Es como una jaula.
Una niña encerrada en una jaula con un tigre de bengala blanco hambriento.
Un niña que temia por su vida, que lloraba con tan solo escuchar el tigre gruñir, un niña que pedía a gritos salir, una niña cubriendo su débil cuerpo con sus manos pequeñas.
Sentía el aliento de la bestia en su nuca.
Sentia su pesada pata en su espalda clavando sus uñas y tronando lentamente su columna vertebral.
Una vez cerrado sus ojos pudo ver en primera persona la leucemia.
Pudo ver cómo sus ojos eran llenados de gracia, ternura y pena.
"por que te da miedo?... Es solo un animal"
Tenía miedo, mucho miedo, mi cuerpo temblaba.
-salvame..- fue lo único que susurró.
Sus ojos se volvieron obscuros, ese era el llamado de la leucemia dominando el cuerpo de la castaña.
Como pudo levantó su espalda mientras sentía la sangre escurrir.
Animal noble de pelaje suave.
No dudo en lanzarse hacia el pequeño cuerpo que tenia bajo sus pies.
Mostró sus dientes blancos... Estaba enojado, muy enojado.
"La leucemia es más fuerte que tres tigres y leones juntos"
Todos miraban anonados el show que había frente sus ojos, la niña que lloraba en el suelo ahora era la segunda bestia dentro de esa jaula.
Antes de que su cabeza muriera triturada los dientes filosos entraron por su brazo pidiendo saborear la leucemia entre sus dientes.
La castaña tiró su collar naranja y clavo sus pequeños dedos en los ojos brillosos de aquella bestia que destrozaba su brazo.
Con la sangre encurriendo, quien ahora estaba en el suelo gritando de dolor era el hermoso ser blanco quien ahora tenía su pelaje Pintado de rojo intenso.
La castaña parada en media pista con el brazo destrozado, sostenía con orgullo entre su mano la perla de quién se encontraba en el suelo.
Dios miro con horror a la pequeña, aquel inocente ser ahora era quien mataba la bestia de su interior.
Por qué si... Aquel tigre no era más que la bella representación de todos sus miedos, pesadillas, lágrimas, inseguridad etc... Por eso la castañita no podía con el.
Más sin embargo la leucemia tomo su lugar y comenzó a destrozar todo los miedos de su hermana.
Si Dios no la detenía la castaña mataría su obscuridad y sus ojos arderian ante la luz que entrara por ellos.
La castaña dispuesta a arrancar el otro ojo se detuvo frente a la bestia, miro con ternura el hueco de uno de sus globos oculares y acarició con la llema de sus dedos.
Antes de poder hacer otra cosa ambos calleron al suelo rendidos.
Dios quería humanos... No bestias.
Un ser humano tenía que tener miedos e inseguridades.
Más sin embargo se dió cuenta de algo más:
La pequeña empezaba de sufrir el trastorno de personalidad múltiple.
Su cuerpo, corazón, mente y alma estaban dividido en dos.
La leucemia... Y su amada castañita.
Un ser duro como una piedra y una bestia metido en el cuerpo de una tierna criatura que no paraba de Llorar.