Capítulo Ocho

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Fui la primera en llegar a los establos al día siguiente. Me encontraba mayormente cubierta por mi armadura. Cargaba tantas dagas como fuera posible, un pequeño saco con envases llenos con agua bendita y lo más importante, Vitae. Terminé recostándome de una de las puertas pues no había señal de ninguna otra persona. Aún así los momentos que pase a solas fueron muy pocos. Escuche el sonido de sus pasos apresurados antes de verlos. Un grupo de tres niños que se detuvieron de golpe al verme.

Sus ojos me recorrieron hasta detenerse en Vitae. Uno de ellos golpeó el brazo del otro.

- "Es una Cazadora." Le dijo.

- "Lo note, Connor." El niño me saludo con la cabeza mientras que el primero, Connor, me observaba congelado. "Mi nombre es Edgar. ¿Dónde están los hombres?"

Levante las cejas ante su última oración.

El tercer niño, que se había mantenido en silencio, dio un paso al frente.

- "Eli." Fue lo único que dijo.

Escuche otros pasos en nuestra dirección. Que ellos también parecieron escuchar pero no les preste atención.

- "No respondiste mi pregunta." Dijo Edgar, quien había decido no me agradaba.

- "No me parece de importancia. " Le dije al fin. "¿Son Cazadores también, cierto? ¿Donde está su compañera? Naomi."

- "Ya conoció a la mocosa." No parecía capaz de cerrar la boca.

- "No deberías llamarla así. Es tu compañera. Algún día podría ser su responsabilidad salvarte la vida."

- "Una niña no podría salvarme la vida. Eso nos ha ensañado nuestro maestro."

- "No crees que..." Comencé a decir perdiendo la paciencia pero no llegue a terminar.

- "De hecho sí pueden. Amira me a salvado la vida muchas veces." Darían se detuvo a mi lado pasando un hombro por mis brazos ganándose un golpe al costado. "Es mucho más ruda que muchos chicos que e conocido."

Los niños lo miraron desconcertados. Edgar abrió la boca pero el grito de uno de los Monjes los interrumpió. Este llamaba sus nombres por lo que con una última mirada en nuestra dirección, comenzaron a correr nuevamente.

- "Eso es lo más amable que me has dicho en toda mi vida." Le dije llevando una mano a mi corazón dramáticamente.

- "No te acostumbres." Contesto pellizcando mi mejilla. Lo aleje con un fuerte empujón.

- "¿Como es que tú, de todas las personas en los reinos, has llegado temprano? Dioses, es el mayor milagro que e presenciado."

Me miró completamente serio.

- "Ja, muy graciosa."

Justo entonces Kaila se nos unió. Una vez a mi lado dejó sus ojos clavados en el chico.

- "¿O mis ojos me engañan o Darían a llegado temprano?"

El rodó los ojos antes de abrir una de las puertas y desaparece tras ella.

- "Por todos los Dioses. Después no se quejen."

No tardamos en encontrar él área que el Monje nos había indicado. Pues tal como nos había comentado la pobreza y criminalidad eran evidentes en ella. En cada esquina encontrábamos a una persona vestida con trapos esperando que alguien les aventara una moneda. Además encontrabas a los que no se resignaban y decidían tomar las riendas de la situación aunque no fuera de la forma adecuada. Más de una ocasión tuve que evitar que algún hombre que se me acercara me arrebatara el pequeño saco de monedas que cargaba. Aunque me hubiera gustado ser de ayuda, no era algo que estuviera en mi poder. No podría salvar a tantas personas de la pobreza aunque lo intentara.

La mayoría de los locales resultaron ser tabernas en las cuales las personas habían tomado tanto desde la mañana que no eran capaces de llevar acabo una conversación coherente. Algunos incluso se derrumbaban en medio del local sin llamar la atención de nadie pues era algo normal. Los pocos hospedajes que encontramos, si se les podía llamar así, pues tenían más aspecto de establo que cualquier otra cosa, consumieron la mayoría de nuestro tiempo pues teníamos que revisar a la mayoría de las habitaciones en busca de cualquier indicio de que el residente de esta fuese un Vampiro.

