Escondidos

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Luis puede ver perfectamente el matiz verde que esconden los ojos de Aitana, que se encuentran clavados en los suyos en ese momento. Están vidriosos, como aquella vez, pero esta vez es Luis quien la sujeta entre sus brazos mientras ella le agarra por el cuello para levantar su cuerpo hacia él y poder sostenerle la mirada.

Hay miradas que dicen más que todas las palabras del mundo, y esa está claro que es una de ellas, pero, aun así, decide romper el silencio entre ambos.

+Lo siento Luis.

-¿Por qué dices eso? – dice con tono compungido, no le gusta que le pida perdón sin tener motivos.

+Por no darme cuenta de que eras tú, de que siempre has sido tú – empieza a acariciarle la nuca.

-No es tu culpa – apoya su frente contra la de ella.

+Y... siento haberte echado tanto de menos – dice estallando en un llanto que no intenta reprimir.

-Yo también te eché de menos.

Luis acaricia con delicadeza su espalda. Aitana deja de sollozar y abre los ojos, aunque un mar de lágrimas le impide ver su rostro con claridad. Los labios de Luis empiezan a acercarse con cautela a los suyos, pero algo llama su atención. Levanta la cabeza deprisa, dejando a Aitana con la mirada atónita. En la calle de al lado acaba de aparcar un coche negro del que salen un par de personas.

+¿Qué pasa Luis?

-Dame la mano y sígueme, por favor, no preguntes.

Luis le agarra la mano a Aitana y empiezan a correr hacia la casa abandonada, menos mal que ha traído las llaves. Después de un par de intentos para meter la llave, logra abrir la puerta. Está muy nervioso, tiembla y le falta el aire, pero sin detenerse un segundo, toma a Aitana de nuevo por la mano y se dirige hacia las escaleras para segundos después entrar a su antiguo cuarto. Echa el pestillo y le pide ayuda a Aitana para mover la vieja cómoda hasta ella, terminando de atrancar la puerta.

Nada más hacerlo, se escuchan golpes en el piso de abajo y, segundos más tarde, toman conciencia de que la puerta acaba de ser derribada.

+Luis, ¿qué está pasando? Tengo mucho miedo.

-Por favor, silencio, luego te cuento todo, te lo prometo.

Minutos después se empieza a escuchar el crujir de esos viejos escalones de madera. Ambos contienen la respiración cuando los pasos se van aproximando. El manillar empieza a girar

-Esta puerta está cerrada, ayúdame a derribarla – grita uno de los hombres cuya voz no son capaces de reconocer.

Un escalofrío recorre la pequeña habitación. Luis mira a Aitana, su rostro refleja temor. No puede permitirse que derriben esa puerta.

Empieza a caminar a gatas hasta la ventana, que por suerte está abierta. Se quita una zapatilla y la arroja al patio trasero.

Nada más lanzarla, la persona que estaba golpeando la puerta sale corriendo hacia el piso de abajo.

-Ha huido por aquí, se le ha caído una zapatilla, deprisa, no podemos dejar que escape. No irá muy lejos así.

Luis, que se encuentra asomado con cuidado por la ventana, ve como los dos hombres salen de la vivienda. Acto seguido, se sienta en el suelo contra la pared y respira aliviado.

+¿Se puede saber ya qué cojones está pasando?

-En cuanto salgamos de este lugar.

Se levanta y empuja la cómoda a un lado, pero cuando intenta girar el pestillo, este se mantiene inmóvil.

-Aitana... estamos encerrados.

Más allá de un sueño - AITEDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora