Capítulo Once

1 0 0
                                    

  El viento soplaba con tal fuerza que amenazaba con hacerme caer del caballo gracias a la velocidad en que el mismo cabalgaba. El viento que golpeaba mis mejillas era uno frío al punto de que podía llegar a ser doloroso. Pero no me enfocaba en nada de eso. Me había adelantado al resto así que fui la primera en alcanzar el Templo. No espere a que se detuviera para saltar del caballo.

  Los Monjes que me recibieron notaron que algo andaba mal de inmediato. Quizás por el temor en mi rostro.

- "Busquen a los médicos. ¡Ya!"

  Los chicos llegaron segundos después. Entre ambos apoyaban o más bien arrastraban al tercer que no era capaz tan siquiera de mantener la cabeza arriba. Los Monjes encargados de la medicina no tardaron en llegar y llevárselo. Todos los seguimos a pesar de su insistencia en que no lo hiciéramos. Lo llevaron a su habitación, seguidos por otros Monjes que cargaban bandejas llenas de frascos, vendas, hojas y todo tipo de herramientas, antes de cerrar la puerta frente a nuestras caras.

  Resignados, decidimos esperar en el corredor. Nathaniel tomó asiento en el suelo. Por mi parte me recosté de la pared justo frente a la puerta. Lo único en mi mente era lo que podía estar sucediendo en la habitación. Maximus caminaba de un lado a otro cuando Kaila se nos acercó deprisa.

- "¿Que ha sucedido? ¿Dónde está Darían?" Se encontraba fuera de aliento.

- "Kaila..." Maximus no termino su oración pues la chica lo interrumpió.

- "Tal vez si yo hubiera estado...yo..." Se encontraba temblando.

Maximus se acercó a ella, colocando sus manos sobre los hombros de la chica.

- "Necesito que te calmes. Lo mordieron, pero hemos llegado lo más rápido que fue posible. Necesitamos...mantener la fe."

   La chica solo asintió distraídamente antes de dejarse caer en el suelo, su espalda contra la pared. Tan solo tardaron minutos, pero estos se sintieron como horas, cuando al fin abrieron la puerta. Uno de los Monjes más ancianos salió de la habitación.

- "Estará bien." Nos dijo. Todos nos relajamos visiblemente. "Le hemos suministrado el antídoto que es fabricado para Cazadores. Necesitará algunas horas para expulsar el veneno. Les pediré que se mantenga fuera de la habitación pues no será un proceso fácil para el chico. Lo mantendremos bajo vigilancia." Con eso asintió y empezó a caminar por el corredor.

  Una vez la presión sobre mi pecho se marchó note otra cosa. Me cabeza se sentía...extraña. Casi como si mis pensamientos estuvieran flotando. Quizás era por lo débil que me encontraba pues intente cerrar mi mano pero no fui capaz. El movimiento de mis dedos causó que una nueva ola de dolor se lanzará por todo el lado izquierdo de mi cuerpo y entonces lo recordé. Había estado tan preocupada que había olvidado los cortes en mi brazo. Deje que mis ojos fueran a mi mano. Mis dedos se encontraban cubiertos de rojo. De las puntas de mis dedos caían gotas de la misma sustancia.

- "Amira, oh Dioses." Kaila fue la primera en notar el pequeño charco de sangre que se había formado junto a mi bota.

  Ambos chicos se giraron de golpe hacia mí mientras que Kaila me ayudaba a tomar asiento en el suelo. Examinaba mi brazo y no pudo evitar la mueca que apareció en su rostro.

- "Demonios, como lo e olvidado. Lo siento." Nathaniel se encontraba de rodillas frente a mi. Alejo el cabello que nublaba mi vista, colocándolo tras mi oreja pues yo no era capaz de hacerlo.

Lo sonreí débilmente.

- "Yo lo llevo en mi brazo y lo e olvidado." Le conteste.

  Segundos después Maximus regresó acompañado por el Monje anciano que había salido de la habitación. Pude ver en el fondo del pasillo una figura que nos observaba. Se trataba de la niña, Naomi. Pero no pude prestarle mucha atención.

Un Cruel DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora