Capítulo XXII
Me toma con tanta fuerza que siento cada célula de su cuerpo contra el mío, no me da tiempo para nada, su boca se afianza a la mía con tanta seguridad, quiere robarme la vida con un solo beso y no va a parar, no deseo que pare. Me devora con hambre, con ansias, con amor, como nadie lo había hecho.
Por unos segundos más solo la dejo hacer lo que quiera con el beso, por un lado porque me gusta ese lado arriesgado que tiene y por el otro, simplemente estoy nervioso.
La siento separarse de mí, aún con mi rostro entre sus manos. Por unos instantes tengo miedo de que esta sea una de las situaciones en las que uno de los dos se acobarda y todo se irá a la mierda otra vez.
Pero ella me sostiene la mirada, me observa como si quisiera decifrarme y yo hago lo mismo, sintiendo sus dedos quemar la piel áspera de mi rostro.
Sus ojos chocolatosos son dulces y homogéneos, recuerdo la calma que sentía cuándo me refugiaba en ellos, lo mucho que me encantan.
Nadie dice nada, pero esta vez es distinto, es como si en esa guerra de miradas hubieramos cerrado un pacto implícito para guardar silencio y disfrutar el momento.
Tomo su mano, sintiendo valentía, pero solo me relajo cuando la siento envolver sus dedos con los míos. Comenzamos a caminar en la dirección opuesta al edificio, en silencio.
La brisa de la noche es fresca, los vellos de mi brazo se erizan, pero aún así la sensación del aire moviéndose es agradable.
Observo de reojo como el viento alborota el cabello de Carly, y siento la necesidad de tener una cámara conmigo para capturar el momento, que después de tanta tormenta alfin se siente como calma.
Freno la caminata y por consiguiente la de ella cesa también, se gira interrogante pero yo sólo tomo su rostro como minutos atrás lo hizo ella solo que ahora con lentitud.
Cuando me responde gustosa, con el mismo amor que intento transmitir, se me acelera el corazón.
Presiono mis labios un poco más, y la veo batir sus pestañas sorprendida hacia mí al romper el contacto. Luce tan jodidamente hermosa.
—Thomas...—susurra mirándome desde abajo, su voz suena ansiosa y me invade algo de miedo pero intento mantenerme sereno.
—¿Sí?
—¿Que pasa ahora?
Me quedo callado por segundos, alejando los demonios y las inseguridades de mi cabeza e intento pensar en lo que realmente quiero que suceda.
—No tengo nada claro, solo que estoy enamorado de ti.
Ella me sonríe, como si eso fuera lo único quería escuchar y me mira co ternura, no hace falta que hable, entiendo lo que intenta decirme.
Después de tantos años aprendí a comprenderla, sé que apesar de que siente demasiado a veces le cuesta demasido expresarlo, así que no la presiono y acarcio su rostro.
Ese rostro suyo tan suave que tanto extrañé en la agonía de no hablarle durante semanas.
—Te extrañé tanto, cece.
Sus ojos brillan con ternura y apoya mas su rostro en mi mano, que acuna el lado derecho de su cara.
—yo también te extrañe, idiota.
El tono de su voz me deja ver lo emocionada que está, y me hace pensar en cuanto tiempo perdimos, en como fui tan idiota para no darme cuenta de que los sentimientos que estuve tantos años intentando dejar olvidados en un rincón oscuro de mi corazón, eran mutuos.
Tantos besos que perdimos, tantos abrazos, tantas palabras confesadas, tantas peleas que pudimos haber evitado si tan solo nos hubieramos dado cuenta unos años antes.
Realmente soy estupido, es como si mi segundo nombre fuera idiota.
—Es tan ridículo pensar en todo el tiempo que pasé maldiciendo el hecho de que no me correspondieras.
Ella me abre los ojos sorprendida y me lanza una mirada burlona, —No me hagas reír, era tan puramente obvio que siempre te he amado. Sólo un imbecil no se habría dado cuenta.
Suelto una carcajada y finjo estar ofendiendo, con una mano en mi pecho.
Ella continúa.
—Es cierto Thomas, yo era tan obvia mientras que tú dabas todas las señales contrarias—por un momento su sonrisa desaparece pero luego la hace volver.
Toma su rostro entre sus manos otra vez y me revuleve el cabello con una de ellas.
—Pero dejemos de hablar de lo estupido e idiota que eres, porque este es uno de los momentos que recordaremos para siempre— dice, muy cerca mío.
—No hay ningún momento contigo que no vaya a recordar para siempre— susurro en respuesta.
Porque es verdad.
Nunca fui muy bueno recordando cosas, jamás logré memorizar nada para la escuela o para una presentación, pero si se trata de Carly, recuerdo hasta el más mínimo detalle.
Recuerdo el color del chaleco que ocupaba el primer dia de clases, todo los gestos que hace cuando esta concentrada o nerviosa, recuerdo cuando el día en que tuvo su primer ataque de pánico frente a mí, recuerdo el día en que la besé, recuerdo verla en la gradería en mi primer partido de fútbol, recuerdo lo hermosa que se veía en la graduación, recuerdo el día en el que follamos, recuerdo verla pasearse con esa ropa interior infantil, recuedo la sensación de estar con ella aún si estamos separados.
Sus mejillas se enrojecen de esa manera que la hace lucir tan adorable.
—Eres tan exagerado.
Trata de sonar bromista pero esta soprendida y nerviosa.
Yo sonrío.
—Por supuesto que recuerdo todo, Carly.
¿Si no como le contaremos nuestra historia a nuestros nietos?
Si antes estaba sonrojada ahora esta simplemente roja, sus ojos se abren tanto que temo que se le salgan y la boca se le entreabre.
No puedo evitar reírme, pero no es ningun chiste.
Siempre odié la idea de envejecer, pero si es con ella no suena tan malo.
Y puede sonar exagerado, hablar tan precipitadamente sobre matrimonio, y lo es. Pero no se puede negar lo innegable, que Carly es todo lo que quiero y que haré todo lo que esté en mis manos para hacer ese posible futuro en una realidad.
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Mi segundo nombre es idiota
Teen FictionThomas y Carly llevan siendo mejores amigos desde antes que la pubertad los golpeara realmente. Han pasado seis años desde el momento que se conocieron y su amistad trae en si mucha atracción. Thomas es una bomba y Carly es el fuego que lo enciende...