Alain—me llamó nada más entrar por la puerta seguido por Theo, el nuevo guarda de seguridad.
El hombre me seguía a paso lento a todos lados. No era desagradable en sí mismo. Era un tipo de unos treinta y pocos, con el pelo y la barba castaña, los ojos tan claros como los míos y un porte elegante e imponente. Lo que era desagradable era que me siguiera casi a todos lados. Theo apagó la alarma de inmediato y abrió la puerta del cuarto de los guardas. Jason salió fuera y me miró de arriba abajo.
—Tu padre ha preguntado por ti varias veces—me dijo el hombre mientras yo dejaba las llaves de casa sobre la mesa de cristal de la entrada.
—Sí—dije a disgusto—. Ya le he oído.
El hombre asintió y volvió dentro del cuarto. Yo tomé un suspiro de aire y me dirigí a paso lento hacia el despacho. Toqué la puerta, pese a que estaba entreabierta y entré. Dejé junto a la puerta el macuto del entrenamiento de fútbol y caminé hasta la mesa.
— ¿Me has llamado?—pregunté nervioso mientras me apoyaba sobre el respaldo de la silla, sabiendo que cuando Steig te llamaba no era casi nunca para nada bueno—. Acabo de llegar.
—Sí, te he oído—dijo sin levantar la vista de los papeles. Luego se señaló la mejilla derecha una sola vez—. Beso.
Bufé a disgusto y rodeé la mesa para darle un beso en la cara a mi padre. Él sonrió satisfecho y yo rodeé la mesa de nuevo hasta ponerme en frente.
—Tengo que hacer deberes, ¿querías algo?—pregunté ansioso por salir de allí.
Steig bufó de mala gana y luego cerró la carpeta de documentos que estaba revisando y me miró fijamente. Entrecruzó los dedos de las manos frente a la cara y arrugó la frente.
— ¿Por qué has pedido a Theo que te dejara una manzana antes de llegar al instituto?—preguntó claramente molesto.
— ¿Cómo...—ahora sí que estaba nervioso—cómo sabes tú eso?
—Yo sé todo lo que pasa con relación a mi casa y a mi familia—dijo como si nada—. Contéstame, Alain.
—Por que no quiero que los chicos me vean bajar del coche y sepan que tú empleado me trae y me lleva a todos lados—respondí en voz baja—. Todos ellos van en coche o en moto, hay algunos que van en bicicleta, pero a ninguno les lleva su guarda de seguridad.
—Sabes por lo que es—rebatió como si pretendiera darme la charla de seguridad otra vez. Yo le corté con la mano para que no lo hiciera—. Está bien, no vuelvas a hacerlo.
—Pero...—ahora estaba frustrado—. Pero yo no quiero que Theo me lleve al instituto como si fuera un delincuente o un niño al que tiene que dejar en la puerta del cole para que no se escape.
—Baja la voz—me advirtió Steig con una mirada fría e imponente—. Y esto no es una discusión. No vuelvas a hacerlo, es una orden.
—Pero...
— ¿Por qué te cuesta tanto?—preguntó furioso—. Lip no hace estos berrinches de niño pequeño, a él no le importa que Theo le lleve.
—Por que a Lip le encanta ser el centro de atención, pero yo no soy así, por favor, papi...—le supliqué.
—Eres igual que tú padre—dijo como reproche cuando aquello debería haber sido un cumplido—. Ya pasé hace dieciocho años por esto con él, y no voy a hacerlo otra vez contigo. Obedece.
Estaba tan rabioso con él que apreté fuerte la esponja de la silla hasta que me crujieron los dedos. Él bajó la mirada descaradamente hacia las hojas que estaba revisando antes de que yo entrara, como si nada.

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CRÓNICAS STEIG "LIBRO UNO"
Teen FictionLAS AVENTURAS DE LOS STEIG CONTINUAN CON SUS HIJOS