En ese entonces la luna era nuestro único sol.
Teníamos tanto frío que nuestros labios se pintaban de morado.
Toque tus lágrimas y tú tocaste las mías, ambos abrazamos nuestros cuerpos para calentar nuestro corazón.
Nuestra madre blanca nos miraba con amor y con cariño, miraba a sus hijos los más puros.
Y aunque no compartíamos el mismo ADN si compartíamos el mismo corazón.
los mismos sentimientos.En ese entonces la luna nos arrullaba con ternura y esperaba a que durmieramos.
Nuestras coronas de flores permanecían en el tocador.
Nuestra madre veía que la corona de uno de los dos estaba marchitando rápidamente.
Las rosas caían.
El olor a pureza ya no olía.
Nos veía a ambos con preocupación, pues el corazón de uno se marchitaria al ver al otro partir.
Uno viviría mientras el otro tenía que morir.
Ese día amanecí sin tu calor, tus ojos miel ya no buscaban el sol.
No olía las flores de tu corona y no sentía tus abrazos.
El pecho me dolía, como si las espinas de mis rosas se clavaran en mi corazón y no querría entrar en razón.
Pude ver los pétalos marchitos en el suelo y la luna llorar con agonía.
Ese día la luna perdió a uno de sus hijos a causa del cáncer.
Pero también su hija sabía que había perdido al amor de su vida.
En ese momento desearía que volvieras a nacer.
Permanezco en el piso sosteniendo tu corona en mis manos mientras las espinas se me clavan en la palma.
Los pétalos adornan el frío suelo.
Mi vista se perdió y en el pasado mientras mi corazón tarda en latir.
No puedo mentir.
La tuya la sostengo en mis brazos pero las de mis otros hermanos cuelgan por mis hombros.
Mi corazón duele.
Y sé que morirá la esperanza.
Así como la luna puede ver qué mi corona se marchitara.