- Disculpe señora, quisiera llevarme este vestido por favor---escuché a mis espaldas la voz de una mujer. Me giré con una cortés sonrisa.
- Por supuesto señora---exclamé agarrando el vestido que la clienta me tendía. Caminamos hacia la caja y preparé su compra, mientras ella pagaba. Katherine sonreía cordialmente, pero cuando nos despedimos de la señora, ambas quitamos nuestra sonrisa. Katherine suspiró cansada.
- ¿Por qué demonios hay que sonreir a cada rato? Ya me duele la mandíbula de tanto fingir una sonrisa---La miré divertida
- Normas de la tienda--exclamé guiñándole un ojo---aunque te entiendo---suspiré y me apoyé en el mostrador--- yo también estoy agotada---y el tan solo pensar en lo que me esperaba en la casa, me dieron escalofríos. Sebastian ultimamente ha estado más agotador de lo normal. Katherine vio mi cara y puso una mueca.
- Por lo menos se que cuando llegue a casa, solo me estará esperando un pequeño perro, pero en tu caso...---ella giró los ojos----te estará esperando un pequeño terromoto---rió por debajo.
- Katherine, Sebastian no es tan... terrible---exclamé con una mueca. Ella rio con más ganas.
- Solo una madre dice eso---Katherine cruzó los brazos---¿recuerdas que sucedió hace un mes?--- no pude evitar una mueca. Traje a Sebastian a la tienda y se puso a jugar al futbol y sin querer tiró la pelota hacia un estante de mini peluches, que se cayo y causó una reguera en el suelo. Tuve que trabajar horas extras para compensar el desastre. Katherine suspiró resignada---cariño tu hijo es una belleza y una ternura, pero un poco travieso.
- Si, lo sé, pero es que no tengo tiempo de salir con él para que juegue. He querido inscribirlo en un deporte, sin embargo, eso requiere mucha dedicación y tiempo de mi parte, y eso Katherine, no lo tengo. Trabajo de lunes a sábado, todo el día. Los domingos es para poder hacer la colada, comprar alimentos y descansar. Salir es lo menos que pienso---la miré cansada.
- Tranquila Alana, se que las cosas se podrán resolver de mejor forma---exclamó Katherine dándome ánimos.
- Gracias amiga---Le sonreí. Me separé del mostrador---mejor me voy. Tengo que ir al almacen---me despedí y caminé por los pasillos. Al llegar agarré la tabla donde estaba el listado de la nueva mercancía. Suspiré cansada al ver la cantidad de hojas. Desvié la mirada hacia la mercancía y volví a suspirar. Cerré los ojos y recobré el ánimo. Con pensamientos cansados y pesimistas no llegaría a nada. Lo mejor era comenzar pronto para irme rápido.
Una hora después, entre cajas de juguetes, escucho que me llaman. Alguien preguntaba por mi. Me levanto de la silla y salgo. Me preguntaba quien llamaría por mi. Si fuera la niñera o alguna de mis amigas, me llamarían al celular. Sin embargo, mi pregunta fue respondida al ver al hombre de la otra vez, esperandome con los brazos cruzados, apoyado a una columna. Me detuve en seco. ¿Qué hacía él aquí? Me escondí entre los estantes para que no me viera. Mi corazón latía como loco. Recordé nuestro último encuentro y me preocupé. Él había dicho que me llevaría a cenar cuando volviera. Y aunque lo rechacé en su momento, él estaba aquí. Lo miré a hurtadillas y maldije mi suerte. Busqué con la mirada a Karen. Le hice señas para que se acercara a mi. Ella me miró con sorpresa y se acercó.
- Karen ¿ese hombre te preguntó por mi?---lo señalé
- Si, él mismo---ella lo miró y sonrió---está comerselo ¿no crees?---puse los ojos en blanco
- Karen ¿puedes decirle que no estoy?---ella me miró como si hubiese vuelto loca--- Él es un cliente que vino hace una semana, pero no lo quiero ver. Así que ¿le puedes decir que no sabías que yo me fui temprano hoy?
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El Deseo Navideño de un Magnate. N°6 Serie Amigos de la Realeza
Romance¿Qué ocurriría si un hombre marcado por el pasado conoce a una bella mujer que vive del optimismo y que además lleva en su seno a un travieso niño? Cameron Rossi Ferrara es un magnate italiano que vive para y por su trabajo. Por voluntad propia dec...