Una larga siesta

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Siento el aroma de las rosas, escucho el sonido del agua que corre como si proviene de un arroyo o río cercano. Mis labios están humedecidos y mis cuerpo descansa en el césped que me provoca cosquillas por todo el cuerpo. Lentamente abro los ojos y observo el cielo azul y despejado. ¿Cómo habré llegado a este pedacito de cielo?

Indiscutiblemente, el dolor ha abandonado mi cuerpo. No siento las molestas punzadas en mi espalda o el dolor en mis hombros. Por primera vez me siento llena de energía, lista para correr un maratón. Todo parece tan bueno como para ser cierto. Me pregunto si he muerto y estoy en el paraíso.

Separo la espalda del césped y me siento cruzando las piernas. Observo los árboles frondosos que forman una larga hilera a larga distancia. Las flores que adornan el parque desprenden un olor exquisito, especialmente las rosas que son mis favoritas. Unos pequeños pájaros cantan en una de las ramas del árbol más cercano a mí. Me levanto y doy vueltas en círculo con los brazos abiertos, aspirando todo el aire de la atmósfera, sintiendo una paz interna inexplicable.

Los recuerdos llegan de repente, como si alguien hubiese comenzado a lanzarme flechas. Me detengo en seco y recuerdo a cada una de las personas que han marcado mi vida tanto de una manera positiva o negativa. Camino por el césped con mis pies descalzos tratando de poner mi mente en blanco pero no lo consigo. Siento la necesidad de encontrarme con Zack o mi madre pero no sé donde estoy y comienzo a sentirme muy sola. Mi ansiedad crece en cuanto sigo avanzando por la pradera y escucho unos sollozos. El sonido crece como si fuese un cincel grabando madera.

En eso, abro los ojos de golpe y siento un terrible dolor en la espalda. Miro al techo y entrecierro los ojos. Ahora me encuentro en un lugar diferente el cual claramente no es el bosque en el cual estuve hace unos minutos. Seguramente estaba soñando y ahora había vuelto a la realidad de estar postrada en una camilla en un hospital. Siento un dolor en mis costillas cada vez que exhalo y mi cabeza está a punto de explotar. El dolor me recuerda que aún sigo viva.

Escucho los mismos sollozos del sueño y atisbo a mi madre sentada en un sillón, sujetando una biblia con las manos temblorosas. Está sentada justo al lado de la ventana y el sol ilumina su piel blanca como la nieve, haciéndola parecer como una especie de ángel. Su cabello está recogido en una pequeña cebolla, luce un suéter vinotinto y unas medias pantis negras. A juzgar por su aspecto, ha estado llorando por horas.

—¿Mamá? —susurro con voz quebrada.

Mi madre se levanta del sillón como si hubiera escuchado la voz de un muerto y me mira atónita, con las manos en la boca, incapaz de decir algo. Acto seguido, corre hacía mi y las lágrimas comienzan a deslizarse por sus mejillas, empapando mi rostro. Nunca me gusto el sabor salado que tienen las lágrimas pero poder encontrarme con mi madre era algo reconfortante.

—Mi niña —dice con la voz entrecortada—. No sabes lo mucho que me alegra que hayas despertado —rompe en llanto—. Yo no estaba preparada para dejar de ser madre.

Aquellas palabras se sienten como una flecha que ha dado justo en el blanco. Ella me ama más que a nadie en el mundo y ahora está sufriendo por mi culpa. Puedo ver claramente las bolsas oscuras bajo sus ojos inyectados en sangre. Está un poco pálida, como si la enferma fuera ella y no yo. Sus labios no dejaban de temblar y las lágrimas continuan deslizandose desenfrenadamente por su mejilla.

—Madre, debes calmarte —toso y siento un dolor mas intenso en la espalda—. Y contarme que ha pasado.

Mi madre suelta un suspiro profundo y acaricia mis manos que están hinchadas y lucen el doble de grande de lo habitual.

—Has tenido un brote de Lupus.

—¿Un que? —pregunto confundida, ladeando la cabeza.

—¿Sabes cómo todo este tiempo parecía como si no tuvieses nada y la enfermedad se había mantenido inactiva? Bueno... eso ha cambiado y ahora digamos que está activo y muchos de tus síntomas han vuelto.

—¿Por qué ha sucedido algo? —pregunto con un tono de decepción en mi voz.

—Las emociones fuertes o algún otro desencadenante externo.

—Claro, a veces se me olvida que no soy una persona normal.

—Mi niña, si lo eres, pero debes ser un poco más cuidadosa que los demás.

—Lo que traducido al español significa que no puedo hacer las cosas que hace la gente normal —pongo los ojos en blanco.

—¿Cómo te sientes ahora?

—Me siento como si me hubiese arrollado un camión.

—Has tenido unos días fuertes. Has dormido mucho y cada vez que despiertas estás tan débil que apenas puedes moverte. Esta última siesta duro tanto que yo pensé ...—su voz se quiebra y es incapaz de terminar la oración.

—Madre, estoy aquí —susurro.

—Por cierto —dice rápidamente, como si hubiese recordado algo importante—, te han llegado unas rosas.

—¿rosas? —pregunto con entusiasmo. Estoy casi segura de que Zack tiene que ver con todo esto.

—¡Sí! —exclama emocionada y busca las rosas que están en una mesa al lado de mi camilla—, tiene una
pequeña nota que dice —toma la nota con la otra mano y se aclara la garganta. Intento detenerla pero es algo tarde— Si traerte rosas por cada hora que no despiertas hace que tus ojos nunca se cierren, traeré una rosa por cada hora que me reste de vida —termina de leer la nota y ladea la cabeza confundida.

Cierro mis ojos y sonrío de oreja a oreja. Mi sonrisa pasa a ser de esas tontas que la mayoría de los adolescentes tienen en el rostro cuando descubren el primer amor. Mi madre observa la escena sin decir nada, pero puedo notar que hay una ligera curiosidad emanando de su mirada.

—Jennifer, ¿quién te ha enviado esto? —pregunta y coloca las rosas al lado de mí.

—Un amigo, se llama Zack —tomo las rosas delicadamente y las huelo, llenando mis pulmones del olor más exquisito que probablemente existe en este hospital.

—¿Un amigo te manda este tipo de cartas?—levanta una ceja.

—Si madre, esas cosas pasan —sacudo la mano, restándole importancia al asunto—, ¿donde está el?

—¿Quién? ¿Tu "amigo"?—hace énfasis la última palabra.

—Sí madre, "mi amigo" —digo imitando su voz.

—No lo sé, alguien ha dejado las rosas aquí.

—¿Cómo que no lo sabes? ¿Quién ha dejado las rosas aquí? ¿Por qué el no está aquí? —pregunto perdiendo la paciencia.

—No lo sé, alguien que trabaja aquí las ha dejado —responde.

Noto un poco de nerviosismo en su voz y descubro que está ocultando algo. Frunzo el ceño y la obligó a decirme la verdad fusilándola con la mirada.

—¿Qué está pasando? —pregunto enojada.

—Muy bien —suspira, dándose por vencida—, creo saber que sucedió pero fue un accidente. Quizás una conversación que no debí haber escuchado —relata y yo asiento con la cabeza indicándole que continúe—, Siempre que iba por un café, escuchaba algunas personas discutiendo en una sala. Podía diferenciar su voz del resto, era calmada y pausada, aunque algo no iba del todo bien, parecían muy molestos por algo. Al parecer, lo han expulsado por haberte llevado a un paseo que nunca estuvo aprobado por el reformatorio.

Abro los ojos como platos y la miro fijamente, negando con la cabeza. Él no se podía haber ido, no podía haberme dejado, la historia no podía terminar de esta manera. Quiero gritarle a mi madre que averigüe todo con lujo de detalles, que los demande por tal injusticia, pero hacer eso implica explicarle de mi relación amorosa con un Zack y no estoy segura de cómo ella reaccione a la noticia de que me he enamorado de alguien y que hemos tenido una especie de relación secreta cuando se supone que debía estar recuperándome y enfocándome en otras cosas. Especialmente, después de mi turbulenta relación con Chad.

—¿Sabes alguna otra cosa? —pregunto, intentando ocultar la tristeza en mi voz.

—Ellos culparon a Zack de tu agotamiento físico y emocional, tachándolo de irresponsable y no cualificado para estar cerca de ti —prosigue, tratando de recordar algo más en relación al relato—, Zack se defendió con ciertos argumentos que no fueron lo suficientemente convincentes al parecer —hace una pausa y me lanza una mirada triste—, desde ese momento —aclara su garganta—, No he vuelto a verlo.

RecuérdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora