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—ya vendrá mamá.
el niño le dijo al oso de peluche para lograr calmar un poco sus nervios. su mamá no había llegado y ya era de noche, casi.
la poca luz que había en la calle se apagó. señora luna era la única que alumbraba las frías calles, renjun sentía que lo apuntaba justo a él.
pasaron unos minutos, tal vez horas, renjun aún no sabía diferenciar entre estos dos. sentía sus ojitos pesados y tenía mucha hambre, ahora solo tenía a winko de compañía.
—no llores winko, ya vendrán por nosotros. —la pequeña vocecita del niño susurró entre sollozos.
winko no estaba llorando, renjun lo hacía.
de un momento a otro, las mejillas rosadas por el frío del niño se llenaron de lágrimas. tenía ganas de estar en su casa, junto a sus padres y su hermanito bebé.
—¡mamá! —lloraba, entre otros balbuceos no identificados.
sus manitas temblaban y su respiración agitada hacía que su nariz ardiera. —winko, n-no llores, shh.
cerca de él escuchó unos pasos, le dio miedo, porque normalmente se escuchaban pasos en la oscuridad en las películas de terror que sus primos grandes veían, le daban mucho mucho mucho mucho miedo.
vio la sombra de dos personas frente a él, agachó la mirada, no quería que vieran que había estado llorando, renjun era un niño fuerte, como un pocky bañado en chocolate, ¿alguna vez han visto a un pocky llorar?
—hola pequeño, ¿en donde están tus padres?
la voz del señor era suavecita, como un hotcake en la mañana, bañado de miel y mantequilla y... oh, renjun tenía hambre.
—¿padres? solo conozco a winko.
y era verdad. renjun había olvidado el rostro de su madre y padre, solo sabía que algún día llegarían por el y lo arroparían para dormir calientito, justo después de haber cenado en familia, como sus vagos recuerdos le hacían recordar.
—¿winko? —esta vez habló el otro señor.
no tenía la voz muy suavecita que digamos.
—si, el es winko. —les mostró a su oso. —y yo soy renjun.
el señor bajito sonrió como la hacían las bonitas muchachas enamoradas que de vez en cuando veía en el parque.
—oh, pues hola winko, hola renjun. —se sentó junto a él. —soy kun, y el es mi oso, yukhei.
