DOCE

255 25 0
                                    

Era de esperar que estando él en el acto de graduación, nadie prestara atención a los alumnos, que frustrados, pasaban por delante del rector del instituto sin que nadie les dedicara ni una mísera mirada.

—Alain Steig—llamó el rector.

Me levanté del asiento y me dirigí a paso rápido hacia el escenario intentando no pisarme la toga de color verde oscuro que nos había dado para el acto. Sentí vergüenza por que a mí si que me miraba todo el mundo, el apellido pesaba demasiado. El hombre me dio el diploma mientras papá aplaudía y vitoreaba vergonzosamente, y Steig me miraba con orgullo y con el ceño fruncido. Bajé de allí rápidamente.

—Phillip Steig—Lip me siguió hasta arriba del escenario con un poco más de chulería que yo.

Había aprobado todo, pese a que su nota no superaba las expectativas para que las universidades se lo rifaran como estudiante. Le había prometido a Steig que subiría la nota antes de que acabara el verano. Lip bajó de escenario y siguieron subiendo los últimos alumnos que quedaban por recoger su diploma. Luego todo desembocó en un pequeño ágape para los asistentes.

.......................

—Estás realmente guapa—toqué la espalda de Elena, que llevaba un vestido azul claro con la espalda descubierta, y ella se giró para mirarme a la cara. Agaché la cabeza y la besé en la cara.

Estaba hablando con otra chica que se puso colorada con mi comentario y mi actitud ante ella. La chica se disculpó con la vaga excusa de tener que ir al aseo y nos dejó a solas.

—Hola—me saludó cuando la chica se marchó—. Enhorabuena.

—Sí—dije evitando contarle que iba a pasarme todo el verano pringando en subir notas—. Lo mismo digo.

—Así que te parece que estoy guapa, ¿eh?—ella se acercó un poco más a mí y yo me mordí el labio con deseo. Aquel no era el momento ni el lugar, pero sin duda, aquel era un vestido que me gustaría quitarle yo.

—Muy guapa—complací mientras le guiñaba un ojo.

—Tú también.

Me había puesto una camisa blanca con pequeños lunares azules y unos pantalones y zapatos azules. Me había pasado más de media hora peinándome a la moda y haciendo lo propio con los rizos de mi hermano. Me abracé a la chica y comenzamos a hacernos arrumacos sin importarnos la gente.

—Eh, tengo que volver con mis padres, los he dejado solos—me dijo con una mirada algo ansiosa.

— ¿Por qué no me los presentas?—insté mientras le dedicaba la mejor y más sincera de mis miradas azules.

— ¿Quieres conocer a mis padres?—preguntó con algo de incertidumbre en la voz.

—Sí—afirmé—. Tú ya conoces a mi familia.

—Es que yo...no sé Lip...no les he hablado de ti—soltó de sopetón, aquello hizo que me sintiera mal de golpe—. Entiéndeme por favor, todo ha sido tan rápido que apenas he tenido tiempo de hablarles de ti, además, tampoco sé lo que somos realmente.

—Puedes presentarme como a un amigo—le propuse.

—No creo que sea buena idea—razonó—. No quiero mentirles.

— ¿Crees acaso que no les puedo gustar?—pregunté sabiendo que eso no era muy probable. Yo solía resultar encantador.

— ¡No!—exclamó—. No tengo la menor duda de que quedaran tan cautivados como yo.

Aquello me alegró la noche de una manera desorbitada. Era el mejor cumplido que había recibido de nadie.

—Así que te he cautivado, ¿eh?—incesé para poner un toque de humor a aquello.

CRÓNICAS STEIG "LIBRO UNO"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora