VEINTIDÓS

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Lloré durante varios minutos con las fotos en las manos, hasta que el llanto dio paso a la rabia. Eran fotos mía, desnudo y atado con una cuerda a un mosquetón anclado al techo, reconocí el lugar de inmediato. Fotos mías, atado a la cama de la sala sexual del dolor del apartamento de Adrien. Fotos humillantes con una máscara sobre los ojos y una prominente erección, fotos en la que se podía ver la sala con todos lo instrumentos alrededor, con la fusta a mi lado en la cama....era tan humillante que no pude verlas de nuevo, lar guardé de nuevo en el sobre y las guardé en mi mochila.

— ¿Van a pedir ya?—el camarero llegó e interrumpió mi llanto, yo ladeé la cabeza y me sequé las lágrima a escondidas para que no me viera llorando.

—No—respondí—. Nos ha surgido un inconveniente y no nos vamos a quedar—me saqué un billete de la cartera y se lo dí al hombre como propina antes de colgarme la mochila y salir de allí—gracias por todo y disculpe las molestias.

Salí a la calle y comencé a caminar en busca de una parada de taxi, el cielo estaba cubierto. Había nubes de verano adornando el cielo y supuse que se avecinaba tormenta...y en todos los sentidos.

......................

Sentí un cúmulo de sentimientos dentro de mí tan grande que creí que iba a explotar, y casi ninguno de eso sentimientos era bueno. El más predominante era la rabia contra mi hermano. Me sentía traicionado por él. Sabía que Elena debía de estar cerrando la librería en aquellos momentos para dirigirse a su casa ya que era la hora de la comida, y no me equivoqué, aparqué el coche y salí de él justo a tiempo para ver como la chica cerraba la puerta con la llave. Levantó la cabeza en cuanto me vio llegar y se percató enseguida de que algo no iba bien.

—Lip—saludó extrañada de que estuviera allí a aquellas horas.

—Te necesito—aventuré con la sinceridad que me caracterizaba.

— ¿Qué pasa?—la chica me acarició la cara con tristeza—. ¿Estás bien?

—No, no estoy bien—admití—. ¿Podemos entrar dentro, por favor?

—Claro—accedió ella de inmediato. Acto seguido se giró y abrió la puerta de nuevo para entrar dentro.

Cerré tras de mí y todo quedó en penumbra casi al instante, todas las persianas estaban cerradas debido al inminente cierre de la tienda a aquellas horas. La chica dejó las llaves sobre el mostrador y se giró para mirarme.

—Es un mentiroso y un capullo—bufé temblando de la rabia que tenía contra mi hermano y sus mentiras.

Estaba tan defraudado, tan furioso y tan asqueado por lo que había visto en esas fotos que estaba apunto de estallar.

— ¿Quién?—preguntó la chica con ansiedad de verme así—. ¿De quien hablas, qué ha pasado?

—Alain—murmuré entre dientes—. Es un cerdo asqueroso y quiero pegarle, ¡joder!, tenía que haberle sacudido antes de marcharme.

—No creo que eso hubiera sido una buena idea—dudó la chica poniendo mala cara ante mi alteración—. ¿Qué pasa, habéis vuelto a discutir?

—Sí—mentí—algo así.

— ¿Y quieres contarme por qué?—preguntó ella con timidez y realmente preocupada por mí.

—No—aventuré—. Ahora quiero hacer otra cosa.

No estaba excitado, era cabreo lo que sentía, y ese cabreo fue lo que me hizo dar el paso por primera vez. Agarré a Elena por la cabeza y estampé mi boca contra la suya. Ojala no lo hubiera echo, no por que no quisiera, si no por que lo hacía por los motivos equivocados, no era por mí ni por ella, si no para pagar a Alain con la misma moneda. Aún así la chica me recibió de buen grado y abrió la boca. Al principió dudé, pero después me atreví a meter mi lengua dentro de su boca. Fue agradable, yo nunca había besado y con Alain eran simples piquitos castos, no tenían nada de sensual. Con Elena fue diferente, una lucha de pasión, humedad y calor entre su lengua y la mía. Mi boca furiosa contra la suya anhelante. La agarré por el trasero y la subí encima del mostrador de un tirón. Ella jadeó y me miró desconcertada.

CRÓNICAS STEIG "LIBRO UNO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora