Aquel día

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Luis tenía casi 7 años. Era un niño bastante tímido, por eso le costaba mucho hacer amigos. Nadie lo diría viéndolo ahora...

Aquella tarde salió de su casa para sentarse un rato en la plaza mientras veía cómo ese hombre hacía pompas de jabón y el resto de niños saltaba intentando explotarlas.

Soñaba con meterse allí en medio y disfrutar tanto como ellos, pero sus piernas no reaccionaban, y no se movía. Ya estaba acostumbrado a resignarse y soñar despierto con aquello que anhelaba pero que sabía que jamás haría. Puede que parezca una tontería, pero para un niño es muy duro verse solo y no saber cómo remediarlo.

Unos lo llaman casualidad, otros, destino, pero en ese preciso instante un niño le habló.

Le dijo que se llamaba Raúl, y le presentó a su prima, Aitana, una niña un par de años más pequeña que él. Luis sonreía, de verdad, sentía que había encontrado por fin amigos en aquel pueblo.

La verdad es que cuando eres pequeño la diferencia de edad parece una brecha enorme, pero a pesar de que Raúl era de su edad, prefería jugar con Aitana. Aquella inocencia que la caracterizaba le cautivaba.

Un día estaban jugando al escondite, y cuando Luis estaba a punto de pillarla, ella se cayó corriendo y empezó a llorar. Luis no soportaba verla así, y no dudó ni un segundo en tirarse al suelo también.

-¿Ves? Yo también me he caído, pero soy tan fuerte que me puedo levantar, y sé que tú también.

La niña dejó de llorar. Lo miraba con asombro, le admiraba. Y es que Luis a su lado se crecía y se hacía más fuerte porque sentía la necesidad de protegerla a toda costa, aunque no entendía el porqué.

En unos pocos segundos Raúl llegó corriendo y entre los dos la cogieron y la llevaron a casa en brazos. Después se despidieron y Luis se fue a casa.

Cuando llegó, su madre le regañó, se había roto el pantalón en la caída. "Te he dicho que tengas cuidado al correr, te va a salir un moratón enorme" le dijo, pero él casi ni la escuchó, estaba demasiado feliz, y no era para menos, al día siguiente era su cumpleaños y había invitado a los dos niños a que fueran a su casa. Además, su madre le había prometido que le enseñaría su canción terminada, y para él ese era su mejor regalo.

Esos eran los recuerdos que aquella llave había desbloqueado, del resto se encargó Aitana.

Ese día su padre había venido de visita porque era domingo y tenía el día libre. Raúl se encontraba en la cama con un poco de fiebre, por lo que muy a su pesar, no podía ir a su cumple. Pero a ella la iba a llevar su padre.

La invitación había sido tan repentina que no había tenido tiempo de comprar nada ya que estaba todo cerrado por ser finde. Por eso Aiti decidió regalarle aquel colgante compañero al que ella tenía. Lo había comprado hacía unos días en el mercadillo, y pensaba regalárselo a Marta cuando volviera, porque ya eran mejores amigas por entonces. Quizá ahora le resultara una tontería, pero cuando era muy pequeña creía en esas cosas de los amigos para siempre, supongo que cualquier niño lo hace, hasta que la realidad cuando creces te choca en la cara y te das cuenta de que los que siguen a tu lado se pueden contar con los dedos de una mano.

Los colgantes eran un pequeño candado y una llave. El candado era de color azul, la llave de color amarillo. A ella le gustaba más el color amarillo, por eso se quedó con ese. Cogió el candado entre sus pequeñas manos con mucho cuidado y lo guardó en su bolsillo para correr a cogerle la mano a su padre para salir.

Se había encariñado mucho de Luis, lo admiraba, lo veía como si fuera el hermano mayor que no tenía. Y es que siempre la trataba bien a pesar de que los niños más mayores solían meterse siempre con ella solo por su edad. "Tú no vengas, que eres muy pequeña". "¿Cómo vamos a jugar contigo a eso? Es muy infantil". No entendía aquellos comentarios, pero Luis nunca le decía nada de eso, al contrario, siempre trataba de protegerla y hacerla feliz. Se sentía segura a su lado.

Nada más salir y poner rumbo a casa de Luis, su padre se dio cuenta de que algo iba mal. Había humo saliendo de la casa a la que se dirigían y además el ambiente estaba poniéndose cada vez más recargado.

Aitana le soltó la mano a su padre y empezó a correr hacia el lugar, sin hacer caso a los gritos de su padre.

En unos minutos llegó y empezó a aporrear la puerta con todas sus fuerzas mientras gritaba su nombre y tosía sin parar, pero la puerta estaba demasiado caliente y en seguida tuvo que parar.

Entonces llegó su padre.

+Sálvalo, por favor.

-No te preocupes, quédate aquí, ni se te ocurra entrar.

Tras esto, fue hacia un lateral de la casa y sin pensárselo dos veces entró a través de una ventana, rompiendo el cristal a su paso. Sabía que tenía que avisar a sus compañeros para que vinieran a apagar el incendio, pero también sabía que el tiempo corría en su contra si alguien había quedado atrapado.

Al poco salió con el niño en brazos por la puerta, y lo tumbó en el suelo mientras corrió a llamar a emergencias con su móvil.

Aitana no sabe mucho más ya que su padre no le dio muchas explicaciones, al fin y al cabo, ella era demasiado pequeña como para entenderlo. Y él no quería causarle traumas innecesarios.

Lo último que ambos recuerdan es cómo ella sacó el colgante de su bolsillo y se lo puso en el cuello, para acto seguido abrazarlo. Luis abrió un momento los ojos y la vio, estaba llorando, pero no pudo mantener más los ojos abiertos y los cerró, quedándose inconsciente al instante.

Más allá de un sueño - AITEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora