Carly

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Capítulo XIII: Carly

BESOS A LA LUZ DE LA LUNA

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BESOS A LA LUZ DE LA LUNA

La brisa de chicago me avisaba que pronto llegaría el otoño y eso me alegraba. Siempre había disfrutado de esa estación, del color anaranjado que toman las calles, el olor a tierra mojada en los eventuales días de lluvia, todos los libros por leer, las caminatas en las que pisaba las hojas, el sonido de estas bajo mis pies.

En resumen, el otoño para mí simboliza felicidad.

Recuerdo que cuando era pequeña, mi nana Rosa, solía llevarme a caminar apenas comenzaba la temporada de otoño. Al principio tenía pena, mi papá era quién me llevaba antes de que su trabajo lo consumiera.

Hablar de nuestros padres era algo que ni yo ni mi hermano solemos hacer. Ya sufrimos demasiado en nuestra adolescencia. Solía dolerme demasiado, pero con los años solo se transformó en una amargura en el pecho.

Era triste no verlos jamás, más que algunas veces circunstanciales, que se perdieran tu cumpleaños y ser recompensado con un regalo costoso.

Recuerdo escuchar a Jake llorar en su pieza los días siguientes a sus cumpleaños y yo me escabullía a consolarlo.

Ambos lo vivimos de una manera distinta, Jake se volvió un adolescente descontrolado que hacía estupideces para llamar la atención y yo rogaba para no perderlo. Por suerte mi hermano es un ser obstinado, y cuando conoció a Skyler se enfocó en enamorarla y se olvidó de ese mundo de alcohol y sexo en el que estaba.

Yo por otra parte, era de las que siempre tenía una visión positiva y esperaba fervientemente que mis padres aparecieran por la puerta y nos dijeran que se cansaron de viajar y se dedicarían a nosotras.

Pero no sucedió y yo tuve que abrir los ojos.

Mamá me escribe de vez en cuando algunas veces por mes, no es nada más allá de lo cordial y nunca trascienden. Por otro lado, la única evidencia que tengo de que mi padre existe es mi colegiatura e intacto dinero en mi cuenta bancaria.

Por suerte yo no soy un ser rencoroso y tuve la suerte de tener a Rosa y Alfred en mi vida, que nos quisieron como hijos.

La campana suena cuando abro la puerta de la cafetería, ya es tarde así que muchas de las mesas tienen las sillas arriba.

─Está cerrado─declara Ben de espaldas, pasando un paño por la encimera. Como no oye respuesta, gira su torso y hace una mueca de sorpresa, finalmente esboza una linda sonrisa─Oh, eres tú...Si quieres puedo servirte algo.

─No quiero molestar, ya tienes todo limpio. Solo quería algo para comer─le digo mientras avanzo hacia él.

No hay mucha luz, solo la luz de la luna atravesando los cristales y lo brillante de la ciudad alumbran la cafetería. Ben me mira como si se estuviera cuestionando algo, rasca su nuca en un gesto que hayo adorable y finalmente se aclara la garganta.

─Si quieres podemos ir a comer algo...

Me quedo en silencio por unos segundos, un poco conmocionada pero afirmo rápidamente cuando una mueca de pánico se forma en su rostro.

─Sí, eso me gustaría.

Ben me sonríe aliviado y hace una seña que me indica que debe ir a buscar sus cosas, a lo que yo asiento.

Unos minutos más tarde lo veo aparecer ya con su ropa casual. Tiene una chaqueta de mezclilla y una camiseta blanca, francamente luce como un modelo.

─¿Vamos?

La pizzería de enfrente se encuentra abierta, y tácitamente acordamos ir allá.

Ben abre la puerta para mí, como todo un caballero

Cuando escogemos una mesa, él corre la silla para mí.

─No es necesario─respondo con una risita, no estoy acostu

Él se encoge de hombros, como si no fuera algo que pudiera evitar.

Ordenamos una pizza margarita y le pregunto que tal su día. Él me comenta como una niña le derramó un café helado.

Siento el nerviosismo durante toda la comida, desde cuando llegan las pizzas hasta cuando tengo que insistir en dividir la cuenta.

No soy tonta, sé que tiene aunque sea un mínimo interés en mí y eso me hace sentir como una chiquilla inexperta. Jamás tuve muchas citas, solo unas cuantas con un Daniel Pines en tiempos de secundaria.

Pero sé que no debo cagar esto, Ben es un buen partido. Un chico que parece dispuesto a quererme y ya es tiempo de que olvide a Tom y empiece a verlo como lo que en realidad es.

Mi mejor amigo.

¿Y quién mejor para enamorarme que de Ben?

Ben es de esos chicos que parece que los criaron para ser príncipes azulez, lo confirmo cuando abre la puerta para mí con una sonrisa.

─No era...

─Necesario, lo sé. Pero me gusta tratarte como mereces─interrumpe con una risa.

Lo siento entrelazar sus dedos con los míos, el nerviosismo me invade pero lo dejo sostener mi mano. Me mira desde su altura con ojos que piden permiso y eso me suaviza.

─Oye, Carly.

Lo escucho llamarme tras unos segundos de caminata tomados de la mano, le respondo con calma. La noche está tranquila, a lo lejos se escucha un saxofón que le da un aire más intimo, no hay mucha gente en la calle y corre una brisa suave que vuelan los cabellos sueltos de mi trenza.

─¿Sí?

Se tarda unos segundos y detiene la caminata, jalando solo un poco.

─¿Te molestaría considerar esto como una cita?─curiosea, con una mirada intensa.

Siento el aire espesarse a mi alrededor, y me alegro de estar experimentando estas sensaciones que me dejan saber que él no me es indiferentes.

Sus ojos negros me miran con un deje de nerviosismo pero no pierden su certeza. Yo me pierdo en el pensamiento de lo irónico que es que esos ojos oscuros sean la luz de esperanza en el martirio que es estar enamorada de tu mejor amigo.

─Me encantaría.

Su sonrisa se ensancha y lo siento acercarse, no demasiado como si no quisiera espantarme. Por segunda vez contengo la respiración pero él no parece tener intenciones de acercarse más.

Aún así logro percibir el aroma de su perfume con más claridad y me hayo a mi misma comparándolo durante unos microsegundos con el de Thomas.

Pero alejo esos pensamientos con velocidad y me enfoco en el moreno frente a mí, detallando sus cualidades mentalmente.

Lo siento cada vez mas cerca, pero no hace nada más y de alguna manera eso me decepciona.

Pero entonces recuerdo unas palabras que Rosa me dijo una vez.

"Nunca esperes nada de nadie, tu misma debes hacer que las cosas pasen"

Así que hago que pase.

Doy un paso hacia él, sus ojos castaños me miran con duda. La altura entre ambos se nota con esta distancia. Tomo su rostro entre mis manos y lo jalo hacia abajo sin cuestionarlo más.

Sus labios me reciben con sorpresa, yo también estoy sorprendida de mi misma. Esto no es para nada estilo Carly Collins.

Ben no tarda mas de unos segundos adaptarse, envolver sus manos alredor de mi cuerpo y acercarme más a él.

El beso es dulce, como Ben. Respetuoso, tierno y amable pero no estoy segura de querer eso.

Me pregunto si Thomas será de esos que besan salvajemente.

Mi segundo nombre es idiota Donde viven las historias. Descúbrelo ahora