Capítulo IV

915 51 0
                                    


"La tristeza y la oscuridad pueden ser muy bellas y sanadoras ---Duncan Sheik"

Un olor a desinfectante y a látex me despierta sintiendo un dolor ardiente en mi espalda, mientras un pinchazo en mi brazo me adormece para no sentir como un líquido frió color rojizo se cae por mis manos, que gota tras gota cae al suelo blanco, dejando un pequeño charco sangriento. Sin saber muy bien donde estoy me intento levantar de lo que parece una camilla.

- Tranquila, cálmate, recuéstate. Te están curando.- la voz de Lissa calma mis ansias de levantarme de la camilla, por el momento- Te están cosiendo la herida porque es muy profunda, por favor, túmbate- la oigo decir mientras mi mente vuelve a jugar con el inconsciente

(...)

No sé cuánto tiempo he estado dormida ni donde exactamente estoy, a ver, sé que estoy en un hospital, pero no se en cual precisamente. Puedo distinguir la voz de un hombre mayor que examina mis heridas, mientras un grupo de unos dos o tres jóvenes preguntan y apuntan todo lo que dice el mayor.

- ¿Puede alguien decirme de qué son estos arañazos que tiene la paciente en el omóplato derecho?

- Parece de un animal salvaje, pero no cuadra con la versión de sus amigas. Dice que le ataco alguien por la espalda. Esas marcas no las deja una persona humana- contesta una voz femenina

- Tiene razón, por lo que intuimos que sus amigas mienten y que deben haber estado por una zona boscosa con animales salvajes a su alrededor.- resalta una voz masculina fina como la de una niña pequeña

- Se habrían escapado de donde están viviendo y para no tener más problemas con sus supervisores o tutores legales, habrán mentido- dice entre risas

- Un poco de respeto- comenta la voz de señor mayor- cuando despierte tendrá que dar explicaciones tanto a ellos como a la policía que tiene en la puerta, pero a nosotros no.

Dice saliendo por la puerta acompañado de su grupo de neardertales que le acompaña. Abro poco a poco los ojos para asegurarme que estoy sola, y cuando lo confirmo busco mi teléfono móvil para llamar a Lissa o a Barbará para que me saquen de aquí y que me expliquen cómo he llegado aquí y que me cuenten como me he hecho esos arañazos en la espalda que han necesitado puntos.

Un ruido fuerte se oye cuando alguien intenta abrir la puerta, cómo no sé qué hacer, me vuelvo hacer la dormida como he hecho antes con los médicos. Me quedo tan quieta como me es posible, incluso cuando la puerta se cierra de golpe metiendo un gran estruendo.

- No sabes cómo lo lamento, Nora

Le reconozco la voz, es Rob. En cuanto rememorar su voz, todo lo que paso aquella noche fría de de primavera en el tejado azota con fuerza mi cabeza. Tanto que mi pulsación aumenta, pero no sube tanto como lo hace cuando Rob roza su mano por mi cara, mis latidos van a mil por hora, parece que voy a tener una taquicardia o un infarto aquí delante de él y nadie me va a socorrer.

- Tranquila, cálmate, vas a conseguir que entre aquí alguien y tenga que matarlo para que pueda estar contigo a solas- dice entre peñas risas que me provocan un miedo atroz

Intento que mis pulsaciones bajen, pensando en la últimas navidades que pase con mi madre y mi pequeña Patri, en lo que las últimos momentos que tuve con mi madre a solas mientras mi hermana dormía y me ponía a hablar de los chicos con mi madre. Añoro esos momentos

- Muy bien, sigue así relájate, no querrás un infarto a tu edad. Bueno te dejo aquí en la mesita unas flores y una carta explicándote porque hice lo que hice. Cuando despiertes te daré mas detalles de lo que paso. Te quiero, y recuerda eres solo mía y de nadie más.- me susurra en el oído antes de oír como sus pasos se alejan de mi- Te echare de menos y mañana a primera hora estaré aquí para verte- dice mientras abre la puerta.

Mía, solo mía y de nadie másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora