Capítulo Doce

1 0 0
                                    

  Caminamos en silencio por varios minutos. Los suficientes para dejar atrás a la habitación y varios corredores. La niña se mantenía con la mirada en el suelo. Yo me apoyaba contra la pared cada vez que subíamos por escaleras.

- "¿Siempre es así?" Hablo al fin.

Nos acercábamos al área de los dormitorios.

- "¿A que te refieres?" Le pregunte observándola.

- "¿Salen, se lastiman y nadie se sorprende? Como si fuera parte de su labor." Me dijo. Levantó la vista hasta que nuestros ojos al fin se encontraron.

  No encontré en mi la fortaleza para mentirle así que solo asentí. De que serviría decirle lo contrario. Después de todo tarde o temprano, ella tendría que tomar nuestro lugar. El proceso se repetiría y la vida de los humanos continuaría sin notarlo. Al llegar nos encontramos con una escena parecida a la que me había despedido. Nathaniel seguía en su lugar en el suelo, Kaila se encontraba a su lado y Maximus se encontraba recostado de la pared.

  No perdí el tiempo, dejando que mi espalda se deslizara contra la pared hasta chocar contra el suelo. La espera que siguió pareció aún más eterna. Eventualmente todos nos quedamos dormidos. El cansancio ganando la batalla. Me desperté gracias a alguien sacudiendo me.

- "Nos permitirán entrar." Me dijo Maximus quien se encontraba inclinado frente a mi.

  La puerta a la habitación se encontraba abierta y Kaila había abandonado el corredor. Nathaniel se encontraba acostado justo en el centro del mismo. Tenía un brazo cubriendo sus ojos.

- "Nate, arriba. Mueve tu trasero." Le dijo Maximus sin obtener respuesta.

Se acercó al chico que aún dormía.

- "¡Nathaniel!" Le gritó justo en el oído.

  El chico se sentó de golpe causando que su cabeza chocará con la del otro. Maximus se hecho hacia atrás gracias al impacto mientras se frotaba la frente. Aunque la mueca en el rostro de Nathaniel era más evidente gracias al corte en el área del golpe.

- "Tu cabezota casi me asesina." Le dijo Nathaniel mientras se ponía en pie.

- "¿Mi cabezota? Acaso no te has..." Comenzó a decir indignado Maximus pero no llegó a terminar.

- "¿Cariños, los dejo solos por unas horas y ya actúan como un matrimonio?"

  El escuchar su voz hizo que me pusiera en pie de golpe. Ambos chicos se giraron de golpe y pasaron por la puerta casi corriendo y empujándose. Entre justo a tiempo para verlos saltar en la cama.

- "¡Estas vivo!" Le gritaron ambos mientras lo abrazaban.

  Una vez se apartaron y mis ojos lo encontraron las lagrimas nublaron mi vista. Por primera vez esa noche, verdaderamente, me permití sentir el miedo que sentía por perder a alguno de ellos. El abrió los brazos y no lo dude.

- "Si vuelves a hacer algo así...juro que te patearé el trasero." Le dije una vez me aleje.

- "Anotado." Me contesto con una leve sonrisa.

  Era evidente que se encontraba agotado. Entonces recordé lo que el monje me había dicho sobre las formas en las que su cuerpo podría intentar expulsar el veneno. Justo entonces se nos unió uno de los Monjes.

- "Necesita descansar." Nos dijo con un gesto hacia la puerta.

  Lo que quedaba de la noche se fue con gran velocidad pues todos nos encontrábamos agotados. El día siguiente desperté temprano en la mañana para mi sorpresa. No me moleste con colocarme la armadura. Optando por una camisa, pantalones y botas. El cinturón se mantuvo olvidado sobre la mesa. Ronde a solas por los corredores hasta encontrar un buen lugar. Se trataba de una pequeña azotea. Solo tenía que abrir una de las grandes ventanas de cristal para llegar a ella.

  No pase mucho más tiempo a solas. Escuche como alguien se acercaba pero no me giré a revisar de quién se trataba. Cuando tomó asiento a mi lado, aún sin verlo supe quién era. Por alguna razón mi cuerpo era capaz de reconocerlo incluso con los ojos cerrados. Mantuve los ojos al frente. Observando a las aves que volaban con gran velocidad por el despejado cielo. La calor era algo que te seguía a donde fueras en ese reino. Pero la brisa era tanta en la pequeña azotea que sacudía mi cabello.

- "¿Es lindo no? Quizás Gnillaf no está tan mal después de todo."

- "Sigo prefiriendo a Llafyks." Conteste.

- "¿Como sigue tu brazo?" Me pregunto. Al parecer no tenía verdadero interés en discutir los climas de los reinos.

- "No me e molestado en revisarlo."

  La verdad no sabía porque no lo había hecho. El tiempo había estado de sobra pero por alguna razón no quería tener que verlo y revivir lo sucedido la noche anterior. Sin palabra alguna se acercó a mí. Tomando mi brazo gentilmente y colocándolo sobre sis piernas. Luego de enrollar la manga de mi camisa, exponiendo las vendas las quito con aún más delicadeza.

- "¿Y?" Le pregunte con los ojos aún al frente.

- "De hecho, no está nada mal." Me dijo. "Esperaba algo peor."

  Entonces deje que mis ojos fueran a la herida. La piel se encontraba un poco hinchada por lo que las suturas parecían estar apunto de brotar. Él área alrededor de cada uno de los cortes se encontraba roja. No era nada comparado con lo que había estado esperando. Fuera de la hinchazón, las heridas se encontraban en un estado de regeneración demasiado adelantado incluso para una Cazadora. La única repuesta que se me ocurrió fue que el Monje debía de ser un gran médico.

- "Tienes razón." Le dije todavía asombrada.

Nathaniel descartó las vendas que se encontraban algo manchadas por sangre y extrajo algunas de su pantalón.

- "Imagine que no lo habías revisado." Contesto a la pregunta que no llegue a expresar. Ante sus respuesta una leve sonrisa llego a mis labios.

Colocó las vendas sobre la herida y de volvió mi brazo a su lugar sobre sus piernas, no parecía tener intención de moverlo.

- "Esto no es justo." Ahora el era quien mantenía la vista al frente. "La vida que se nos es forzada.¿Porque tú debes salir lastimada, y no ellos?" Negó con la cabeza. "Darían casi muere. Pensé que ya aceptaba la idea de que algo así sucedería tarde o temprano. Pero no puedo tan siquiera imaginar lo que haría si algo les sucediera."

  Nathaniel siempre había sido así. Desde pequeño había demostrado un gran desagrado por ser un Cazador. Por las obligaciones que lo acompañaban. Fue el primero en notar lo que nos esperaba en un futuro. Mientras el resto nos hacíamos a la idea de ser héroes, tales como los que aparecían en cuentos. Héroes tales como de los que se escribían canciones. El parecía saber que después de nuestras muertes nadie cantaría sobre nuestros logros. Al contrario, nos olvidarían tal cual no hubiéramos existido. Nathaniel fue el primero en notar que nuestras vidas nunca serían nuestras.

  En momentos como ese no sabía qué decirle. ¿Qué estaba de acuerdo? ¿Que odiaba las cadenas que arrastrábamos por los humanos, igual que el? Quizás, que daría lo que fuera por la libertad de escoger la dirección que deseaba tomar con mi vida. Por tener la libertad de amar a quien quisiera en la forma que mi corazón lo deseara. ¿Pero qué objetivo tendría? Solo lograría añadir más leña, al fuego que ardía dentro de él. Así que opte, por la qué debía ser la peor opción. Mantuve silencio pues mi palabras solo lograrían lastimarlo.

Un Cruel DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora