DOS

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Atraje el cuello de Alice hasta la mi boca y restregué mi lengua por su piel con ferocidad. La chica gimió y eso me puso a cien. Bajé mis manos por sus caderas y luego por sus muslos mientras mi boca le relamía cada centímetro de su suave y perfumada piel.

—Me has dicho que puedes ser muy mala—jadeé yo mientra ella tiraba de mi camiseta hacia arriba y me la sacaba del cuerpo.

Estaba bueno, por lo que no me extrañó que la chica se relamiera los labios al fijar su mirada en mis abdominales. Yo seguí su mirada y sin pensarlo metí mi mano derecha por debajo de su falda y le acaricié el sexo por encima de las bragas. Alice gimió de placer mientras yo adelantaba la cabeza y le mordía le barbilla con los ojos brillantes de excitación.

— ¿Cómo de mala?—pregunté con pasión.

La chica sonrió con maliciosa picardía y bajó una mano por su pecho hasta dejarla sobre mi paquete erecto ya a aquellas alturas.

—Um, que mala.

Alice metió sus manos entre su cintura y la mía y comenzó a desabrocharme los pantalones. Yo ladeé la tela de sus bragas con los dedos y le introduje un dedo dentro. Sin dejar de masturbar a la chica y una vez que mis pantalones estaban ya en el suelo, la giré violentamente y le hice notar el bulto de mi entrepierna contra el trasero sin sacar en ningún momento mis dedos de su interior.

—Quítate la camiseta—le susurré en el cuello.

Alice hizo le que le pedí sin pensarlo ni un momento mientras yo desabotonaba su falda con la mano libre. Una vez que la falda me rozó los tobillos, elevé la mano y le rodeé un pecho con ella.

— ¿Seguro que no hay nadie en casa?—me preguntó por tercera vez la chica mientras echaba la cabeza hacia atrás para buscar mis labios, yo ladeé la cabeza y sonreí.

—Ajá—contesté mientras le lamía el hombro.

Metí mi mano por dentro de la copa de su sujetador y le acaricié la piel del pecho con la mano. Ella se irguió cuando mis dedos rodearon su pezón y tiré de él con suavidad.

—Oh, madre mía—gimió intensamente.

— ¿Quieres que te haga correrte así?—le susurré.

—Mmm...

Me lo tomé como un sí y comencé a mover mis dedos dentro de la chica mientras que con la otra mano le masajeaba el pecho y tiraba de su pezón una y otra vez.

—Que húmeda que esta mi niña—le susurré mientras la tiraba del lóbulo de la oreja—. Pero no, aún no quiero que te corras.

La giré con fuerza y pegué su cuerpo con el mío. Ella buscó mi boca, pero yo la aparté de nuevo y me cebé en su cuello mientras encaminaba nuestros pasos hasta mí cama. La deposité sobre ella y me lancé encima con suavidad.

— ¿Por qué no puedo besarte?—me peguntó inquieta mientras mis manos le masajeaban todo el cuerpo con lujuria imparable.

—Yo no beso en los labios—le recordé—. No me gusta.

—Pero...

—Shh—sisé—. No hables ahora.

Alargué la mano hasta el cajón de mi mesilla y saqué un condón. Se lo enseñé con cara de pasión mientras nuestra respiración se agitaba la una al compás de la otra.

— ¿Quieres hacerlo tú?—le pregunté ciego de excitación.

Ella sonrió y asintió de inmediato. Luego agarró el condón y yo nos giré violentamente para que ella quedara encima de mí.

CRÓNICAS STEIG "LIBRO UNO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora