Capítulo Quince

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  Solo lo observaba sin reacción alguna pues sus palabras aún parecían no alcanzarme. No comprendía nada de lo que decía. ¿Porque decirme todo eso ahora? ¿De qué serviría? Pero el pensamiento que predominaba en mi mente era el peor. Aquel que no lograba entender pues no tenía sentido.  Vivía y moriría asesinando Vampiros. Era mi propósito en la vida. Eso me habían enseñado. Debía odiarlos y aniquilarlos. Pero...yo era uno de ellos.

- "Esa noche, le ofrecí protección pero solo me dijo que los monjes atraerían su atención. No tenía idea alguna de lo que sucedería." Colocó la copa sobre la mesa. Ya no lo observaba. Mis ojos se encontraban sobre la mesa. Apretaba mis manos con tan fuerza que mis uñas comenzaron a atravesar la piel. "Te debí haber asesinado cuando me marché. Eso habría sido lo correcto ante los ojos de cualquier Monje. Pero no fui capaz."

- "¿Que le sucedió?" Pregunte en una voz que apenas superaba a un murmuró.

- "Tres días después, los encontraron muertos. Sus gargantas abiertas. Tus abuelos y tú madre. Luego de las investigaciones concluyeron que fueron asesinados por Vampiros. Yo...siempre estaré certero de que se trató de el."

- "Mi padre, el Vampiro" Le dije poniéndome en pie. Él hizo lo mismo. "Alguna vez e...demostrado rasgos."

El asintió con la cabeza. Soltó un suspiro antes de hablar.

- "Te e vigilado como a nadie durante todo este tiempo. No tienes sed por la sangre. Estoy seguro de eso." Era la única buena noticia que había escuchado en toda esa noche. "Eres más veloz y fuerte que el resto. Tus heridas sanan más deprisa." Mis ojos fueron a las cicatrices en mi brazo que aún debían ser heridas. "Todos tus sentidos son más amplios que los del resto de los Cazadores. Nunca has revelado otra forma, aunque quizás si la poseas. Imagino que está muy dentro de ti." Por primera vez dejo de verme a los ojos.

- "Dígalo."

- "No pueden asesinarte. Amenos que se trate de...la espada de un Cazador."

- "¿Como podría saber eso?" Le pregunte.

- "En una ocasión, uno de los Monjes lo descubrió. Era uno de los ancianos. Tenías a penas tres años. Lo deje solo contigo. Ese fue mi error. El había estado preparando frascos de agua bendita. Uno de ellos te salpicó. Te quemo la piel igual que a un Vampiro. Te escuche llorar y regrese de inmediato. Cuando llegue te encontré en el suelo. Tenías una daga directamente en el corazón, Amira."

Una risa sin humor alguno escapó mis labios.

- "Solo, la espada de mis compañeros o mi espada lograran asesinarme. Espero que ellos logren hacer lo que usted no." Me giré hacia la puerta. "¿Qué le sucedió, al Monje?"

- "Hice lo que tenía que hacer para mantenerte segura."

- "¿Qué le sucedió?" Pregunte de nuevo.

- "Lo asesine."

No espere más para marcharme. Como llegue a mi habitación era una gran pregunta pues mientras caminaba por los corredores las lágrimas que no comprendía comenzaron a nublar mi vista. Una vez en ella cerré la puerta, deslizándome contra ella hasta chocar contra el suelo. Llore por la madre que nunca conocí. Por el padre que resultó ser un monstruo. Pero aún más por el hecho de que yo también era uno. Mi cabeza termino descansando sobre mis rodillas mientras las lágrimas caían una tras otra.

Me puse en pie con brusquedad hasta estar frente al espejo. No había nada diferente en la reflexión. Al menos nada que fuese visible. Si Davies tenía razón. Dentro de mi, yacía una bestia. Una oscuridad que quizás me guiaría a hacer cosas que temía con todo mi ser. Un monstruo que debía eliminar. Mi puño choco contra el espejo, rompiendo en pedazos a la reflexión. En ese momento en realidad me vi. Cientos de pedazos rotos. Quizás eso en realidad me representaba. ¿Qué debía hacer? Mi bota choco contra el roto cristal. El espejo cayó con fuerza.

En el suelo caían gotas de sangre provenientes de mis nudillos. Al verlas solo podía pensar en una cosa. Aquella sustancia que escapa mi cuerpo era sangre de Vampiro. Me gire hacia la mesa de noche. Empecé a abrir y lanzar gavetas por la habitación. Estas chocaban contra las paredes. Algunas haciéndose añicos. Hasta que encontré una daga. Solo había una forma de comprobar todo lo que Davies decía. Solo una forma de quizás terminar con todo.

Presione la daga contra mi pecho. Justo sobre mi corazón sin detenerme a pensar si hacía lo correcto. Atravesó la camisa como si no estuviera ahí. Luelo comenzó con la piel. Sentía el dolor pero tan solo levemente. Como si estuviera atravesando el pecho de otra persona. La puerta de mi habitación se abrió. Antes de que pudiera reaccionar alguien me arrebataba la daga.

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⏰ Última actualización: Jan 13, 2019 ⏰

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