Capítulo Dos

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   Cuando al fin vi la estructura del Templo Nathaniel había desaparecido de mi vista. El edifico más grande de todo el reino. Con tan solo verlo era evidente que llevaba cientos y cientos de años en pie. Todo en el, incluso el gran par de puertas dobles hechas de madera oscura en la entrada. Indicaban el esfuerzo y dinero que se había colocado en la construcción de este. Se encontraba repleto de ventanas de cristal y dibujos en las paredes de los dioses. Era un lugar sagrado para todos. También era nuestro hogar. Al menos el único lugar que habíamos conocido desde nuestro nacimiento que pudiéramos asociar con la palabra.

   Obviamente no recordaba el día en que llegue a él pues sólo había tenido algunos horas de vida. Según, Davies, el Monje encargado de cuidar de nosotros, los Cazadores, yo había sido la primera en llegar. Un día después Maximus fue encontrado. A diferencia de mis padres, se rumoraba que los padres de este se habían rehusado a entregarlo como estaba establecido por ley. Al día siguiente Kaila se nos unió. Dos días después había sido el turno de Nathaniel y por último llego Darían. Ellos eran mis compañeros, juntos éramos Los Cazadores. Además de mis compañeros, eran mi familia. No existía un solo recuerdo en mi mente en el que ellos no estuvieran involucrados. Los amaba como a nadie más a pesar de que algunas veces quisiera estrangularlos, en especial a Nathaniel y Darían.

   El Templo no era sólo nuestro hogar. También nos acompañaban los Monjes. En cuanto a estos...bueno tenían demasiadas funciones. Las personas podían tomar la decisión de convertirse en Monjes desde los quince años, así que sus edades eran muy variadas. Una vez se unían decidían en cuál de las tareas se centrarían. Algunos de ellos se dedicaban a gobernar. Tomaban las decisiones, escuchan las peticiones. Si un crimen era cometido era la decisión de los Monjes él castigos que recibiría el culpable. Algunos siendo incluso la muerte. Estos además eran los guardias en cada reino. Los que decidían tomar este trabajo eran entrenados en combate y eran muy buenos en el. Vigilaban las entradas, patrullaban las calles y se encargaban de los problemas entre los humanos.

   Sus trabajos no acababan ahí, los Monjes eran la parte más vital en mantener a un reino funcionando. En el Templo trabajaban los cocineros, doctores e incluso herreros. Aunque, toda arma forjada por un Monje era de uso exclusivo. Solo podía ser utilizada por otros Monjes con autorización de portar armas o por Cazadores. Después de todo todas las dagas que portaba e incluso mi espada, fueron forjadas por ellos. Los Monjes tenían la confianza y respeto de todos pues además de sus respectivas labores se encargaban de la adoración a los dioses. Gracias a esto se decía que tenían una gran cercanía a los mismo, lo que les permitía tener mentes sabias y conocedoras de las respuestas apropiadas en todas las situaciones. Ellos incluso manejaban nuestras misiones.

   Me detuve en el establo donde encontré a Nathaniel. Se encontraba atando a su caballo. Yo no me moleste en hacer lo mismo. Una vez mis botas chocaron contra el suelo me acerqué a él. Justo cuando se giró mis manos chocaron contra su pecho. No se tambaleó demasiado pero lo disfrute.

- "¿Que diablos fue eso?" Le dije, solo entonces notando lo enojada que estaba.

Personalmente no había manejado la situación de la mejor forma pero no lograba entender que el había estado pensando.

- "¿De que hablas, Amira?" Me contesto antes de girarse nuevamente.

- "¿De que hablo? Dioses, te golpearía con un bloque si fuera legal."

Noté que sonreía lo que solo logró que me enojara aún más.

- "¡Cuando Davies se entere! ¿Acaso no estabas pensando?"

- "Amira," Se giró lentamente con los brazos cruzados. "Sé que no debía pero, que puedo decir, me enoje demasiado. Yo lidiaré con Davies cuando llegue el momento, le dejaré claro que tú no tuviese a nada que ver."

- "¿Acaso crees que me preocupa quedar involucrada? Ya has tenido demasiados problemas con el."

- "Y seguirían apareciendo." Se acercó a mi y sus manos fueron a mis hombros. "Ahora sonríe, no sabes lo gracioso que es verte enojada."

Le lance una mirada antes de que me girará y comenzará a guiarme fuera del establo.

- "Enserio, me asustaría, eres muy intimidante. Es solo que recuerdo a la niña de catorce años que me levanto en la noche llorando porque una araña la había tocado."

Mi codo chocó contra sus costillas. El golpe no tuvo efecto alguno por su armadura.

- "Yo te enseñaré que es intimidante."

- "Otro día, muero de hambre."

   Una vez en los corredores del templo comenzó a caminar a mi lado. Los mismos se encontraban repletos de pinturas y artefactos que se consideraban de gran importancia. La mayoría eran alusivos a los dioses. En minutos nos encontrábamos en el comedor. Un área que mayormente se encontraba transitada. En especial en la hora del almuerzo. Alrededor de la habitación se encontraban una gran cantidad de mesas y sillas. En el centro de esta había una larga mesa en la que se encontraba la comida. Panes, frutas, carne, aves, sopas, tartas, pasteles y muchas cosas más. Las bebidas siempre se encontraban en las mesas. La mayoría de los Monjes consumían una gran cantidad de vino pero eso no se nos era permitido por alguna razón.

   Una vez mi plato se encontraba considerablemente lleno, en comparación con el de Nathaniel, vacío, comenzamos a caminar nuevamente.Tomamos asiento sin palabra alguna pues ambos nos encontrábamos hambrientos pero no tuvimos mucho tiempo. Sentí si presencia a mi lado antes de que mis ojos lo encontrarán.

   Henry Davies había sido uno de los Monjes que trabajaban como guardia. Los otros Monjes decían que había sido uno de los mejores en combate. Todo eso antes de que decidiera encargarse de la nueva generación de Cazadores. Desde ese entonces nos había entrenado. Era un hombre severo e incluso podía llegar a ser cruel. Se tomaba demasiado enserio el entrenarnos desde que teníamos una corta edad. Aún recordaba cómo había sido hace años, guapo y fuerte. Evidentemente un gran luchador. Ahora los años podían ser apreciados en su cara gracias a las arrugas en su rostro. Necesitaba de un bastón para caminar gracias a un accidente con un caballo pero eso no lo hacía verse débil. Si había algo que no había cambiado de él era su aura de poder.

- "Amira, Nathaniel, síganme."

   Ninguna bienvenida. No era para nada un hombre cálido. De hecho portaba varias cicatrices gracias a él. Incluso mientras mi peor memoria junto a él cruzaba por mi mente, no lo odiaba. Había tenido doce años en ese entonces. Una de las mejores habilidades de los Cazadores era que teníamos un sistema de curación acelerado. Si nos cortaban al día siguiente la herida se encontraba cicatrizando. Davies se tomó esto muy enserio. Mientras nos enseñaba a luchar con espadas, no tuve problema alguno con mi mano derecha. De hecho algunos de los Monjes hablaron sobre lo impresionante que era mi habilidad. Entonces llegó la parte del entrenamiento en la que debíamos dominar una espada con ambas manos. Por alguna razón no era capaz de hacerlo. A pesar de las instrucciones la espada siempre volvía a mi mano derecha.

   Davies me repitió una y otra vez que dejara de utilizarla. Que pensara que ese brazo se encontraba mal herido. Llego a atarme para que solo pudiera utilizar mi brazo izquierdo. Pero no era capaz tan siquiera de levantar la espada. Entonces Davies se frustró. Consultó con algunos de los Monjes más ancianos quienes tenían medios de aprendizaje que ya no eran aplicados pero ciertamente efectivos. Nunca supe si Davies lo autorizó pues al siguiente día, cuando me vio la sorpresa estaba evidente en sus ojos. Solorecordaba el dolor cuando los Monjes habían roto mi brazo derecho. No tarde mucho en complacer pues en días aprendí a defenderme sin el.

Un Cruel DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora