VEINTITRÉS

259 29 0
                                    


Había dejado a Elena en su casa a media tarde, sin saber que hacer, me había refugiado en un bar. No lo conocía, pero era agradable, no había mucha gente y me había podido sentar en un rincón de la barra. Me había tomado tres cañas de cerveza y un puñado de frutos secos rancios ya, cuando decidí que ya era lo suficientemente de noche como para regresar a casa. Pagué la cuenta y salí del bar a toda prisa, llovía a cantaros fuera, así que corrí hasta el coche, no estaba lo suficientemente borracho como para no poder coger mi coche, así que lo hice, me subí en él y suspiré. Eché un vistazo alredor mientras me abrochaba el cinturón. El macuto de entrenamiento de Alain estaba en la parte trasera y eso me produjo un cierto malestar.

"Quizás te has pasado", me reclamó mi mente en efecto de la cerveza, "Él tiene derecho a hacer su propia vida"

Y tenía razón, pero la cuestión era que Alain y yo éramos como uno solo a la hora de decidir, y él me había dejado al margen de su vida, había echo cosas, tomado decisiones de las que yo acababa de enterarme, y eso me molestaba, pero me dolía mucho más.

— ¡Mierda!—suspiré cuando giré la cabeza hacia delante y vi, que bajo el asiento del copiloto estaba la mochila de Elena.

Yo la había entretenido con mi polvo sorpresa en la tienda, y ella se había marchado corriendo por que tenía prisa por llegar a casa y se había dejado sus cosas allí sin darse cuenta. ¿Qué coño le pasaba a todo el mundo que se dejaba la mierda en mi coche?, sin embargo aquello me dio una idea. La chica siempre estaba recelosa de que yo conociera sus padres, y la verdad es que a veces mi apellido podía resultar intimidante, sin embargo aquello era una oportunidad. Una visita sorpresa solamente para devolverle sus cosas y de paso presionar un poco, yo quería que su familia supiera que yo existía en la vida de su hija para hacer nuestro noviazgo como algo oficial. Sonreí pícaramente por la idea y me puse en camino. No estaba lejos, por lo que no tardé más de diez minutos en llegar a Southem Street, y aparcar el coche frente a una de las casas de ladrillo pintado que había en esa calle. El número cinco era la casa de Elena y había luz encendida que salía por uno de los ventanales, por lo que supe que había gente en casa, agarré la mochila de la chica y salí del coche a toda prisa para no mojarme, y corrí hasta el porche con una sonrisa traviesa. Me paré frente a la puerta y golpeé la aldaba. Esperé más expectante que nervioso a que me abrieran la puerta.

El pestillo sonó y una mujer alta, de unos cuarenta y tantos años, con el pelo rubio recogido en un moño y atado a la nuca me miró de arriba abajo con unos brillantes ojos azules, supe que no me había equivocado de inmediato, Elena era casi idéntica a su madre.

—Buenas noches señora Van Acker—saludé poniendo mi mejor sonrisa y tendiéndole una mano a la mujer—. Soy Lip Steig.

La mujer me estrechó la mano y me miró de nuevo con algo de recelo, sus ojos se posaron sobre la mochila que llevaban en mis manos y yo la adelanté. Ya estaba apunto de hablar cuando un hombre, alto, corpulento y con el pelo tan rubio como la mujer hizo acto de presencia.

— ¿Quién es, cielo?—preguntó el hombre mirándonos a la mujer y a mi en partes iguales.

—Soy Lip—saludé también al tipo, que debía ser el padrastro de Elena por que la chica me había dicho que sus padres estaban divorciados, le di un apretón de manos y el hombre me correspondió—. Elena, se dejó esto en mi coche y quería saber si podía dárselo.

—Elena no esta—respondió la mujer con una voz súper dulce—. Ha salido...

—Espera—interrumpió el hombre—. ¿En tú coche, qué hacia Elena en tú coche?

Yo sonreí por dentro y vi mi oportunidad, a lo mejor Elena me mataba después, pero una vez hecho ya no había vuelta atrás.

—Bueno Elena y yo estamos...estamos saliendo—solté de sopetón.

CRÓNICAS STEIG "LIBRO UNO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora