Capítulo Seis

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   El sol se encontraba ocultándose cuando al fin nos detuvimos. Nos encontrábamos en un área nuevamente repleta de árboles que nos servirían de protección. Era el lugar más seguro que encontraríamos para acampar. Alrededor, en las áreas en las que los árboles no crecían, podía ver restos de pequeñas casas de piedra. Antes de todo, antes de la llegada repentina del enemigo, los terrenos de cada reino habían sido mucho más grandes de lo quedaba de ellos. Esto gracias a que se vieron forzados a huir de los Vampiros. Mientras ellos ganaban terreno, los humanos lo perdían.

No tardamos en construir el campamento pues este solo consistía de una fogata y algunas sabanas que servirían de cama. Todos tomamos asiento frente al fuego que ardía mientras se repartía la cena. Agua, pan, queso y frutas. Sería más que suficiente. Darían fue el primero en caer desplomado sobre una de las sabanas. Kaila le siguió minutos después. El cansancio del viaje era evidente y aún se trataba del primer día.

- "Revisaré él área una vez más." Nos dije Nathaniel mientras se ponía en pie. Una mano sobre el mango de Mortem.

Las espadas de cada uno emitían una suave luz verde al lado de sus respectivos dueños. Junto a Kaila se encontraba Fidem. Junto a Darían, Motus y en manos de Maximus, Bellum. El último solo la sostenía mientras observaba la hoja afilada de esta. Para un Cazador, su espada era el objeto más preciado que conocía.

- "Max, ve a dormir. Nathaniel y yo vigilaremos primero."

Se mantuvo observando la hoja por otros segundos.

- "Muy bien, despiértame pronto."

- "Descansa." Le dije mientras pasaba a mi lado.

- "Gracias." Contesto mientras sacudía mi cabello.

Algunos minutos después Nathaniel se abrió paso entre los árboles, tomando asiento a mi lado.

- "No hay señales de vida."

- "Esperemos que se mantenga así."

- "Pronto tendremos que apagarla." Me indicó con un gesto a la fogata. "No queremos llamar atención innecesaria."

Solo asentí, imaginando lo fría que sería la noche.

- "Amira, yo quería disculparme." Me giré hacia el. "En especial sobre la parte en que me marche y te deje en medio del pueblo. Enserio, lo siento es solo que..."

- "Eh, " Le dije chocando mi hombro contra el suyo. "No tienes que disculparte y tampoco explicarte. ¿Además, crees que no abría sido capas de patearles el trasero?" El último comentario que normalmente no podría haber hecho pues esa no era la "forma adecuada en que debía expresarse una dama", logró que sonriera.

Me entretuve lanzando patadas al suelo hasta que la tierra apago el fuego. Dejándonos en una noche oscura, pues la luz de la luna casi no lograba abrirse paso entre las hojas de los altos árboles. El frío no tardó en llegar. Uno a tal punto con mis dientes comenzaron a carraspear. Mis compañeros, en su sueño profundo, no parecían notarlo.

Nathaniel extrajo a Mortem y enterró parte de la hoja en la tierra frente a nosotros para que esta proporcionará algo de luz.

- "¿Porque teníamos que ir a Gnillaf? Las noches serán aún más frías. No podía ser, Llafyks. Juro que sueño con esas playas."

Le sonreí, completamente de acuerdo con la idea.

- "Quizás después de esto, nos permitan unas vacaciones. Llafyks, no sería una mala idea." Le conteste aunque sabía que eso no era una posibilidad. Después de este viaje solo surgirán más problemas que tendríamos que solucionar.

Inconscientemente me fui acercando hasta que nuestras piernas y hombros se encontraban unos contra otros, en busca del calor que emitía su cuerpo. Aún más inconscientemente, mi cabeza termino recostada de su hombro mientras hablaba.

- "Quizás, ya puedo imaginar el calor. El agua salada y las olas. El aire..."

Sus palabras fueron alejándose de mis oídos según mis ojos se volvían pesados. No tardaron en cerrarse y permitirme algunas horas de descanso. En la mañana fui la tercera persona en despertar. Podía escuchar el movimiento a mi alrededor mientras intenta localizar donde me encontrada. Recordé mi conversación con Nathaniel y como me quede dormida. Aún así eso no explicaba cómo había llegado a una de las sabanas en el suelo. Me puse en pie lentamente. Desapareciendo en silencio para prepararme.

Una vez volví al campamento pude ver a los chicos  caminando de un lado a otro. Mientras Nathaniel empacaba nuestras cosas y alimentaba a los caballos, Maximus intentaba levantar al resto.

- "Darían, mueve el trasero." Le dijo Maximus al chico que aún permanecía en el suelo murmurando insultos.

Cuando todos nos encontrábamos lo suficiente despiertos emprendimos el viaje nuevamente. Los días que siguieron fueron unos llenos de sol, cansancio y noches heladas. Pareció que todos soltábamos un gran suspiro cuando la tierra se comenzó a transformar en arena aún más caliente pues significaba que nos encontrábamos cerca. Nos tomó horas el alcanzar el pequeño pueblo en el centro de Gnillaf. Entre el ocupado mercado logramos pasar desapercibidos pues era muy poco probable que alguien nos reconociera.

Cada uno de los reinos era drásticamente diferente del otro. Era algo que se podía notar incluso en la forma en la que las personas se vestían. La única cosa que se mantenía igual eran los Templos. Pues el de Gnillaf era una exacta réplica del que conocíamos como nuestro hogar. Maximus fue el primero el abandonar su caballo para acercarse a las grandes puertas dobles en la entrada. Desde la distancia lo observamos conversar con un anciano cuyas togas indicaban que era un monje, hasta que con un gesto de la mano nos indicó que nos acercáramos. Cuatro jóvenes muchachos se acercaron de prisa para llevar nuestros caballos a los establos.

Una vez nos encontramos frente a las puertas el Monje nos recibió.

- "Cazadores, es un honor." Nos dijo inclinando la cabeza en señal de respeto. "Les doy la bienvenida al Templo de Gnillaf. Deben estar muy cansados, permítanme llevarlos a sus habitaciones."

Con eso se giró y comenzó a caminar con un paso apresurado.

- "En la hora de la cena les pediré que me permitan informarles sobre la situación. Se les indicara donde luego. Ah, les pido disculpas en adelantó. Tenemos nuestro propio grupo de Cazadores aún creciendo. Fuimos el siguiente reino bendecido." Su tono se tornó a uno lleno de orgullo. "Apenas tienen siete años así que son criaturas llenas de muchas preguntas. Cuando escucharon que tendríamos la visita de los Cazadores de Danlgib se emocionaron demasiado. No me sorprendería que los sigan por el Templo."

Incluso el interior era idéntico a nuestro hogar. El único cambio evidente eran las caras desconocidas que nos seguían con la vista.

- "No se preocupe." Le contesto Kaila luego de una larga pausa.

El Monje nos indicó una ultimas instrucciones antes de permitirnos entrar a las habitaciones. Luego de una larga ducha me dediqué a vagar por los corredores pues descubrí que no podía dormir. Deje mi armadura atrás en la habitación decidiendo que solo portaría a Vitae. Pasaron varios minutos cuando al fin me acerqué a una sala de la cual provenía un sonido. Uno que conocía muy bien. Madera golpeando madera.

Un Cruel DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora