Mas allá del físico

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La brisa juega con mis cabellos mientras observo la luna que adorna el cielo junto a las estrellas. Por primera vez en mi vida, no me molesta sentir uno que otro pequeño insecto caminando por mi cuerpo. Prefiero soportarlos a ellos, que no dicen palabra alguna, a soportar a mi compañera de cuarto que habla hasta por los codos. El césped me causa  cosquillas pero logro soportarlo al igual que a los insectos.

—¿Qué quieres lograr con esto? ¿Qué te castiguen de por vida?—pregunta Zack, acercándose a mi.

Giro mi cabeza aún acostada en el césped y lo observo sorprendida. ¿Como supo que estaba aquí? Comienzo a pensar que mientras dormía, me instalaron un GPS que Zack puede rastrear a todas horas.

—¿Estoy haciendo algo malo? ¿Ver la luna es un delito? —digo y me dedico a mirar el cielo de nuevo, tratando de ignorar su presencia.

—Estar aquí a estas horas está totalmente prohibido, deberías estar en tu habitación —hace una pausa y me fusila con la mirada—. Además de tus constantes faltas a las clases de baile, el evadirme todos los días y... —su rostro se suaviza—. El frio de la noche puede hacerte mal, ¿o es que has olvidado que si te enfermas reaccionas diferente a los demás?

Me levanto molesta de un solo golpe y lo miro enojada. Apenas puedo discernir su rostro en la oscuridad de la noche.

—Tampoco es que sea inválida o enferma terminal —alzo una ceja—. Además, la has pasado tan bien con Cassandra que dudo que te interese mi estado de salud —me cruzo de brazos.

—¿Es eso? ¡Debí de haberlo supuesto!

—Sí, y espero que te vaya bien en el baile, haciendo esas estúpidas piruetas con ella, porque yo no voy —camino en dirección a la puerta pero me sostiene del brazo.

—Deberías ser más respetuosa y cumplir con las reglas, Jennifer —musita un poco más calmado.

—¡Al diablo las reglas! —vocifero—. Haz lo que tengas que hacer, no me importa —me suelto de su brazo y me alejo.

Zack se ha quedado atrás sin decir palabra alguna, mientras  sigo mi camino hasta la habitación antes de que alguien más se de cuenta que no estoy en la habitación cuando se pone que debería estarlo. Camino deprisa, cuidándome en todas las esquinas para no ser atrapada. Finalmente, llego hasta mi habitación, abro la puerta y todo está oscuro, afortunadamente mi compañera se ha ido a dormir en otra cama que han puesto en mi habitación y no tenemos que compartir una cama.

Me quito los zapatos y me acuesto en la cama, arropándome con la cobija hasta la cabeza. Espero unos minutos a que alguien toque la puerta, pero no se escucha nada, sólo el leve ronquido de mi compañera. Decido descansar y olvidarme de lo mal que traté a Zack, dejándome dominar por unos celos enfermizos que ni siquiera deberían estar presentes.

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El despertador, que está justo al lado de mí, suena a toda potencia destrozando mis tímpanos. Me preparo para otro día aburrido y monótono en este lugar. Doy un pequeño vistazo a la habitación, no hay rastro de Anneliese, lo cual es una buena señal de que mi día será exitoso.

La puerta es abierta repentinamente por una mujer de piel oscura y  gran musculatura.

— Señorita Jennifer, diríjase a dirección—dice y cierra la puerta sin darme alguna otra explicación.

—¿Es que ya no hay privacidad? —pregunto, mientras termino de desenredar mi cabellera con los dedos.

Me visto el uniforme y camino hasta la dirección. No necesito direcciones ya que he estado allí suficientes veces como para saberme el camino de memoria. Comienzo a pensar que la directora y yo somos como agua y aceite; simplemente no nos podemos soportar la una a la otra.

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora