinco minutos desde que el extraño ser de huesos intentaba extraer de mi interior la esfera de luz, que al percatarse que me negaba a dársela me señaló con el dedo índice de su otra mano y comencé a levitar hasta que mi espalda quedó pegada a la pared y mis brazos extendidos hasta la altura de mis hombros, ya no lograba mover mis piernas debido al peso que la gravedad ejercía sobre estas pero aun así seguía luchando por mantener la esfera dentro. Ante la desesperación de obtenerla el demonio lanzó un grito de furia y una ráfaga de aire invadió la habitación haciendo volar varios libros y papeles que había sobre el escritorio, fue entonces que la túnica salió disparada mostrando el cuerpo completo de ese ser, sus manos esqueléticas eran muy largas a comparación de un humano promedio, su cabeza alcanzaba a tocar el techo y estaba repleta de cabellos rojos que le llegaban hasta los hombros y parecían largas llamaradas de fuego que le cubrían por completo el rostro solamente dejando entre ver la cuenca de un ojo completamente obscura, podía ver su corazón del mismo color a través de los huesos de su pecho ya que solamente vestía una especie de tapa rabo de donde salían unas largas piernas de humano en estado de putrefacción.

Su respiración que era fuerte se vio interrumpida cuando ambos nos percatamos de una presencia que se acercaba, las duelas del piso del pasillo saliendo de la habitación comenzaron a crujir como cuando algo se acerca caminando lentamente entre la obscuridad, el demonio se encorvó temerosamente y se hincó haciendo una reverencia a la persona que iba cruzando la puerta, en ese momento dejó de aplicar sus poderes en mi provocando que cayera estrepitosamente, no tenía fuerzas para levantarme pero al menos estaba consciente cuando me di cuenta que la esfera había vuelto a mi interior y que el hombre que había entrado iba vestido con una túnica roja que se me hacía extremadamente conocida y que pude haber adivinado si tan solo estuviera más iluminada la habitación .

- ¿Qué...qué quieren de mí? - Logré pronunciar con un poco de esfuerzo cuando pude sentarme en el piso recargándome en el borde de la cama, con la cabeza apoyada en las sábanas miré hacia abajo y observé la blusa del día anterior que aún vestía estaba completamente rasgada justo en medio de mi vientre pero no lograba ver alguna incisión en la piel, ni si quiera podía sentir dolor alguno.

- Que insolente, sigues siendo una estúpida niña - Me decía entre dientes con voz ronca y de desprecio - ¡Khulek!, la ventana – El demonio se puso de pie y entendí entonces que aquel era su nombre y que como alguna especie de subordinado obedecía al pie de la letra las ordenes de esa figura humanoide que se dibujaba en la penumbra de la habitación.

Las cortinas de la ventana se abrieron solas de par en par dejando pasar la tenue luz de la luna que se asomaba entre las nubes grises, afuera había dejado de nevar y las calles estaban en total calma como si las únicas almas en ese barrio fueran las de nosotros tres, gracias a esa pequeña iluminación el rostro de aquella persona empezaba a tomar forma y me llenaba de miedo hasta las entrañas al reconocer sus facciones, había unos brillantes ojos púrpura en ese afilado y pálido rostro, cabello rubio y largo hasta la cintura era lo que noche tras noche me causaban pesadillas durante mucho tiempo pero ahora volvían en realidad para seguramente acabar de una vez por todas lo que dejaron inconcluso en el bosque. Parado justo en frente del demonio me miraba con superioridad mientras mi respiración se volvía a agitar.

Cayendo a las nubesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora