El día después de su muerte parece aún más triste que el día exacto en el que murió; supongo que el dolor no disminuye con el pasar de los días pero se intensifica. Las personas caminan con caras largas y algunos incluso tienen lágrimas en las mejillas. Supongo que había estado tan ocupada enamorándome de él que no me había dado cuenta del impacto que había tenido en otras personas o el tiempo que pasaba ayudando a otras personas. Julia está en una esquina y mantiene una expresión neutra, como si todos sus sentimientos se hubiesen tirado por un acantilado y no le quedará nada por dentro. Roberta está a un lado y no parece muy conmovida, pero usa sus fuerzas para consolar a Rachel quien llora desconsoladamente en sus hombros. Siento como si quisiera evaporarme para no tener que ver el festival de lágrimas que estoy presenciando ahora mismo.
Las cosas no fueron color de rosa cuando llegue de nuevo al reformatorio con Anneliese. Julia estalló al enterarse de que me había escapado y vociferó un montón de groserías que nunca en mi vida había imaginado saldrían por su boca. La noticia de la muerte de Zack la había afectado a cierto punto y se estaba descargando contra mi. En cierta forma no la culpaba; siempre termino siendo un dolor de cabeza. Pero por esta vez decidió dejar sus sentimientos de rencor a un lado y me permitió vivir los siguientes días en paz, sin pensar en algún castigo todavía.
Anneliese, quien aún seguía muy molesta conmigo, puso sus sentimientos a un lado también y se comunicó con mi madre contándole lo sucedido. A diferencia de muchas personas en el reformatorio, ella sabía perfectamente acerca de mi relación con Zack y lo profundamente enamorada que estaba de él. Por este motivo, tomo un vuelo de emergencia, llegando para estar a mi lado durante toda esta locura.
Entramos a la capilla en silencio. Luzco un vestido de terciopelo negro de manga larga que me cubre las rodillas. Mi cabello está recogido en forma de moño y mi maquillaje es ligero, lo suficiente como para cubrir las ojeras pronunciadas y disimular la resequedad de mi rostro.
Una gran cantidad de gente, conocidos y no tan conocidos, están aglomerados cerca del ataúd. El hombre que se encarga de cuidar el lugar donde yace el cuerpo sin vida de Zack parece molesto y le indica a las personas que se acomoden en una fila. Finalmente, hacen caso a las órdenes del hombre fornido y se forman en una fila. Algunos se llevan las manos a la boca, tratando de callar esos gritos que de seguro quieren sacar al aire pero no pueden porque serían echados del lugar, otros se hacen la señal de la cruz y tocan el ataúd, como si él fuera un especie de santo y un pequeño porcentaje de las personas simplemente ojea rápidamente y se retira, sin expresión alguna en el rostro.
Decidida a darle un último adiós, me levanto del banco y me acerco arrastrando los pies hasta la fila. La gente parece apiadarse de mí y me deja el paso libre, como si fuese una especie de viuda despidiendo a su marido. Camino, decidida a darle el último adiós y justo cuando estoy cerca de mirar su cuerpo frío y sin vida, alguien me toma del brazo.
—No lo hagas —ordena Anneliese. Luce una camisa negra elegantemente combinada con un conjunto de chaleco y unos pantalones de talle alto. Sus párpados están coloreados con una sombra dorada y sus mejillas tienen demasiado rubor.
—¿Disculpa? —ladeo la cabeza y suelto una risa socarrona—. ¿No puedo ver a mi novio? —hago énfasis en las dos últimas palabras.
—Confía en mi —deja de apretar mi brazo y sujeta mi mano—. ¿No prefieres quedarte con la imagen de aquel chico que conociste, sano y lleno de vida? De verdad, no quisiera que además del dolor que ya tienes, tengas que lidiar con otro —hace una pausa y respira hondo, luchando contra las lágrimas—. El Zack de allí —señala el ataúd—, no es el mismo que conociste, lo puedo asegurar.
Pienso por un momento en sus palabras y parecen resonar de una manera positiva en mi cabeza. ¿Por qué estoy interesada en ver a una persona que ha perdido el color de su piel, sus labios y su esencia? No necesito traer esa imagen a mi vida, no necesito darle un último adiós; no de esa manera. Decido conservar los buenos momentos y aquella sonrisa que presencie antes de dormir con él, en esa noche dónde la tormenta fue el único testigo de nuestro último encuentro.
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Recuérdame
RomanceDespués de ser diagnosticada con Lupus y tomar malas decisiones, Jennifer es enviada al mejor reformatorio y centro de rehabilitación de la ciudad de Londres. Su rebeldía y actitud pedante hacen que su estadía sea un infierno hasta que conoce a Zack...