La taberna en la que en realidad encontramos algo, o más bien a alguien, no tenía nada de especial. Solo se encontraba tanto a las afueras del pueblo como se pudiera estar. Fuera de eso era una copia de las anteriores por lo que, cansadas por la falta de descubrimientos, Kaila y yo nos mantuvimos afuera mientras los chicos se encargaban de revisar el lugar.

- "Valla día, pensé que ya estaríamos camino a casa para esta hora." Me dijo Kaila aún en su caballo.

- "Estamos cerca. Tienen que estar por aquí, es el..." No termine de hablar pues un sonido llamo mi atención.

Los pasos apresurados de alguien que corría en nuestra dirección desde la taberna a mi espalda. Estire mi brazo justo a tiempo para que chocara contra la tráquea de quién huía. Gracias a la velocidad con la que corría callo en el suelo con fuerza. Antes de que pudiera reaccionar mi bota se encontraba sobre el pecho del hombre, manteniéndolo en su lugar a pesar de sus esfuerzos. Tomándome mi tiempo, cerré mi mano sobre el mango de Vitae, tomándola para así colocar la punta de la hoja contra su cuello.

Los chicos llegaron segundos después. Se detuvieron de golpe justo frente a la puerta al notar la situación.

- "¿Lo es?" Les pregunte manteniendo mis ojos en el hombre que aún forcejaba.

- "Averigüemos." Me contesto Nathaniel acercándose.

De su cinturón colgaba un pequeño saco del cual extrajo un frasco conteniendo el líquido transparente. Tan solo basto con ver el temor en los ojos del hombre para confirmarlo. Aún así, Nathaniel destapó el frasco y derramó una sola gota en el brazo del hombre. Al tener contacto con la piel pude escuchar el sonido de está siendo quemada. Era el mismo que se obtenía cuando al agua tocaba un pedazo de hierro ardiente. Un siseó ensordecedor. Entonces se reveló.

La piel del Vampiro se tornó a un color pálido a travez del cuál podía ver cada una de las venas que corrían por su cuerpo. Las pupilas de sus ojos se tornaron rojo mientras que el resto se convertía en un vacío negro. Los  colmillos afilados se expusieron mientras este forcejeaba. Su mano se cerró sobre mi tobillo con suficiente fuerza para romper el hueso. Las garras en sus dedos amenazaban con atravesar el material de mis botas.

La punta de mi espada se introdujo en su cuello hasta extraer sangre.

- "Intenta algo y te asesinare." Le dije entre dientes.

- "Llevémoslo adentro." Dijo Maximus.

Bastó con algunas monedas de oro para que el propietario de la taberna sacara a los pocos clientes en ella. Luego de revisar el almacén del mismo, adquirimos una soga con la que, después de bastante esfuerzo, atamos al Vampiro. Las sogas se encontraban empapadas con agua bendita por lo que a pesar de su rabia el Vampiro limitó sus intentos de liberarse.

- "Señor, debería mar..." Darían intento decirle al propietario por lo que pareció la vez número cien.

- "Que no me marcharé muchacho. Esta es mi taberna. ¿Recuerdas?" El anciano se encontraba sentado a una distancia segura del Vampiro del cual se negaba a quitar los ojos.

Sus piernas se encontraban recostadas en la mesa mientras tomaba un trago de la copa en su mano. Todos soltamos un suspiro al fin rindiéndonos. No teníamos el tiempo, ni los ánimos de utilizar la fuerza para sacarlo.

- "Si no contribuyes esta podría ser una charla...un tanto incómoda para ti." Le dijo Maximus al Vampiro mientras tomaba asiento frente a este. Una daga reluciente en manos.

Un Cruel DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora