Nochebuena

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10 de la mañana.

Luis desayuna tranquilamente en el comedor, no tiene prisa porque son vacaciones. De hecho, si no fuera por el día que era, seguramente seguiría durmiendo, pero tenía una cosa que hacer, y a quién iba a engañar, no había podido dormir mucho de la emoción.

Duda de si alguien podría ser capaz de entender cómo se sentía. Él había perdido a sus padres hacía más de 10 años. Para él la Nochebuena no era reunión con la familia, y no entiende cómo hay gente a la que no le gustan las cenas familiares, porque a él se las habían arrebatado sin tan siquiera pedirle permiso. No sabía eso de la vergüenza de las 2 am cuando todos están borrachos y no saben ni lo que dicen, ni le preguntaban por las notas y por la novia. Él ya ni siquiera recordaba cómo eran días así antes de perderlos.

En realidad, sí tenía más familia, parientes lejanos con los que había perdido el contacto cuando se mudó con sus abuelos a Galicia al poco del incidente del que todavía no es capaz de hablar. Ellos eran los únicos que podían hacerse cargo de él, pero a los pocos años su abuelo enfermó y poco a poco se fue apagando, y su abuela entró en una depresión que no la permitía ni celebrar aquellos días.

Termina de desayunar y vuelve al presente, por lo que recoge todo y se prepara para salir a la calle, tenía que comprarle un regalo a Aitana por la amabilidad de invitarlo, no podía presentarse con las manos vacías después de que lo hubiera invitado.

...

Hacía horas que había vuelto a su casa con aquel regalo que tan cuidadosamente había escogido y que ahora mismo se encontraba envuelto y colocado encima de su cama, no fuera a ser que se le olvidara llevárselo y la liara. Tenía pensado dárselo a la mañana siguiente, ya que como iban a estar hasta tarde, ella le había propuesto que se quedara a dormir en la habitación de invitados, y qué mejor que que fuera su regalo de Navidad.

Se mira al espejo, se vuelve a peinar por quinta vez, se arregla la camisa de nuevo y se echa colonia. Vuelve a mirarse. Visto bueno. Sale de ahí, sabe que como siga va a llegar tarde, y también sabe que hace media hora que ya estaba perfecto, pero los nervios le pueden.

Coge la mochila, mete un pijama y el regalo en la mochila y se dirige hacia el coche.

...

Aparca en cuanto ve un hueco cerca de la casa, y camina hacia ella. Revisa el reloj. Ha llegado puntual. Respira profundamente y se prepara. Llama al timbre. Pasos se oyen yendo hacia la puerta seguidos de un "voy".

-Hola Luis, me alegro de que hayas venido – dice la madre de Aitana con una sonrisa muy dulce – Pasa y siéntate, Aitana se está terminando de arreglar y enseguida baja.

-Muchas gracias por dejarme estar hoy con ustedes, si no le importa, voy a subir antes a dejar la mochila en el cuarto y me quedo aquí esperándola.

-No me trates de usted anda, que no hace falta, y tampoco hace falta que des las gracias, para nosotros es un placer tenerte esta noche aquí, tú como si estuvieras en tu casa.

Una vez de vuelta en el sofá volvieron los nervios. Si dijera que no estaba temblando mentiría, hacía solo unos cuantos días que no la veía, pero para él habían sido eternos. No le gustaba sentirse así. Dudaba de si alguna vez alguien le había llegado a importar tanto, bueno sí, una vez, Amparo, pero hacía ya un par de años de aquello y la verdad, las cosas no habían acabado nada bien.

No es bonito escuchar a tu novia hablando de ti como "el pobrecito huérfano". Él se había enamorado como un gilipollas de aquella chica tan dulce. Ella solo sentía lástima por él.

Más allá de un sueño - AITEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora