Thomas.

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             Capítulo II: Thomas

NUNCA ES MUY TARDE PARA VER MAMMA MÍA

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NUNCA ES MUY TARDE PARA VER MAMMA MÍA

La puerta suena y Carly va abrir, moviendo sus caderas. No me pierdo el movimiento de su trasero en ningún momento, y creo que la rubia a mi lado lo nota, pues me mira feo.

No me importa demasiado. Sigo observando sus tiernas y sexys bragas de Winnie the Poo. Una vez que desaparecen por el pasillo devuelvo mi vista a Loren y le sonrío.

—¿Que mirabas?— me pregunta.

—El suelo.— respondo neutro y tomo asiento.

¿Que le importa a ella que miro?

—¿Quién es, Cece?— exclamo desde mi lugar, y cómo no responden decido ir a ver.

¿Quién viene a joder tan temprano?

Alcanzo a ver como se abrazan, pero se separan cuando me acerco. ¿Roger? Decido hacerme el tonto, luego hablaré con él.

—¡Roger, no te esperábamos! — sonrió y hacemos ese típico saludo. —Estoy algo ocupado, si sabes a que me refiero.

Roger se ríe y Carly baja la mirada con pena. No me pierdo el momento en él que mi amigo pone su mano en la cintura de Cece con confianza. ¿Que mierda?

—Vine por ella— señala a Cece.

Sé que probablemente mi cara de confusión es épica, lo sé por sus caras, pero no se que decir. ¿Carly y Roger? No suena bien.

—Ahora si nos disculpas...— Cece entrelaza sus dedos con los de él y lo arrastra hacia su habitación.

—Lindas bragas— escucho que dice mi amigo, luego que Carly ríe y por último el sonido de la puerta cerrándose.

Siento mi sangre hervir.

¿Ella va a dejar que él la vea cambiándose? ¡A mí jamás me ha dejado hacer eso! ¿O es que acaso tuvieron sexo y ya no le importa que la vea desnuda? ¿Están en una relación?

Siento un sabor metálico en mi boca, no me había dado cuenta de que estaba mordiendo mis labios con tanta rudeza. También me doy cuenta de que tengo los puños hechos piedra por la fuerza.

Tomo aire y lo dejo salir con brusquedad, camino a la cocina y sin pensarlo más me lanzo contra los labios de la rubia por un largo rato. Tratando de olvidar las risas de la habitación de Carly.

Escucho como la puerta se abre y me separo de Loren para tomar asiento. Ella me imita.

—¿Me pasas el chocolate, Tommy?— ruedo los ojos y la miro mal. Sabe que odio que me diga así. Me sonríe con inocencia fingida.

—Thomas, nos vamos— espeta Carly enojada. ¿Sucedió algo? ¿Hice algo mal?

—Adiós— contesto, sonando triste. Odio verla así. Sé que está enojada, nunca se va sin darme un beso en la mejilla. —¿Carly, no me vas a dar un beso? — la pregunta sale de mis labios antes de que pueda retenerla.

Suspira pero se acerca. Su olor me envuelve, deja un suave beso y se va.

¿Qué nos está pasando?

Muevo mi pierna compulsivamente y miro el reloj en mi muñeca cómo por decima vez en el último minuto.

10:34

Peino mi cabello nervioso con la preocupación recorriendo cada milímetro de mi cuerpo. ¿Dónde mierda está? Carly jamás falta a nuestro jueves de Tharly. (Thomas y Carly)

Decido maracarle una vez número veiniuno y tal como las otras veinte, me manda directo al buzón.

Voy a marcar otra vez cuándo la puerta se abre, me pongo de pie de un salto y observo a Cece entar.

Sus apenados ojos cafés chocan con los míos molestos, percibo la culpa en los suyos a montones. Su sonrisa logra suavizarme y ella lo nota.

—Lo lamento, Tommy.— se acerca a mí— Estaba con Roger y se me pasó la hora. Así que en disculpas pasé a comprar...— rebusca en su bolso.—¡Skitles!— los alza con una sonrisa culposa.— ¿Estoy perdonada?— hace un puchero y pone sus ojos de perrito.

—Que tramposa— le digo.—Sabes que no resisto tus ojos de cachorrito.

Una carcajada victoriosa sale de ella y me abraza. Apoyo mi mentón en su cabeza castaña, sin poder evitar oler su cabello. Siempre ha olido delicioso.

—Así que tú y Roger...— hablo sin poder retener las palabras. La curiosidad siempre me gana.

Su rostro se aleja de mi cuello para poder mirarme, luce confundida.

—Estábamos en su departamento terminando un trabajo.— explica. —Solo somos buenos amigos.

Suspiro algo más tranquilo, la abrazo más fuerte y dejo un beso sobre su cabeza.

Carly vuelve a separarse y me mira fijamente a los ojos. Puedo notar que los suyos contienen un sentimiento que no logro entender.

—Así que tú y Leonor...— dice casualmente, aunque algo forzado, cómo yo hice minutos atrás.

—No, sólo algo de una noche. — contesto yo sin dudar. Es la verdad. —No es muy buena en la cama...— intento bromear.

Fallo olímpicamente.

Cece se aleja de mí con asco y camina al sillon para agarrar una de las palomitas qué preparé.

—Sabes que no me interesa saber las cochinadas que haces con las chicas. — su voz es tajante.

Camino hacia ella y me siento a su lado. —Perdóname, Cece.

La escucho bufar con pesadez, pero se gira hacia mí y sonríe.

—Da igual, sólo pon la maldita película.

—Veremos Mamma mía. Ayer dijiste que querías verla.

—Siempre quiero verla— se ríe y se acomoda más cerca.

Le pongo play a la película en el televisor y vuelvo a abrazarla como suelo hacerlo.

Todas las semanas hacemos esto, ver películas y comer mucho. Es realmente perfecto, ya que no hay que hablar ni nada. Solo abrazarla y ver la película. Todo es sencillo con Carly a mi alrededor.

—Mamma mía...—canta, desafinado, si me permiten decirlo. Pero aún así me encanta escucharla.

Las horas pasan y no sé cuantas películas hemos visto en realidad. Miro al lado y veo una durmiente Carly, que respira tranquila contra la piel de mi cuello. Me esremezco ante su contacto sin poder evitarlo.

—Ay, Carly...

Le digo antes de tomarla en brazos con delicadeza y caminar hacia su habitación.

Apenas abro la puerta su aroma me golpea, con fuerza. Sin poder detenerlo imágenes de ella y Roger se instalan en mi mente, pero las aparto con rapidez. Concentrandome en depositarla en su cama con suma delicadeza.

—Descansa, Carly.

Mi segundo nombre es idiota Donde viven las historias. Descúbrelo ahora