SIETE

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Cerré la tapa del móvil justo después de leer por segunda vez el mensaje. Me apoyé sobre la baranda del puerto y miré hacia el horizonte, una masa de azul claro y azul oscuro. El cielo y el mar.

Adrien llegó dos segundos después con dos batidos de fresa, me tendió uno y se apoyó junto a mí. Me miró fijamente, yo le vi por el rabillo del ojo y solté un suspiro sordo.

—Gracias—le dije dando un sorbo al batido. Adrien guardó silencio—. ¿No te parece precioso esto?

— ¿El qué, las tablas del puente y un sol de escándalo?—ironizó él haciendo que yo me girara para mirarle con mala cara por su estúpido comentario.

—No, idiota—le saqué la lengua—. Las vistas son más bonitas por la noche—tomé un suspiro—. Me refiero a que nadie nos mira, es agradable pasear sin que nadie me mire.

—Ya, ¿Por qué te importa tanto?—preguntó él con curiosidad—. No sé, puedo entender que seas reservado y tímido, pero ¿por que tanto recelo con la gente?, me parece algo misterioso.

—Yo no tengo nada de miserioso—reí yo como un idiota.

— ¿Podemos dejar de hablar de mí, por favor?—pedí abriendo los ojos de par en par.

— ¿Lo ves?—incesó—. ¿Qué es eso que tanto tienes que esconder Alain Steig?, te aseguro que me muero por saberlo.

—Eres un arrogante, y mi vida no te importa—me incorporé de la baranda y le di un sorbo a mi batido.

—Como no dejes de insultarme, no te besaré—alzó una ceja con curiosidad y yo evité que se me notara que acababa de pasarme esa imagen por la cabeza y que se me había disparado la respiración.

—Eres un petulante y un engreído—volví a insultar pos su comentarios tan inapropiados. Primero en la fiesta y ahora allí—. Y estás loco si crees que voy a dejar que me beses.

Me sorprendió que el chico se moviera tan deprisa. Un segundo después se alzó frente a mí en la barandilla y me aprisionó allí con su cuerpo. Le miré desafiante, podía ser tímido, pero yo no me achantaba ante nadie.

— ¿Y que pasa si te beso?—el chico me aprisionó un poco más contra la baranda y yo contuve un suspiro.

—Ya basta—le ordené entre los dientes mientras miraba a mi alrededor por el rabillo del ojo—. Nos está mirando la gente.

—No es cierto—él bajó la cabeza y susurró entre mis labios, un milímetro más y me besaría—. Tú lo has dicho, no nos mira nadie.

Entonces se mordió un labio con deseo y yo cerré los ojos y abrí la boca para recibirle. Medio segundo después escuché su risa frente a mí. Abrí los ojos de golpe para verle romper a carcajadas frente a mí.

—Estás loco por que te bese—me soltó.

—Ya quisieras—respondí dándole un empujón completamente enfadado.

—Vamos—se burló—. Sí hasta has cerrado los ojos y has puesto morritos.

— ¡Vete a la mierda!—comencé a caminar muy deprisa por el muelle, me sentía humillado y estaba enfadado conmigo mismo por haber permitido aquello. Por cosas así era por lo que era tan reservado, para evitar humillaciones así.

—Va, no te enfades—Adrien me agarró fuertemente del brazo y me obligó a detenerme—. Voy a besarte Alain Steig, pero creo que será cuando y donde yo quiera.

—Llévame a mi casa—le sugerí mirándole con cierta hostilidad. En aquel momento ya no quería seguir teniéndolo delante. Aquel chico era realmente exasperarte.

CRÓNICAS STEIG "LIBRO UNO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora