Capítulo VIII: Thomas
DERECHO DE ADMISIÓN
Abro la puerta de una cafetería, creo que nunca había estado dentro y eso que está sorprendentemente cerca de nuestro edificio.
Hay un ambiente hogareño pero sumamente universitario, varios estudiantes trabajan en sus laptops bebiendo café como si la vida se les fuera en ello.
Me acerco al mostrador donde una señora de edad se encuentra acomodando algunas tazas. Carraspeo suavemente, sin embargo no reacciona.
—Disculpe—llamo y la anciana brinca en su lugar , su cara de susto se compone de inmediato y me regala una amable sonrisa.
—¿Que te puedo ofrecer, guapo?— pregunta en un tono dulce y familiar.
—Me da un expreso para llevar, por favor.
La mujer asiente y se pone a trabajar, luego de unos minutos le esta poniendo un cartón al vaso y me mira:—¿Como te llamas, cariño?
—Thomas.
Sus ojos se abren enormemente y me mira como si se hubiera dado cuenta de algo espantoso. Deja caer el vaso, desparramando café por todos lados. La dulzura en la mirada de la mujer desaparece completamente y es reemplazado por un enojo que no entiendo.
—¿Está bien?—pregunta confundido.
La anciana analiza cada milímetro de mi rostro como si quisiera grabarlo en su mente, junto las cejas extrañado y con algo de miedo.
—En el local nos reservamos el derecho de admisión, le pido por favor que se retire de inmediato—dice seria.
—No entiendo nada, ¿Que hice?— pregunto confundido.
—Daño, mucho daño—responde.
¿Ah?
Quiero preguntar de nuevo, pero la puerta de atrás del mostrador se abre y un chico castaño sale abrochando su delantal. Mira a la mujer extrañado y luego a mí, sin entender nada. Ella sin embargo, no quita su vista de mí.
—¿Que pasa, Rose?—le pregunta en un tono bajo, pero mirándome de reojo.
—Ben, acompaña a Thomas a la puerta—dice haciendo énfasis en mi nombre.
El castaño se queda unos segundos en silencio con las cejas fruncidas, pero tras otros segundos parece hacer la misma conexión que la tal Rose hizo antes.
Hace un ruido de entendimiento y cruza la puerta del mostrador mirándome con algo de lastima. Pone su mano en mi brazo como para guiarme y yo me remuevo ya cabreado con la situación.
—¿Que carajos sucede?—pregunto intercalando mi mirada entre ambos y ganando la atención de algunos de los demás clientes.
La señora mantiene la misma mirada de indignación que hace un rato y el chico me mira entendiendo lo que pasa pero sin compartir el enojo de su jefa.
—Sucede que eres un idiota—escupe la mujer y el castaño abre la boca sorprendido—Ahora, vete por favor.
—¿Porqué me trata así?—le digo intentando mantenerme sereno.
—Porque te lo mereces—. Me da una mirada despectiva y avanza hacia la puerta—Lleva al muchacho afuera, Ben.
Él da un paso hacia mí pero soy más rápido y retrocedo, —Que me voy yo sólo.
Doy la vuelta, altamente ofendido. ¿En que clase de cafetería de locos te echan porque sí?
La gente es curiosa y me mira como si fuera un fenómeno, cosa que en parte soy, no todos los días presencias una escena así.
Abro la puerta haciendo sonar la campana y miro hacia atrás, donde veo a la señora hablando a susurros con el chico y aunque no escuche que dice sé que no son cosas lindas. Cierro la puerta fuertemente y comienzo a caminar dando grandes zancadas.
Entro al lobby del edificio bruscamente donde Marco se encuentra.
─¿Todo bien, joven Ford?─pregunta con un tono preocupado.
Asiento lo mas cordial que pueda y fuerzo una sonrisa, que termina siendo una mueca incomoda. Sé que no me cree pero lo intento.
Realmente quería un café.
Subo al ascensor y me encuentro con Kayden y West riendo, pero al verme se quedan callados. Los observo a ambos con una mirada analítica. Kayden luce sonrojada y West tiene esa cara de conquista.
─¿Mal día, Ford?─ pregunta con una sonrisa ladeada.
─No todos somos tan afortunados─ ataco haciendo una seña hacia ellos.
Ambos lucen incomodos y las puertas comienzan a cerrarse pero ambos atinan a apretar el botón y sus manos chocan de una manera ridícula. La pobre Kayden parece que va explotar y puedo jurar que veo a West sonrojarse.
Abro mis ojos divertido, creo que nunca lo había visto actuar de esa manera tan virginal.
West aparta la mano velozmente y una mueca de pena se forma en la cara de ella, que decide salir del ascensor y murmura un adiós en voz baja.
West luce decepcionado y baja unos segundos después y me hace una seña de despedida.
Las puertas se cierran y yo marco mi piso. Comienzo a golpear el piso con mis pies impaciente y bajo rápido cuando se abre.
Abro la puerta del departamento y Katy Perry suena a todo volumen. Camino a la sala y veo a Carly bailando ridiculamente mientras limpia.
Una sonrisa sutil se me sale involuntaria al verla mover su pelo de lado a lado al ritmo de Last Friday Night.
Gira su cuerpo hacia mí y se detiene al verme. Se ve hermosa con sus mejillas sonrojadas y el pelo despeinado.
─Hola Tommy. ¿Qué tal?
Escucharla libera un poco de la tensión de mi cuerpo, sin embargo no toda.
─No vas a creer lo que me pasó recién─cuento mientras me siento en el sillón.
Carly se sienta junto a mi con una expresión expectante y me incita a contarle con sus ojos.
─Entré a una cafetería abajo del edificio a pedir café y la vieja del local me empezó a gritar, no me quiso dar café y me echó─narro con amargura todavía sin creerlo.
Los ojos de CeCe parecen desorbitados de lo abiertos que están, ─¿¡Qué?!
─Eso mismo digo, ¿Que mierda le pasa a esa loca?
─¿Pero que pasó para que se enojara?─pregunta como si quisiera entender algo más.
─No lo sé, solo dije mi nombre, me miró y se volvió loca.
Carly vuelve a abrir sus ojos y intenta aguantar la risa aunque fracasa.
Su risa es fuerte y se mezcla Roar
de fondo. Se afirma el estomago fuertemente y continúa riendo sin parar, casi hasta parece que se ahoga. Los ojos le lagrimean y se echa para atrás con diversión. Y aunque la situación no me parece para nada divertida su risa me contagia y comienzo a reirme con ella.
Y ahí me doy cuenta que debo cuidarla más que a cualquier cosa porque no hay otra como ella, que da lo mismo lo que sienta es mejor que sea solo mi amiga que no tenerla en mi vida.
─Te amo, Carly─ suelto de la nada.
Su risa se detiene de golpe y me mira sorprendida.
Tengo ganas de decir que la amo, pero no de la manera que cree.
Solo sonrío.
─También te amo, Tommy.
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Mi segundo nombre es idiota
Teen FictionThomas y Carly llevan siendo mejores amigos desde antes que la pubertad los golpeara realmente. Han pasado seis años desde el momento que se conocieron y su amistad trae en si mucha atracción. Thomas es una bomba y Carly es el fuego que lo enciende...